Johnny Cash, del infierno al cielo - Alfa y Omega

Cuando era niño, Johnny Cash recolectaba algodón en Arkansas mientras su madre le enseñaba los himnos que cantarían en la iglesia baptista los domingos. El góspel, música de la Palabra de Dios, fue su vía de escape, ya que decía que elevaba su espíritu. La gravedad de su voz hizo ver que tenía un don divino, aunque hasta los 23 años no publicó su primer disco en el mismo sello que Elvis Presley. Siendo un adolescente, la muerte en un accidente de trabajo de su hermano mayor Jack le marcó de por vida. Era su ídolo, su referencia, y se iba a convertir en pastor evangélico. Nunca terminó de superarlo y sintió que este siempre estuvo presente en los momentos más importantes.

Leer la Biblia de noche y escuchar música country en la radio fueron dos de las aficiones de la gran estrella de la música popular norteamericana. Un hombre que no dudó en enarbolar la bandera de los más desfavorecidos de la sociedad vistiendo de oscuro en sus apariciones públicas. Fue conocido como el hombre de negro. Un rebelde que no tuvo problemas en enfrentarse al Ku Klux Klan, a políticos que dejaban abandonados a los ancianos enfermos o que mandaban jóvenes a combatir en Vietnam. Visitó reservas de indios, apostó por jóvenes artistas como Bob Dylan, e incluso cantó en prisiones para hacer más llevadera la estancia de los presos. Tenía una capacidad sobrenatural para adaptarse a los estilos musicales y componía desde el alma. Un ejemplo en muchos aspectos, aunque con una vida marcada por el alcohol, las anfetaminas o las infidelidades que dejaban las largas giras por carretera. En los años 60 llegó a estar hundido emocionalmente, destrozado físicamente y abandonado por la música. Su primera mujer, Vivian Liberto, se cansó de un marido que traía dinero a casa, pero no pasaba tiempo con su familia.

Apartado en una mansión en Tennessee, fue rescatado por una religiosa cantante llamada June Carter, con la que se casó. Entre ella y su fe, resurgió de sus cenizas. Se apoyó en el Evangelio, y escribió la novela El hombre de blanco donde hacía similitudes de su vida con el apóstol san Pablo. Un personaje que le tenía cautivado. Recayó en varias ocasiones, pero su tranquilidad espiritual y el amor hicieron que se levantase de nuevo. Se machó a los 71 años, con varios achaques víctima de una carrera de excesos.