Juan Caño: «Es importante alentar, reflejar lo bueno»
El presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid (APM), Juan Caño, reconoce que ha echado «mucho» de menos estar implicado en la cobertura de la pandemia. «Cualquier periodista lleva dentro esa necesidad de estar en primera línea cuando se producen acontecimientos históricos como este». Después de 50 años de experiencia en Europa Press, EFE y al frente de una docena de revistas, y de narrar el Watergate o el despegue del Apolo 11, en esta ocasión le ha tocado permanecer en la retaguardia. Una posición, por otro lado, privilegiada para evaluar cómo se ha comportado la prensa.
Hace un año España pasó, en una semana, de llamadas a la calma a estar confinada. ¿Jugaron los medios algún papel en un cambio tan brusco?
Indudablemente los medios no estaban preparados para esto. Los pilló de improviso, como a los políticos y a los sanitarios, sus dos fuentes principales. Aunque sí transmitimos lo que estaba pasando en Italia. Eso sí, tanto los médicos como los periodistas hemos reconocido públicamente que metimos la pata, mientras que los políticos no han sido capaces.
Se han escuchado contra los medios tanto críticas por un exceso de información que generaba angustia al principio, como por dar una información demasiado amable que hizo que la gente no fuera consciente del riesgo real. ¿Es real alguna de estas acusaciones?
Yo creo que ambas. Al principio todos los medios multiplicaron sus audiencias, había una avidez tremenda de información. Pero después se ha ido produciendo una fatiga porque ha habido un exceso de información. Nuestro último informe anual lo pone de manifiesto: casi la mitad de la población opinaba que la cobertura de la pandemia fue excesiva. La audiencia estaba hastiada por la acumulación de noticias. También jugó un papel muy importante el poder político, que quería a toda costa impedir que hubiese fotografías que pudiesen generar mayor alarma social. Fue dificilísimo para Fernando Lázaro conseguir esa imagen que va a pasar a la historia de la morgue del Palacio de Hielo que El Mundo publicó en portada, porque el Gobierno no quería en absoluto fotos como esa. Igual que no ha querido reconocer muchas de las muertes por COVID. Parecía que los culpables eran ellos. Y una parte de culpabilidad tienen por impedir la difusión de esas informaciones y esas imágenes. Pero para mí, al mismo tiempo, es importante el periodismo positivo. Ambas cosas son compatibles.
¿Periodismo positivo?
He estado reflexionando sobre el papel del periodismo y durante el inicio de la pandemia ha ejercido una cuarta función, además de las tres que se dicen siempre de informar, formar y entretener: alentar o animar a la gente a reponerse. Es necesario agarrarse a algo para poder sobrevivir. En Inglaterra The Guardian multiplicó sus piezas de periodismo constructivo y de soluciones en la sección The upside. También estaba The week in good news (La semana en buenas noticias) en The New York Times. En España no se ha dado tanto, pero ha habido ejemplos muy bonitos. Por ejemplo, una portada antológica de la revista Hola el 25 de marzo, con un dibujo de un corazón formado por un numeroso grupo de personal sanitario y un grito de esperanza, «Arriba los corazones». A toro pasado las cosas se ven de otra manera, pero en ese momento era necesario hacerlo y los medios se pusieron a la vanguardia para que la gente pudiera soportar lo que nos venía.
¿De verdad es responsabilidad de los medios velar por el bienestar psicológico de la gente?
Siempre ha ocurrido: en las guerras, en las grandes catástrofes, los medios han sido puntales para que la gente pudiera tener un rayo de esperanza, animarla a través del reflejo de lo bueno con esas noticias. Por ejemplo, promoviendo la solidaridad, contando cómo se organizan los comedores sociales. Montones de iniciativas de ese tipo tienen que ser reflejadas por la prensa para que la gente se dé cuenta de que existen. En momentos así se ponen en peligro valores principales como la salud o la economía. Pero, como dice el filósofo Javier Gomá, otros como la solidaridad y la dignidad salen reforzados.
Se ha acuñado el término infodemia. ¿Realmente puede haber demasiada información sobre algo?
