La Anarquista, de David Mamet: Una dialéctica brillante sobre las tablas - Alfa y Omega

Si lo que buscan es un diálogo magnífico, una retórica constante, permanecer durante ochenta minutos con el corazón dividido entre un lado de la balanza u otro, entre ser ustedes jueces y verdugos al mismo tiempo, no pueden dejar de ir al Teatro Español, que hasta el 27 de enero estrena en la Sala Pequeña La Anarquista, última obra del dramaturgo norteamericano ganador del Premio Pulitzer, David Mamet; quien hace una apuesta arriesgada por su hondura moral y enormemente exigente en sus intenciones.

Cathy, una revolucionaria de los años sesenta, a quien da vida una magnífica Magüi Mira, lleva treinta y cinco años en prisión por un delito de sangre. Una brillante Ana Wagener encarna a Ann, una funcionaria de prisiones que le hará una última entrevista para informar sobre su caso y decidir si le conceden o no la liberación. Esta es la trama de la obra. Cathy se juega en una última entrevista su libertad. Anhela salir de la cárcel para despedirse de su padre, para que éste le perdone. Y para ello, a Cathy no le cuesta nada mentir o no, abrazar la fe, maquillar la realidad, pedir perdón, arrepentirse de los años locos de la revolución.

Pero al otro lado de la mesa está Ann, quien desconfía de esos escritos que Cathy aporta como prueba, quien no ve arrepentimiento en sus palabras, quien en su vocación de servicio al estado no puede tolerar un desliz que lleve por nombre libertad. Ella piensa en las familias de los asesinados y en la última pieza del puzzle, la que fuera pareja sentimental de Cathy en aquel atentado, que todavía anda suelta. Es como un perro de presa. No está dispuesta a dar la libertad a cambio de nada. Su puño de hierro no se lo permite. Ahí está el drama.

La obra se construye sobre el diálogo, la intromisión en la intimidad ajena, en la sexualidad y las emociones de unas y otras. Se dicen las cosas; sí, se dicen. Se trata de decir más allá de pronunciar, porque aquí las palabras cuentan. Ninguna puede estar de más. Todo está medido, como la revolución, a sabiendas de las consecuencias; aunque a veces no gusten. Como dijera Camus en boca de Kaliayev: «Entré en la revolución porque me gusta la vida». A Cathy le gusta la vida también, saborearla desde la cárcel donde ha sobrevivido con amores y anhelos. Y Ann está ahí para sopesar esa alma que se arrepiente. Necesita creer en su perdón. Desenmascararlo.

El debate ideológico está servido. La oralidad en estado puro. Un juicio de presente y pasado. Mentiras y caricias. Celos y rencores. La pasión por la vida. La justicia. La franqueza. El horror. El error también, a partes iguales.

Déjense atrapar por el dolor oculto tras las palabras de estas magníficas oradoras. Todavía hoy se puede hablar de bandos irreconciliables. Hay muchas heridas abiertas. El duelo está servido. Las actrices no defraudan, les perseguirá su hondura de ideales; Mamet se les anclará al pescuezo porque les aseguro que saldrán del teatro tocados por la magia de la retórica. No sabrán de dónde sale la culpa, pero también –créanme– les perseguirá hasta el sueño.

La Anarquista

★★★★☆

Teatro:

Teatro Español, Sala Pequeña

Dirección:

Calle del Príncipe, 25

Metro:

Sol, Sevilla

ESPECTÁCULO FINALIZADO

Cartel de 'La Anarquista'