La dulce y confortadora alegría de evangelizar - Alfa y Omega

La dulce y confortadora alegría de evangelizar

El Papa Francisco entregó, el domingo pasado, a 35 personas su primera exhortación apostólica, Evangelii gaudium (La alegría del Evangelio). Lo hizo al clausurar el Año de la fe. Se trata del primer documento propio de su pontificado, ya que la encíclica, Lumen fidei, que el Papa Francisco hizo suya, fue escrita en su mayor parte por su predecesor, Benedicto XVI. Lo ha hecho en forma de Exhortación apostólica basada en las conclusiones del Sínodo de los Obispos sobre la Nueva Evangelización, celebrado en octubre de 2012. Y, aunque no lo es oficialmente, bien podría hablarse de su primera encíclica. El texto del documento fue presentado el martes pasado en la Sala de Prensa de la Santa Sede por el secretario general del Sínodo de los Obispos, monseñor Baldisseri, por el presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, monseñor Fisichella, y por el presidente del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, monseñor Celli

Redacción
El Papa Francisco bendice a uno de los fieles a su llegada a la Plaza de San Pedro, para la Audiencia general del pasado 30 de octubre

¿La alegría puede ser programada? Por lo que se ve, la alegría del Evangelio sí, porque este texto de más de 200 páginas, titulado La alegría del Evangelio, no es otra cosa que el programa del pontificado del Papa Francisco. Así de claro quedó en la presentación oficial del documento en la Sala de Prensa de la Santa Sede.

Un documento programático

El Secretario General del Sínodo de los Obispos, monseñor Lorenzo Baldisseri, señaló en su presentación: «Este documento nace como anuncio de alegría a los cristianos discípulos y misioneros y a toda la Humanidad. El Santo Padre ha tenido en sus manos las Proposiciones de los Padres sinodales, las ha hecho propias, las ha reelaborado de manera personal y ha escrito un documento programático y exhortativo cuyo eje es la misión, la presentación gozosa del Evangelio». En Evangelii gaudium, la palabra alegría aparece 67 veces, el Papa cita 30 veces las propuestas del Sínodo para la evangelización y desarrolla un sólido cuadro doctrinal para afirmar principios y doctrinas encarnados en la vida. Son significativas las citas que hace el Santo Padre: Pedro, Pablo, Santiago, el Concilio Vaticano II, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, san Juan de la Cruz, san Ireneo, santo Tomás de Aquino, san Agustín, san Ambrosio, santa Teresa de Lisieux, el Beato Pedro Fabro, Thomas de Kempis, Henri de Lubac, Romano Guardini, Henri Newman y Georges Bernanos, así como diversas encíclicas y Exhortaciones postsinodales y textos de episcopados como los documentos de Puebla y de Aparecida, de los Patriarcas católicos de Medio Oriente y de las Conferencias Episcopales de la India, Estados Unidos, Francia, Brasil, Filipinas y Congo. «Este documento de carácter universal recoge como elemento significativo -añadió monseñor Baldisseri- estímulos pastorales provenientes de las diversas Iglesias locales del mundo. Aborda el tema de la sinodalidad, de la transformación misionera de la Iglesia, en las parroquias, comunidades de base, movimientos y asociaciones. Habla de la conversión del papado, de la pastoral de conversión y de la necesidad de prestar especial atención a la expresión colegial del ejercicio del Primado, de lo que los católicos podemos aprender de los hermanos ortodoxos respecto al significado de la colegialidad episcopal. Habla también y muy detenidamente de la espiritualidad popular, de las homilías, de la inculturación de la fe, del diálogo entre las religiones, de la dimensión social de la evangelización que conforma una parte muy consistente del documento, de la necesidad de un atento cuidado de los pobres excluidos y oprimidos, de su inclusión social que presenta como un grito por la justicia y la dignidad que la Iglesia debe escuchar; de la necesidad de transformar las estructuras y de la relación íntima entre bien común y paz social, afirmando que el anuncio de paz no es el de una paz negociada, sino la convicción de que la unidad del Espíritu armoniza todas las diversidades, porque el Espíritu Santo es armonía».