No es mejor cuanta más información hay, sino cuanto mejor esté preparada y empaquetada. Pero se ha producido una reiteración de información que ha causado fatiga. Y luego, como cada autonomía tenía normas diferentes, en los telediarios se tenían que relatar todas, algo repetitivo que cansaba al máximo. La labor del periodista es saber seleccionar, no dar todo el material. Eso espanta a las audiencias.
Eso es difícil con la información de servicio, en la que hay que hacerse eco de todas las normas, cambios, etc.
Es el problema del país en el que vivimos, con el sistema que nos hemos dado.
La APM ha seguido de cerca el plan del Gobierno contra la desinformación para evitar que abriera la puerta a la censura. ¿Qué han constatado de momento?
En el momento inicial se produjo por parte del Gobierno una mala información que fue la que motivó todo tipo de suspicacias y críticas. Pero no se trata de controlar a los medios actuales, lo que se quiere es prevenir ataques informáticos desde el extranjero. A las asociaciones profesionales se nos ha invitado a formar parte de un comité, que es la base de lo que se quiere hacer, aunque lamentablemente no se ha reunido más que una sola vez. Últimamente el proyecto ha sido bendecido y avalado hasta por la Comisión Europea.
El primer CIS durante la pandemia preguntaba sobre la conveniencia de «prohibir la difusión de bulos e informaciones engañosas y poco fundamentadas» remitiendo «toda la información sobre la pandemia a fuentes oficiales». Pero se ha visto que las informaciones oficiales han sido las que en ocasiones han sido engañosas.
Exacto. Y la voz de alarma inicial vino de esa pregunta. Por lo que velamos desde la asociación es por la pureza de la profesión, que tiene unas normas para funcionar éticamente bien. Un periodista sabe que lo primero que tiene que hacer es verificar una noticia. Después jerarquizar, darle la importancia que tiene, ni más ni menos. Y luego contextualizar. Solo si se siguen las tres se logra la información que todos deseamos. Pero la primera es fundamental: verificar, verificar, verificar.
Habla con envidia de las televisiones estadounidenses que cortaron una transmisión del presidente Trump porque decía falsedades. ¿En qué momentos se debería haber hecho eso en España?
Cuando se ha afectado realmente a la libertad de expresión, cosa que han hecho en algunos momentos los partidos políticos. No quiero concretar, no se trata de poner a unos contra otros. La misión de los medios en momentos como ese con Trump es impedir que se desinforme a través de campañas de mentiras que podrían ocasionar graves problemas, como vimos con el asalto al congreso. La libertad de expresión tiene sus límites, y uno es evitar el odio.
¿Silenciar esos mensajes es la mejor opción? ¿No alimenta un sentimiento de conspiración o censura que refuerza esas opiniones?
Hay que ofrecer el mensaje, pero en ese mismo momento jerarquizarlo y contextualizarlo. No puedes lanzar una cosa y no contar exactamente qué importancia puede tener y en qué momento y por qué se dice.
¿Ha puesto en evidencia la pandemia las debilidades del periodismo actual?
Ha servido en primer lugar para reconocer nuevamente que la formación del periodista no siempre es óptima. El periodismo tiene que tener una formación permanente, especialmente en estos momentos. Como cualquier otra profesión; como los médicos, que hacen seis años de carrera y el MIR, pero se siguen poniendo al día. La revolución tecnológica ha pillado a muchos fuera de órbita. Y el periodista se tiene que especializar. Tenemos que tener profesionales especializados en cada materia de importancia. En la APM, damos cursos con gran frecuencia sobre todo tipo de temas.
¿Esta falta de formación puede ser una de las razones de que se caiga en una cobertura que solo recoge declaraciones de unos y otros e interpreta todo en clave política?
Para mí es mucho más problemático el periodismo de Wikipedia, que no está en la calle. El teletrabajo es beneficioso para las empresas, incluso para algunos periodistas porque pueden conciliar mejor. Pero no es bueno para la profesión porque la priva del aroma de la calle, de ese «desgastar las suelas de los zapatos» al que se refería el Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales.