«La gente ya no tiene esperanza» de que la guerra acabe pronto - Alfa y Omega

«La gente ya no tiene esperanza» de que la guerra acabe pronto

Muchos desplazados han regresado a sus hogares o se han marchado al extranjero, pero para algunos es más difícil

María Martínez López
Bautismo de una de las desplazadas. Foto: Miguel Campomar.

A Leópolis, al oeste del país, siguen llegando desplazados internos. «Últimamente, cada vez más». Y en la parroquia de San Juan Pablo II «acogemos a los que podemos», explica el seminarista español Miguel Campomar, de un seminario Redemptoris Mater. Ahora son 84, mientras que la ayuda«ha bajado muchísimo». Lo que antes les entregaban por persona, ahora es por familia. Siguen pudiendo dar de comer a sus huéspedes gracias a aportaciones de particulares y la incansable labor del padre Grzegorz, el párroco, que «pide, y pide, y pide». También algún restaurante les ofrece sus servicios.

Allí viven desde el comienzo de la guerra un par de familias. Pero la mayoría de los desplazados internos que han acogido durante este tiempo bien han regresado a sus hogares, bien han terminado yéndose del país. Sobre todo si eran familias numerosas. «La gente ya no tiene esperanza» de que la guerra acabe pronto.«Tenían que continuar con sus vidas y encontrar trabajo. Aquí está difícil», mientras que fuera del país hay más recursos para los refugiados.

Se quedan algunos huéspedes con dificultades para recibir ayuda en otros lugares: gitanos (bastantes de las familias numerosas lo eran), personas que hablan ruso («”el idioma del enemigo”, les dicen»), con enfermedades mentales o con historias complicadas, o personas sin documentos para salir del país, mientras en la parroquia las ayudan a gestionarlos.

Campomar asegura que la acogida ha fortalecido la vida de la parroquia. «Hay más actividades, más motivos para actuar y trabajar», porque «hay más necesidad de la Palabra de Dios. Ante el sufrimiento y la muerte, el único que responde es Cristo, que ha entrado en la muerte trayendo la resurrección». Los desplazados no siempre aceptan bien estos mensajes, pero «hay mucho espacio para la evangelización». En este año, 20 de los desplazados que acogían han pedido el bautismo.

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