La jerarquía de las verdades

El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, monseñor Rino Fisichella, señaló: «Es un documento escrito por el Papa Francisco a la luz de la alegría para redescubrir el manantial de la evangelización en el mundo contemporáneo, y ofrece a la Iglesia las líneas de empeño pastoral que delinearán de cerca su próximo futuro. Es una invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad, sin apartar la mirada de las dificultades. El Papa Francisco infunde coraje, interpela y provoca para que miremos hacia adelante, a pesar del momento de crisis, haciendo una vez más de la cruz y de la resurrección de Cristo el estandarte de la victoria».

El documento va más allá de la experiencia del Sínodo, porque el Papa imprime a este texto no sólo su experiencia pastoral precedente, sino sobre todo su llamamiento a aprovechar el momento de gracia que está viviendo la Iglesia para emprender, con fe, convicción y entusiasmo, la nueva etapa del camino de la evangelización. «Prolongando las enseñanzas de la Evangelli nuntiandi, de Pablo VI —señaló monseñor Fisichella—, sitúa de nuevo en el centro a la persona de Jesucristo, el primer evangelizador, que hoy nos llama a cada uno de nosotros a participar con Él en la obra de la salvación. Por una parte, el Papa Francisco se dirige a las Iglesias particulares para que, viviendo en primera persona los desafíos y oportunidades propias de todo contexto cultural, sean capaces de proponer en sus ambientes los aspectos peculiares de la nueva evangelización». El Papa, según el Presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, traza un denominador y una metodología comunes en siete puntos, que son como los fundamentos de la visión del Papa Francisco para el empeño evangelizador de la Iglesia: la reforma de la Iglesia en apertura misionera, las tentaciones de los agentes pastorales, la Iglesia entendida como totalidad del pueblo de Dios que evangeliza, la homilía y su preparación, la inclusión social de los pobres, la paz y el diálogo social, y las motivaciones espirituales para la tarea misionera. «El mástil que mantiene unidas estas temáticas -afirmó monseñor Fisichella- se concentra en el amor misericordioso de Dios y en su inagotable deseo de ofrecer misericordia. Esto supone para la Iglesia la capacidad de evidenciar la jerarquía de las verdades, y evita caer en el peligro de una presentación de la fe hecha sólo a la luz de algunas cuestiones morales, como si éstas pudieran prescindir de su relación con la centralidad del amor. El Papa hace una fuerte apelación a que se logre un sano equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje que lo expresa. Avisa del riesgo de una Iglesia mundana bajo caretas espirituales o pastorales. Una fe auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo. Recordando quizás sus estudios sobre Guardini, el Papa recuerda que el tiempo es superior al espacio, que la unidad prevalece sobre el conflicto, que la realidad es más importante que la idea, y que el todo es superior a las partes».

El estilo comunicativo del Papa

El Presidente del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, monseñor Claudio María Celli, se refirió a la dimensión comunicadora del documento. Dijo que tiene un estilo y un lenguaje propio, con un tono casi coloquial y con la característica propia de un profundo aliento pastoral: «Se nota, al leer el texto, que nos encontramos ante un pastor que medita y habla con sus fieles. El Papa utiliza un lenguaje sereno, cordial, directo y en sintonía con el que ha venido manifestando en sus meses de pontificado. Sobre el papel de la comunicación en esta etapa evangelizadora destaca la responsable conciencia del Papa de lo que está ocurriendo en el mundo actual, especialmente en el campo de la salud, de la educación y de la comunicación, de los progresos logrados por el hombre en estos tres campos, de las evidentes innovaciones tecnológicas. Estamos en la era del conocimiento y de la información, fuentes de nuevas formas de un poder muy a menudo anónimo, dice el Papa, que sabe que nuestra sociedad está indiscriminadamente saturada de datos, todos al mismo nivel, lo que acaba por llevarnos a una tremenda superficialidad en el planteamiento de las cuestiones morales; por eso pide una verdadera educación que enseñe a pensar críticamente y a madurar en las virtudes. No falta un apunte sobre la actitud de la cultura mediática respecto al mensaje de la Iglesia. La cultura mediática y algunos ambientes intelectuales transmiten a veces una marcada desconfianza y un cierto desencanto respecto al mensaje de la Iglesia, alerta el Papa sobre el riesgo de que el mensaje pueda aparecer mutilado y reducido a aspectos secundarios, de que algunas enseñanzas morales de la Iglesia sean sacadas del contexto que les da sentido. El anuncio debe concentrarse sobre lo esencial; a veces se usa un lenguaje que no transmite la sustancia. Una predicación positiva ofrece siempre esperanza, orienta hacia el futuro y no deja a nadie prisionero de la negatividad».