«La Cruz de Lampedusa conecta inmediatamente con el sufrimiento de los migrantes» - Alfa y Omega

«La Cruz de Lampedusa conecta inmediatamente con el sufrimiento de los migrantes»

El paso por Madrid de la cruz hecha con restos de pateras está provocando momentos muy emotivos entre personas migrantes. Para las comunidades católicas locales, supone «un aldabonazo para nuestra conciencia», asegura Mónica Prieto, una de las responsables de la peregrinación

Ricardo Benjumea

«Reza, llora, comprométete!». Este es el mensaje con el que la Cruz de Lampedusa ha recibido a los fieles madrileños en la catedral desde el 29 de abril hasta la vigilia mensual de los jóvenes con el arzobispo, presidida en esta ocasión por el obispo auxiliar Santos Montoya.

De ahí fue trasladada a Getafe, para regresar nuevamente este lunes a Madrid, concretamente al Seminario Conciliar, donde permanecerá, hasta el 10 de mayo, junto a una muestra fotográfica sobre el drama de las migraciones en el Mediterráneo. El martes se celebrará una vigilia de oración a las 9 de la noche.

Acogida de la Cruz de Lampedusa el 29 de abril en la catedral de Madrid

«Alrededor de la cruz se organizan todo tipo de actos, está habiendo mucha creatividad», afirma Mónica Prieto, de la asociación Encuentro y Solidaridad, responsable de la peregrinación en España de la cruz construida con restos de pateras, que el Papa pidió que se llevara por todas partes para concienciar a las comunidades católicas y a la población en general.

Junto a diversas visitas a colegios, universidades y alguna salida a diócesis cercanas a Madrid, el 17 de junio habrá una visita al CIE de Aluche, último de los actos públicos en la capital, exceptuando la visita a la cárcel de Soto del Real, reservada a internos, funcionarios y voluntarios de pastoral penitenciaria.

Prieto, miembro también de Solidaridad y Autogestión Internacionalista (SAIn), se queda con la acogida de la Cruz de Lampedusa en la capital. «Fue muy emocionante cómo los propios migrantes, espontáneamente, agarraron la cruz, la besaron, se pusieron a cantar, a rezar… con un recogimiento increíble. Conectan inmediatamente con su propio sufrimiento y para ellos es un reconocimiento muy importante por parte de la Iglesia». También para «muchos inmigrantes musulmanes», que «agradecen mucho todo lo que está haciendo por ellos el Papa Francisco».

«Ellos tienen una religiosidad muy viva que en seguida emerge», añade. «Y esto supone un aldabonazo en la conciencia para todos los que vivimos en nuestros países enriquecidos con una religiosidad más aburguesada. Nos obliga a mirar, como dijo el cardenal Carlos Osoro, el rostro del hermano que sufre, a llorar con ellos. Porque hemos dejado de llorar. Y debemos hacernos más conscientes de las causas que hacen posible esta situación y denunciarlas. Son causas políticas, como no se cansa de denunciar el Papa en todas sus homilías y discursos denunciando las causas de la explotación de los migrantes».

Se trata de dar el salto desde ese primer impacto emocional a la acción concreta. «La Comisión de Migraciones de la Conferencia Episcopal ha editado una pequeña oración para rezar ante la cruz donde dice: “Ora y comprométete”. Para no caer en un espiritualismo sentimental, hay que hacer vivir una espiritualidad de encarnación».

Se está empezando a hacer en las parroquias «una importante labor de acogida, pero los migrantes no solamente deben ser objeto de nuestras ayudas, su sitio no es solo el despacho de Cáritas, sino que tienen que formar parte activa de nuestras comunidades», prosigue Mónica Prieto.

Si de verdad se hace realidad esa pertenencia, habrá otras luchas. «Es lo que ocurrió en Estados Unidos cuando los obispos salieron a la calle el Primero de Mayo con los migrantes, denunciando que ellos son hoy el rostro del explotado. Para entonces estos inmigrantes explotados eran ya los catequistas en muchas parroquias, desempeñaban un papel activo, y toda la comunidad salió a la calle para denunciar su situación».

En el caso de Europa, la solidaridad con los migrantes debe llevar a la denuncia de «políticas criminales» que «criminalizan la solidaridad» y dejan a muchas personas «sin derechos», lo que las convierte en «pasto fácil de las mafias y de los empresarios sin escrúpulos», concluye Mónica Prieto.