Gloria Narváez curaba a los yihadistas que estaban enfermos - Alfa y Omega

Gloria Narváez curaba a los yihadistas que estaban enfermos

«Tiene un corazón grande y bueno. Se ganó el cariño de sus captores», explica Edgar Narváez, hermano de la religiosa colombiana recién liberada de su secuestro en Malí

Victoria Isabel Cardiel C.
Gloria Cecilia Narváez con unos niños en su misión maliense. Foto: OMP

Las marcas de su piel y su aspecto demacrado son el signo más visible del secuestro. Horas eternas de angustia bajo el sol en un punto perdido del desierto entre Malí y Burkina Faso, donde el yihadismo tiene el dominio absoluto. La monja Gloria Narváez, secuestrada en Malí por un grupo terrorista vinculado a Al Qaeda, habla con parsimonia en el vídeo divulgado por la Embajada de Colombia ante la Santa Sede una semana después de su liberación. «Quiero elevar en este día mi acción de gracias a Dios porque lo he sentido cercano en este cautiverio», asegura la religiosa que permanecerá en Roma hasta que complete la pauta de vacunación contra la COVID-19 y pueda finalmente regresar a su Colombia natal. Su hermano, Edgar Narváez, describe a Alfa y Omega los cuatro años y ocho meses de secuestro como «un auténtico infierno». «Ha sido una experiencia muy amarga. Lo peor era mirar los vídeos de supervivencia que nos mandaba la Policía». La primera prueba de vida les llegó seis meses después de perder la pista de su hermana. Le siguieron otras siete. «La primera vez la vimos muy desmejorada. Pero después iba siempre a peor. Cada vez más debilitada, más delgada…», asegura desde la localidad colombiana de Pasto, en el sur del país, donde reside. Su madre falleció en septiembre del 2020 agarrada a la esperanza de su regreso: «Siempre la estuvimos esperando. Tenía fe en Dios de que algún día iba a poder a volver a abrazarla».

La hermana Gloria, de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de María Inmaculada, tiene 59 años y era misionera en África desde 2002. Esta mujer de apariencia frágil tiene, en realidad, una personalidad fuerte y decidida. «Había trabajado en distintos colegios en Ecuador, Perú, México y Suiza. Pero no estaba satisfecha. Ella buscaba la pobreza extrema. Los abandonados del mundo», recuerda su hermano. Estuvo primero en Benín y, en 2017, se trasladó a Karangasso, a unos 400 kilómetros al sur de Bamako, cerca de la frontera con Burkina Faso. «Era consciente de los peligros que acarreaba estar en esa zona, pero era fiel a su misión», sentencia Edgar. Allí ayudaba a las mujeres y los niños de los poblados a salir adelante. «Les enseñaba a leer, a sumar y restar. También es enfermera y ayudaba en un centro de salud». El 7 de febrero de 2017 la comunidad donde vivían fue atacada. «Entraron por la fuerza varios hombres armados con cuchillos y machetes. Pero mi hermana, que estaba rezando en la capilla, se enfrentó a ellos porque habían apresado a una de las religiosas. Les dijo: “Soy la mayor de todas”. Y entonces se la llevaron. Sus captores la vendieron a los yihadistas».

La religiosa estuvo secuestrada con la trabajadora humanitaria francesa Sophie Pétronin, liberada en octubre de 2020, quien dio la voz de alarma sobre su estado de salud: «Su espíritu cede, debemos hacer todo lo posible para sacarla de allí», señaló. Al principio la recluyeron con otro grupo de mujeres en condiciones «más difíciles», pero luego la trasladaron a otro lugar «donde había comida y agua». «La trataron más o menos bien, respetaron su dignidad de mujer y el hecho de ser religiosa», asevera su hermano. «Incluso curaba a sus propios captores, a los yihadistas» que estaban enfermos. «Tiene un corazón grande y bueno. Se ganó su cariño», concluye. Los detalles de su liberación continúan siendo confidenciales.

Malí
Población:

20,1 millones de habitantes

Religión:

Musulmanes, 93,9 % y cristianos, 2,8 %

Conflicto:

155.000 refugiados en otros países, y 347.000 desplazados internos

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