La atención primaria es un reto social urgente
Hay que buscar soluciones. La asistencia primaria reclama una inyección de dinero y efectivos, pero también una visión clínica y social. La politización solo enturbia
El sistema sanitario precisa una reconversión administrativa y humana y debería empezar por la puerta de entrada de los problemas de salud y de la prevención, que es la atención primaria. Faltan médicos, sobra burocracia y el salario es escaso. Son las principales quejas de un sector que está bastante envejecido. Apenas se reponen los más de 800 médicos que se jubilan cada año. Algunos consideran una auténtica sinrazón dedicar diez años a formarse —seis de universidad y cuatro de especialidad— para ocupar gran parte de su tiempo con certificados y tareas burocráticas, además del agravio del salario, inferior al de otras especialidades. Por eso están protestando en los últimos meses.
Urge que el Gobierno, las comunidades autónomas y expertos colaboren. Aunque la universidad debe dar el primer paso para que la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria disponga de un lugar específico y hasta preferente. Unas aulas que compaginen expectativas vocacionales con una formación ética de calidad, que genere conciencia moral para valorar la vida, enfrentarse a la enfermedad, al dolor y a la muerte desde la dignidad humana. En lugar de resolver el problema, los políticos han hallado un filón para utilizarlo como arma arrojadiza.
España destina el 15 % de los presupuestos de salud a los más de 13.000 centros de asistencia sanitaria que existen. La OMS recomienda el 25 %. Según la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Salud, solo ha crecido seis décimas este año. Esta situación afecta a 36.000 médicas y 38.000 enfermeras. Porque la atención primaria tiene nombre de mujer. Son el 67 % del personal médico y el 80 % del de enfermería. La solución es apremiante. Otro dato: uno de cada tres médicos de atención primaria supera los 60 años. El horizonte es obstinado también con una población española que envejece: el 20 % es mayor de 65 años, pero en 2030 lo será el 30 %. Nuestros políticos mantienen una mirada cortoplacista y solo el año electoral puede albergar esperanzas de mayor determinación.
La inversión económica es fundamental, pero la solución requiere audacia, mejor gestión y educación sanitaria de la ciudadanía. La atención primaria debería vertebrar el servicio de salud y habría que reordenar tareas y ajustarlas a las necesidades de la nueva sociedad. Más tecnológica, pero sin perder humanidad. El objetivo es el individuo, proteger su salud integral. «Humanizar es la esencia de la medicina y un desafío en la sociedad actual», manifestaba recientemente el doctor José Francisco Zamarriego en la entrega de los Premios Vicente Pozuelo Escudero para la Humanización de la Medicina.
Más cosas. Los ambulatorios necesitan psicólogos. La pandemia ha sido el mejor testigo. Dos de cada tres pacientes con trastornos de ansiedad o depresión son tratados por su médico de cabecera, casi siempre con soluciones exclusivamente farmacológicas. La recuperación de los servicios de urgencia aliviaría las urgencias hospitalarias y eliminaría esperas y molestias innecesarias. Los profesionales de enfermería pueden filtrar la demanda de los usuarios: personas que solicitan asistencia y acuden sin cita, canalizar la atención telefónica o personal, promover una educación saludable. En fin, favorecer que el facultativo disponga del tiempo necesario para escuchar al paciente. Y, repito, la atención primaria debe ser atractiva. La precariedad y los contratos inestables han expulsado a muchos.
Hay que buscar soluciones. La asistencia primaria reclama una inyección de dinero y efectivos, pero también una nueva visión clínica y social. La politización solo enturbia.