La guerra de Bosnia casi lo rompió. Ahora, enfermo, elegirá a un Papa por tercera vez
El cardenal bosnio Vinko Puljić es el más veterano de los cardenales electores. Durante el conflicto, salía a escondidas a confortar a su rebaño, reducido a un tercio de lo que era
Hace dos años, el cardenal bosnio Vinko Puljić afirmaba a Alfa y Omega que consideraba «una gracia» el haber participado en dos cónclaves (el de 2005 y el de 2013). Son momentos en que «discutimos el estado de la Iglesia y lo que esperamos del nuevo Papa». Tal vez por eso, a pesar de haberse anunciado en un primer momento que no participaría en su tercera elección de un Pontífice, finalmente decidió viajar a Roma a sus 79 años a pesar de estar enfermo.
Para ese momento, preveía entones, «no tengo nada que buscar» a la hora de decidir a quién votar. «La Iglesia es obra del Espíritu Santo. Mi parte es rezar al Espíritu Santo y ser obediente a la Palabra de Dios y actuar en ese espíritu».
Quien hoy es el elector más veterano y uno de los más mayores, fue en su día el miembro más joven del colegio cardenalicio. Tenía solo 49 años cuando san Juan Pablo II se fijó en él en 1994. «Cuando no pudo venir a Sarajevo, decidió nombrarme cardenal para que luchara en su nombre y en nombre de la Iglesia aún con más fuerza por los hombres, los derechos y la paz en este país», relataba.
Prohibido ir a Misa
Su vida guardaba paralelismos con la del Pontífice polaco. Y con la de tantos fieles y clérigos durante el comunismo. Ya de niño «en el colegio se nos prohibió ir a la Misa del Gallo. Fuimos de todos modos», relataba. Cuando después el director les exigió levantarse si lo habían hecho, «casi todos los demás», ortodoxos y musulmanes, también lo hicieron «por solidaridad». Al ingresar en el seminario, perdió el derecho a la atención sanitaria.
En 1990, con 45 años, el Papa Wojtyla «casi me obligó a aceptar el nombramiento» como obispo de Vrhbosna (la diócesis de Sarajevo conserva el nombre anterior a la invasión otomana). «Me dijo que la Iglesia local necesitaba una “cabeza” porque estaba pasando por momentos difíciles».
Él se entregó a la tarea con entusiasmo. «Hice numerosos planes» para «formar todas las estructuras necesarias para la vida de la Iglesia». Desgraciadamente, sus proyectos cayeron por tierra ante el estallido de la guerra en Yugoslavia. Aunque se veía venir, «yo ingenuamente esperaba que no hubiera».
Sin luz ni agua
30 años después, el cardenal Puljić confesaba que «las heridas están frescas». Fueron años en los que «vivíamos sin luz, agua, calefacción ni comida, pero lo más difícil era la inseguridad constante».
Reconocía incluso que en algún momento «estuve peligrosamente cerca de romperme psicológicamente» una noche de mayo de 1992, mientras «había explosiones a cada segundo» y «bastantes bombas cayeron en el patio» de su residencia. En ese momento, aseguraba que lo que los salvó fue encontrar una vela y «rezar el rosario» ante una imagen de la Virgen.
Superados esos momentos, él mismo trataba de «animar a los sacerdotes y religiosos a proclamar la esperanza» y «no dejarse envenenar por el odio. A pesar del peligro mortal, me movía con mi secretario y salía secretamente de Sarajevo para animar al clero y a la gente sobre el terreno».
Un rebaño diezmado
Antes de la guerra, el número de católicos era de 520.000. 30 años después, son 150.000. «A muchos los expulsaron, una parte fue asesinada. Se demolieron cerca de 1.000 edificios eclesiásticos».
Todo su ministerio episcopal lo desarrolló en Vrhbosna. Fueron décadas de reconstrucción y de promover la reconciliación entre los distintos grupos religiosos, con momentos como el célebre abrazo fraterno con el patriarca ortodoxo serbio Irinej en 2012.
O la visita de Francisco en 2015. «Ese día fue tan hermoso que un musulmán me dijo que nunca había tenido un día más bonito en su vida». Se retiró en enero de 2022, solo unos meses antes de que Bosnia y Herzegovina se convirtiera en Estado candidato a la Unión Europea.