Ante las nuevas ideologías, «necesitamos proclamar a Jesucristo»

El líder de los obispos de EE. UU. pide «proclamar a Jesucristo» ante las nuevas ideologías

«Debemos tener presente» que fenómenos como la cultura de la cancelación «responde a necesidades y sufrimientos humanos reales». Sin embargo, al rechazar a Dios no lograrán su objetivo, ha afirmado José Gómez al presentar el Congreso Católicos y Vida Pública

María Martínez López
Foto: Rodrigo Pinedo.

La «cultura woke», la lucha por la justicia social y otras ideologías como las políticas identitarias son «peligrosos sustitutos de la verdadera religión». Están alimentadas por «intenciones nobles», pero al negar a la persona «no pueden promover el auténtico florecimiento humano». De hecho, «están provocando nuevas formas de división», discriminación e injusticia. Lo ha subrayado este jueves José H. Gómez, presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense, al presentar el 23º Congreso Católicos y Vida Pública, que se celebrará del 12 al 14 de noviembre con el lema Corrección política: libertades en peligro.

Gómez, también arzobispo de Los Ángeles, ha compartido su visión sobre este fenómeno en su país. Allí, como «de diferentes maneras» en toda Europa, se está dando una secularización que, en la práctica, es una «descristianización» que busca eliminar de forma «deliberada» cualquier influencia cristiana. «El espacio que la Iglesia y los cristianos creyentes pueden ocupar se está reduciendo», pues se los ve como una «amenaza para las libertades» y la seguridad de otros.

La pandemia de coronavirus «aceleró» esta tendencia. «La tensión y el miedo causado por la pandemia y a raíz del aislamiento social» se unieron al asesinato de George Floyd, «un hombre afroamericano que estaba desarmado, a manos de policía anglosajón». El presidente del episcopado ha matizado que esta «tragedia» se convirtió para muchos, incluido él mismo, «en un claro recordatorio de que la desigualdad racial y económica está todavía profundamente arraigada dentro de nuestra sociedad». «Debemos tener presente esta realidad», ha subrayado. Porque existe «un debate que es absolutamente esencial sobre la manera de edificar una sociedad que amplíe las oportunidades para todos, sin importar el color de su piel ni su procedencia o situación económica».

Una «historia de salvación» alternativa

Con todo, ha reconocido que con las protestas por la muerte de Floyd, «estos movimientos se desataron por completo». Ha explicado que «la mejor manera de que la Iglesia entienda lo que son los nuevos movimientos de justicia social» y política identitaria, lo que se presenta como «cultura woke», «es considerarlos como pseudorreligiones, e incluso como reemplazos y rivales» de las tradicionales. «Dan a la gente una explicación» del mundo, junto con «un significado, un propósito de vida y la sensación de pertenencia a una comunidad».

Presentan, además, su propia «historia de salvación», que Gómez resumió así: «No podemos saber de dónde venimos», pero «tenemos intereses comunes con quienes comparten nuestro color de piel o nuestra posición» social. Este grupo «está sufriendo» sin tener culpa, pues «somos víctimas de la opresión de otros». La liberación y «redención» vendrán «a través de nuestra lucha constante» contra los opresores. Este discurso «es ciertamente poderoso y atractivo» para muchos en Occidente. Y lo es porque ofrece explicaciones sencillas, pero también porque «responde a necesidades y sufrimientos humanos reales».

No hay igualdad y dignidad para todos sin verdad

«Todos queremos fomentar una sociedad en la que haya igualdad, libertad y dignidad para todas las personas», ha subrayado el arzobispo de Los Ángeles. Pero esto solo se podrá edificar «sobre la base de la verdad sobre Dios y sobre la naturaleza humana». Así lo ha afirmado la Iglesia en los últimos siglos y, más recientemente, tanto Benedicto XVI como Francisco en Fratelli tutti: «A menos que creamos que Dios es nuestro Padre, no encontraremos motivo para tratar a los demás como nuestros hermanos y hermanas».

