Justicia: poética, terrena y divina - Alfa y Omega

Justicia: poética, terrena y divina

Maica Rivera

A caballo entre el ensayo y la novela, el especialista en literatura medieval Eric Jager reconstruye la historia real del último juicio por combate celebrado en París, llevada –extraordinariamente– al cine por Ridley Scott. Cuenta que corría una fría mañana de 1386, pocos días después de Navidad, cuando una muchedumbre exaltada, con el rey de Francia a la cabeza, se congregaba en el monasterio Saint-Martin-des-Champs de París para contemplar este duelo a muerte entre el caballero Jean de Carrouges y el escudero Jacques Le Gris, que suscitó una gran polémica y enorme revuelo en el país. Todo había comenzado casi un año antes, cuando Carrouges, de regreso de una campaña en Escocia, en medio de la Guerra de los Cien Años, era recibido entre lágrimas por su esposa. La bella y virtuosa Marguerite le contaba que, durante su ausencia, Le Gris la había acechado vilmente hasta encontrar ocasión de violarla en el solitario castillo de Capomesnil.

Le Gris, que negó siempre tales hechos, literalmente hasta su muerte, acusó, por su parte, a Carrouges, de coaccionar a su mujer para promover la denuncia por puro odio y celos hacia su persona. Pero, al parecer, Carrouges jamás titubería. Basándose en el testimonio jurado de Marguerite, culpó a Le Gris de cinco cargos graves: violación; adulterio, por mantener relaciones ilegítimas con la dama; traición, por haber roto su relación de confianza; incesto, por dañar el vínculo de parentesco establecido al haber apadrinado, años antes, a un hijo suyo, y perjurio, al negar la culpa ante los tribunales. Llevó el pleito al Parlamento de París, que decretó algo muy inusual, especialmente en un caso con testimonios no corroborados: el «juicio de Dios». La teoría de Eric Jager es que la Corte Suprema, en medio del gran escándalo, temió tomar partido por uno u otro bando, en los que, por su parte, sí se habían alineado fieles siervos del rey y nobles poderosos. Y decidió, por tanto, «poner el espinoso asunto en manos de Dios», es decir, hacer pelear a los litigantes a caballo, lanza en ristre, con armadura completa, espada y dagas en los cintos, hasta que solo quedara uno en pie en una victoria que daría cuenta en sí misma del definitivo «pronunciamiento divino sobre la querella».

Sobrecoge la espiral de rencor a la que sucumben Carrouges y Le Gris, su descripción cronológica mes a mes es apabullante. Ávidos ambos de tierras y privilegios por parte del conde Pedro, a cuyo servicio se hallan, dejan que su amistad se convierta en rivalidad a causa de la avaricia. El vínculo fraternal se les va emponzoñando con envidias disfrazadas de honor, soberbia con apariencia de orgullo, hasta llegar a la ira furibunda, al deseo de venganza y a la violencia ciega del desenlace.

Mención aparte para el impacto que causan los detalles históricos que nos hablan de la desprotección (física, legal…) de la mujer medieval ante la sociedad de su tiempo, de su doloroso silencio obligado ante los salvajes abusos de poder. Según afirma el investigador, Marguerite solo buscó justicia, y afrontó con valentía la vergüenza e incluso la posible deshonra por hacer público lo sufrido. Además, en la última etapa de resolución del conflicto, hubo de encarar una situación aún más delicada. No habría miramientos con ella, ni siquiera por haber sido madre recientemente: si vencía Le Gris en el campo de batalla sería condenada a morir en la hoguera, acusada de perjurio y de mentir en un cargo por un crimen no cometido.

Sin ánimo de desvelar demasiado, únicamente un apunte final, como curiosidad. Se dice que el vencedor del último duelo, sintiéndose en deuda con Dios y para dar gracias, ofreció, junto con sus plegarias, parte del botín de su victoria en Notre Dame.

El último duelo
Autor:

Eric Jager

Año de publicación:

2021

Páginas:

304

Precio:

14,90 €