La dinastía Brueghel. Un canto a la vida y a la naturaleza - Alfa y Omega

La dinastía Brueghel. Un canto a la vida y a la naturaleza

Una de las grandes exposiciones de 2012 en Italia es la dedicada a la familia Brueghel, la dinastía de pintores flamencos de los siglos XVI y XVII. El centro de la muestra se sitúa en la villa de Olmo, junto al lago de Como, y se completa con una exhibición complementaria en la Biblioteca Ambrosiana, de Milán. Los fondos proceden de museos italianos y de colecciones públicas y privadas de otros países

Antonio R. Rubio Plo
Paisaje de invierno y trampa para pájaros, de Pieter Brueghel el Joven.

En la sede de la muestra La dinastía Brueghel, que tiene lugar en Olmo, se pueden admirar 70 pinturas al óleo y 30 dibujos y aguafuertes, mientras que, en la Biblioteca Ambrosiana de Milán, el principal interés radica en la posibilidad de contemplar juntas, por primera vez en más de 200 años, las pinturas de los cuatro elementos, obra de Jan Brueghel, requisadas por las tropas napoleónicas en 1796, aunque, en 1815, tras la caída del emperador francés, se pudieron recuperar las pinturas correspondientes al Fuego y el Agua, quedando en el Louvre, hasta hoy, las de la Tierra y el Aire.

Naturalismo optimista

Jan Brueghel (1568-1625), conocido como el Brueghel de terciopelo por la finura de sus obras, fue paisajista y autor de bodegones, y trabajó para el cardenal milanés Federico Borromeo, fundador de la Biblioteca Ambrosiana. Son de una gran perfección sus naturalezas muertas de tulipanes y rosas. No es extraño que sus trabajos complacieran al cardenal Borromeo, un prelado que concebía la naturaleza como lugar en el que ha quedado marcada la impronta del Creador, lo que coincide con la visión paulina de que lo invisible de Dios se deja ver a la inteligencia a través de sus obras (Rom 1, 20). La influencia de este artista llegará a su nieto Jan van Kessel (1626-1679), con sus exquisitas reproducciones de mariposas, insectos y reptiles, mezcla de estudio zoológico y de obra de arte.

En cambio, Pieter Brueghel el Joven (1564?-1637) es conocido como el Brueghel del infierno, por sus temas fantasmagóricos, de incendios e interiores de alquimista. En la exposición se encuentra su Paisaje de invierno y trampa para pájaros, una de las copias hechas por este pintor de una conocida obra de su padre. Estamos ante un cuadro muy adecuado para las interpretaciones simbólicas, que suelen centrarse en la fragilidad de la condición humana, expuesta de continuo a toda clase de peligrosas trampas. Pese a todo, no deja de ser una obra representativa de la vida cotidiana en Flandes en un día de nevada, una auténtica fiesta para los habitantes de una aldea, que se ponen a patinar o a practicar un juego considerado como un antecedente del golf. Su Danza de bodas, presente en la exposición, es una de las diversas muestras de esas amables escenas campesinas, que tanto gustaron a los dos primeros representantes de esta dinastía, y cuyo naturalismo optimista está muy alejado de esa pomposidad artificial que los clasicistas barrocos infundieron a las escenas de la vida en el campo.

Del humanismo, a la Resurrección

Sin embargo, el artista más consagrado de la familia es Pieter Brueghel el Viejo (1525-1569), grabador y pintor especializado en escenas de la vida rural, influenciado en sus comienzos por el Bosco, y que vive tiempos de guerra y desolación en el Flandes de los inicios de la rebelión contra el dominio español, que algunos críticos han querido intuir en el trasfondo de sus últimas obras. De hecho, una parte de la producción del patriarca de los Brueghel se suele prestar a una crítica que lo presenta como el pintor de la celebración de la vida, concebida como una manifestación en sí misma, reflejo de un mundo cerrado y sin otra expectativa que el propio hombre. En contraste, obras como el Triunfo de la Muerte reflejarían un mundo en el que la pérdida de la vida sólo constituye mal y espanto, una continuación de esa mentalidad que asoma en el otoño de la Edad Media, y para la que la muerte iguala a todos en el Hades.

¿Qué sentido pueden tener, entonces, las pinturas religiosas de Brueghel el Viejo, como la Resurrección de la exposición italiana, procedente de una colección privada? Por ejemplo, la mayoría de los críticos descalifican la vertiente religiosa del pintor, porque su Subida al monte Calvario no dejaría de ser una especie de romería, en la que la muchedumbre es ajena al sufrimiento de Cristo y sus acompañantes, y en lo que lo más destacado es un paisaje de casas, jardines, huertos, conventos o molinos de viento. Por el contrario, la Resurrección es la expresión de un Cristo vencedor de la muerte, que además se muestra radiante ante las mujeres que se acercan al sepulcro.