La ciudad de san Isidro - Alfa y Omega

El cronista árabe Ibn Hayyan atribuye la fundación de Madrid, a mediados del siglo IX, al impulso reorganizador y constructivo en la frontera media de Muhammad. A priori, se perseguía un doble efecto: estabilizar las fronteras septentrionales de al-Ándalus e integrar los territorios insumisos al poder del Estado cordobés. A partir de este momento, una extensa región, equivalente a las actuales provincias de Madrid, Guadalajara y buena parte de Toledo, comenzará a dinamizarse más eficazmente.

Entendemos que la fundación de Madrid debería comprenderse como un paso decisivo en la islamización de una región que aún mantiene una robusta herencia visigoda. De aquel momento contamos con un extraordinario patrimonio monumental, como el primer recinto, identificado como emiral, con un perímetro aproximado de 850 metros y cuatro hectáreas de superficie útil.

Mayrit, transformada en medina por Abd al-Rahman III, en el primer tercio del siglo X, atraería a numerosos colonos, familias que se irían instalando en los espacios extramuros de la almudaina, generando así varios arrabales. El periodo de máxima expansión demográfica y en hectáreas ocupadas se conseguiría a lo largo del siglo XI. El solar habitado estaba dividido en dos extensos barrios separados por el arroyo de San Pedro o vaguada de la calle de Segovia. Uno crece a oriente y al norte de la ciudadela, con el arroyo del Arenal y el barraco de la calle Escalinata como marcas geográficas. El otro, desarrollado alrededor de la colina de San Andrés, con las Vistillas y las cavas de San Francisco y San Miguel como limitadores. Más complicado es conocer el modelo de vivienda usual, aunque por los escasos datos disponibles tendríamos cabañas de postes y residencias en cueva.

Frente a la carencia de estructuras de habitación, otros vestigios son más frecuentes, la mayoría ligados al abastecimiento de agua. Son numerosos los ejemplos de pozos junto a una compleja red de qanats. Curiosamente, uno de estos viajes de agua discurre a pocos metros de la Casa de San Isidro. Tanto por el tamaño de los pozos, como por la distribución de estos en distintas zonas de los arrabales, parece que estamos ante un modelo de granja familiar periurbana dependiente de pequeños propietarios. En cualquier caso, este conjunto contaría con la vivienda principal y otras instalaciones accesorias, como corrales, noria de sangre, alberca y huertos. Es decir, los musulmanes madrileños se dedicaban a la tradicional actividad agropecuaria, con agricultura de secano e irrigada; al pastoreo, pero también producían ciertas manufacturas, como la alfarería o los curtidos. Entre las especies cultivadas han sido identificadas la cebada, el trigo, el centeno, el melón, las coles, el ajo, habas y árboles frutales.

Distinto es el uso de los alrededores de la plaza de la Cebada, anexa a la iglesia de San Andrés, pues aquí se localizaría una extensa maqbara. El cementerio de rito coránico tendrá un prolongado uso hasta principios siglo XVI. En cuanto a los edificios religiosos, Madrid contaría con varias mezquitas: la mayor en la desaparecida iglesia de Santa María, y otras de barrio, como la iglesia de San Nicolás.

Aunque no se han encontrado vestigios que lo certifiquen, la tradición historiográfica insiste en la presencia de un reducido grupo de mozárabes. Dicha comunidad habría estado ubicada en el entorno de las Vistillas. De hecho, aquí fue erigida la parroquia de San Andrés, lugar que custodiaba el arca con los restos de san Isidro.

Tras la capitulación de Toledo, en 1085, se pone en marcha una nueva fase historia. Y aquí nos encontramos a Isidro (1082-1172), el labrador, un observador privilegiado que contempla cómo llegan a la villa nuevos colonos. Originarios de la meseta norte se mezclarán con los mozárabes locales y con los pocos musulmanes que habían decidido quedarse en Madrid. Vivir en la frontera durante el siglo XII no será sencillo. Tampoco consolidar la nueva sociedad cristiana surgida en este momento.