El problema es que «las teorías e ideologías críticas de hoy son profundamente ateas» y niegan la dimensión espiritual y trascendente; o, al menos, piensan que «es irrelevante» para la felicidad. Reducen lo que significa ser humano a cualidades como el color de piel, el origen étnico, el sexo, la noción de género o la posición social. Están «arraigadas en una visión cultural marxista», y también tienen rasgos en común con el maniqueísmo, el gnosticismo, el pelagianismo o el utopismo.

¿Cómo responder?

La respuesta a esta realidad «es sencilla: necesitamos proclamar a Jesucristo», y hacerlo «audazmente, con creatividad», narrando nuestra historia de salvación «de una manera nueva». Gómez ha instado a no «dejarnos intimidar», porque «el Evangelio sigue siendo la fuerza más poderosa de cambio social». De hecho, «la Iglesia ha sido antirracista desde el principio».

Jesucristo, ha subrayado, «vino a anunciar la nueva creación, al hombre y la mujer nuevos», nos enseñó a conocer y amar a Dios y nos llamó a llevar el Evangelio a toda la tierra para «reunir a la única familia de Dios que abarca a gente de todas las razas». Aunque «no siempre hemos estado a la altura de estos hermosos principios». Más que una nueva religión secular, el mundo «necesita que ustedes y yo seamos mejores testigos, mejores cristianos. Empecemos por perdonar, por amar, por sacrificarnos por los demás, desechando los venenos espirituales como son el resentimiento y la envidia».

Para ello, el presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense ha citado a la sierva de Dios Dorothy Day, «testimonio importante de la manera en que los católicos pueden trabajar para cambiar el orden social a través del desprendimiento radical y del amor a los pobres». Ha citado asimismo al venerable Augustus Tolton, nacido en la esclavitud, que se convirtió en el primer sacerdote afroamericano del país. Él afirmó que «la Iglesia católica deplora una doble esclavitud: la de la mente y la del cuerpo. Ella se esfuerza por liberarnos de ambas».

La indigencia del hombre sin Dios

Al terminar el discurso del presidente de los obispos estadounidenses, el arzobispo de Burgos, Mario Iceta, ha recordado la frase de Jesús de que «a los pobres los tendréis siempre con vosotros», lema escogido por el Papa para la Jornada Mundial de los Pobres, que coincidirá con el congreso. Ponía así el foco en «la indigencia del ser humano sin el amor de Dios». Según ha desgranado, hay una «pobreza material», por supuesto, pero también hay «una pobreza personal, familiar»; una pobreza provocada por la soledad, que es «la gran pandemia», y «una pobreza de Dios». Acompañarlas —ha aseverado— «es la gran y apasionante tarea de la Iglesia».

Para ilustrarlo, el prelado ha subrayado que la Iglesia, aunque también tiene «sus pecados», ha realizado siempre una permanente apuesta por la educación; estuvo tras el surgimiento del derecho de gentes en la Universidad de Salamanca, o ha defendido siempre la vida, del no nacido al anciano.

«Cristo es la plenitud de lo humano. Él es quien enseña al propio hombre cuál es su vocación, cuál es su destino, que es un destino pleno», ha abundado Iceta, al tiempo que ha incidido en que la sociedad muchas veces intenta «apagar» esos deseos, tal y como señala el Papa en Christus vivit al decir que «nacemos únicos y morimos fotocopias».

Un «despertar religioso»

«Sin permanecer pasivos ante la injusticia social» nunca, ha insistido Gómez, la Iglesia debe transmitir un mensaje de «humildad y realismo» sobre la condición humana y su fragilidad. Por ello, sin «buscar dañar o humillar» o arruinar la subsistencia y la vida de las personas, la verdadera religión ofrece a todos un camino de redención.

El arzobispo de Los Ángeles ha querido concluir recordando que la providencia y «la mano amorosa de Dios siguen guiando nuestras vidas y el destino de las naciones». Mientras Estados Unidos y México se preparan para el 490º aniversario de las apariciones de Guadalupe a partir del 12 de diciembre de este año, «ya estamos viendo señales de un despertar religioso en nuestro país, por debajo de las controversias» e incertidumbres. Y se ha mostrado convencido de que en los años que quedan hasta el quinto centenario, este fenómeno crecerá.

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