Thais comenzó a andar mal. Torcía ligeramente el pie y a sus padres se les atragantó el diagnóstico: leucodistrofia metacomática, una enfermedad degenerativa incurable. Acababa de cumplir 2 años y se iba a morir. El mazazo a punto estuvo de desencuadernar a su familia, pero tanto Anne como su marido Loic se propusieron llenar de vida los días que le quedaran a su hija. Y así es como Thais miraba con ojos pícaros a su madre cuando ésta le decía bajito: «Vas a tener una vida bonita. No será como la de las demás niñas, pero será una vida de la que podrás sentirte orgullosa». Primero, dejó de andar y sólo podía arrastrarse. Después, sus balbuceos callaron para siempre y dejó de escuchar los requiebros de amor que le susurraban sus padres. La ceguera llegó a los postres, cuando ya apenas notaba las caricias. Pero Thais era feliz. Su madre ha comprobado que se puede tener una vida feliz aunque la vida sea difícil.
Mientras tanto, Loic y Anne esperaban ilusionados su tercer hijo, pero el nacimiento de Azylis lanzó un órdago al futuro cuando supieron que el bebé portaba el mismo síndrome que estaba matando a su hermana. Intentaron salvarle la vida con un trasplante de médula ósea, que no logró curar su enfermedad. Saben que podrá vivir pocos años, pero Azylis también es una niña feliz y sus padres se empeñan en que siga siéndolo el tiempo que le quede. Había pasado un año y 9 meses del diagnóstico de Thais. Era la víspera de Navidad. Anne rozó su cara con la de su hija y le dio las gracias: «Gracias por todo lo que eres y por todo lo que das. Nos haces felices. Te quiero, princesa». Tan sólo dio un suspiro. Sus padres recogieron en su respiración la última de su hija. Thais acababa de morir. «Gracias a mi hija –asegura Anne–, ya no tengo miedo a la muerte. Y, porque he aprendido a no tenerlo, tampoco temo a la vida».
Sobran las penas. Sobran las palabras. Muchos pensamos que la enfermedad incluye un menú de angustias y miedos, pero los padres de Thais descubrieron que se puede ser feliz cuando no limitas tu vida a la enfermedad. Su último hijo, Arturo, muy pronto celebrará su primer año de vida. Está perfectamente sano. Quisieron tenerlo sin condiciones. Ahora gatea junto a su hermano mayor Gaspar, de 10 años, bajo la sonrisa constante de Azylis, de 5, que ya no habla ni anda, pero que contagia de amor a su familia. Son una piña. Cuando Loic y Anne se enteraron de la enfermedad de su hija se dieron cuenta de que podrían llegar a distanciarse, viviendo al lado, sin vivir juntos. Optaron por acompañar unidos a sus hijas, y ahora su amor es indestructible. Quizás hay algo peor que el dolor, que es no entender su sentido. La historia de amor de Anne Dauphine nos demuestra que se puede Vivir, ¡con mayúscula!, a pesar del dolor, sobre todo si sabemos descubrir su trascendencia.
La periodista Anne Dauphine Julliand está dando su testimonio por toda España dentro del Congreso Lo Que De Verdad Importa, y ha plasmado su experiencia en el libro Llenaré tus días de Vida, publicado por Temas de Hoy.