José Luis Bonet: «Los empresarios no tienen por qué ser unos explotadores» - Alfa y Omega

José Luis Bonet: «Los empresarios no tienen por qué ser unos explotadores»

El presidente de la Cámara de Comercio, padre de doce hijos, aboga por integrar en la empresa los valores familiares y la doctrina social de la Iglesia

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
El empresario catalán dirigió entre 1999 y 2019 la empresa familiar Freixenet
El empresario catalán dirigió entre 1999 y 2019 la empresa familiar Freixenet. Foto: Cámara de Comercio de España.

El rey Felipe VI entregó la semana pasada la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil al presidente de la Cámara de Comercio de España, José Luis Bonet, una distinción que se une al doctorado honoris causa que le otorgó el día anterior la Universidad Católica de Murcia.

En la entrega del doctorado en la UCAM, la presidenta de la universidad destacó su «defensa del modelo empresarial basado en valores familiares». ¿De qué valores se trata?
Los de cualquier ser humano, tener un propósito en la vida y lo que yo llamo las tres T: talento trabajo y tenacidad, a la que añadiría una cuarta que es transformación. La integración entre familia y empresa hace que los valores en ambos campos coincidan en muchos puntos. El esfuerzo titánico en ocasiones que hace la familia, la generosidad que se vive en el hogar y el amor que hay entre sus miembros son elementos que he visto en muchas empresas familiares, la mayoría pymes pero también otras de gran tamaño. En realidad, lo que vivimos en España es un capitalismo familiar, porque el 80 % de nuestro tejido empresarial sigue este modelo, que hace prosperar territorios enteros.

Sacrificio, generosidad, fecundidad y compasión se contraponen al rendimiento por encima de todo, caiga quien caiga.
El desafío es lograr un capitalismo más humano. Las empresas familiares tienen una virtud de la que todos podemos aprender: son el único máster de emprendimiento que hay en España. Hay excelentes escuelas de técnicas empresariales, pero a ser empresario se aprende en la hora de comer y de cenar en las familias que comparten la gestión de un negocio. Ahí es donde se vive la empresa.

¿Cuáles son los principales desafíos de estas empresas hoy?
Los de siempre. El primer reto es crecer, porque las empresas que no crecen están acabadas. El segundo es hacerlo de manera inclusiva, trasladando a la empresa el clima del ámbito familiar, aunque haya tensiones.

¿Eso es posible?
Se puede, tan solo se trata de buscar un modo de vivir en el que quepan todos, como en una familia, desde los directivos a los trabajadores. Los empresarios no tienen por qué ser unos explotadores. La célula básica de la sociedad puede aportar mucha humanidad a las relaciones dentro de una empresa.

Cada vez compramos más a través de grandes plataformas, en detrimento del pequeño comercio. ¿Qué estamos perdiendo en esta dinámica?
También hay grandes plataformas que son empresas familiares, pero es cierto que es indispensable, también en la economía, el contacto humano, caminar juntos, vernos las caras. Eso hace una economía más humana.

Usted ha dirigido durante años Freixenet, la compañía de su familia. ¿Con qué noticia abriría usted la mejor botella de su bodega?
En este momento, por que se lograse el consenso político. Si la cooperación entre lo público y lo privado va funcionado, ¿por qué no puede haber este consenso entre todos? Lo lógico es remar juntos, no asistir a este espectáculo que no me parece bien.

¿A qué se refiere exactamente?
Al Gobierno y a la oposición. El nivel de cooperación es casi nulo y no debería ser así. ¿Por qué no hablar de lo que nos afecta a todos y ponernos de acuerdo en el interés de España? En los años de la Transición sí hubo esta manera de trabajar y eso plantó bases que nos han permitido vivir bien hasta hoy.

Usted es el cabeza de familia de una familia numerosísima. ¿Por qué apostar por la familia en estos tiempos tan inciertos?
Tengo doce hijos que son lo más importante de mi vida. La familia, planteada de una manera sensata, debe tener como principio fundamental el crear vida. Nuestra sociedad tiene el grave problema de que está restringiendo esta dimensión. Sin hijos, mal asunto… Los inmigrantes deberán integrarse rápidamente y hará falta una visión distinta de las jubilaciones, es evidente, para no perder capacidad productiva y económica. La falta de hijos es una de las grandes carencias de la sociedad; el país debe tener esa vitalidad para ir adelante.

¿Es usted un hombre de fe? ¿Cómo ha intentado llevarla a la práctica en su desarrollo profesional?
Soy creyente y católico. Creo totalmente que en el ámbito de la empresa se puede seguir y hacer respetar la doctrina social de la Iglesia. Para quien tiene fe, su labor en cualquier campo ha de ser coherente.