Il villaggio di cartone, de Ermanno Olmi. Metáfora sobre el momento histórico de la Iglesia - Alfa y Omega

Il villaggio di cartone, de Ermanno Olmi. Metáfora sobre el momento histórico de la Iglesia

El veterano cineasta italiano Ermanno Olmi (El árbol de los zuecos, La leyenda del santo bebedor, El oficio de las armas…), que ya había anunciado su retirada del cine con Centochiodi, no ha podido resistir su tentación de volver a dirigir, y ha estrenado Il villaggio di cartone, protagonizada por dos grandes de la interpretación: Michael Lonsdale (De dioses y hombres) y Rutger Hauer (El molino y la cruz, La leyenda del santo bebedor, Blade runner…)

Juan Orellana
Una escena de la película Il villaggio di cartone. Foto: Kash Gabriele Torsello.

La cinta Il villaggio di cartone, de Ermanno Olmi, es minimalista y cuenta la historia de un anciano párroco que desmantela su templo, no sólo por la llegada de su jubilación, sino porque ya nadie acude a la iglesia. Está deprimido y con dudas de fe, cuando llegan al templo buscando refugio un grupo de subsaharianos clandestinos. El párroco los acoge, convencido de que no importa si la fe es débil cuando aún queda el brillo de la caridad.

Esta película es la caja de resonancia de dos diferentes crisis: la crisis en la Iglesia y la crisis personal de Olmi. Respecto a la primera, la película testimonia, en su tramo inicial, el avance de una sociedad laicista que ha ido vaciando muchos templos en las últimas décadas. El sacerdote (Michael Lonsdale) recuerda con nostalgia los tiempos en que jóvenes y viejos celebraban los distintos momentos del año y de la vida en el seno de la parroquia. Pero esa deserción del pueblo viene acompañada de un juicio duro de Olmi acusando a la Iglesia de falta de propuesta y de fe: el párroco está cansado, vive de la rutina, su fe está mortecina y es escasa. Por ello, le dice a Cristo crucificado: «Así de cerca casi no te reconozco; busco tus ojos, pero me miras desde un tiempo lejano». La pérdida de la contemporaneidad con Cristo es la razón de la melancolía depresiva que padece el párroco. Si este personaje se asemeja a un don Quijote desencantado, Sancho Panza sería el sacristán (Rutger Hauer), un hombre frío y pragmático, de corazón mezquino, que representa a los que podríamos llamar cristianos funcionariales: un hombre que ya sólo gestiona correctamente los asuntos de la Iglesia, pero sin fe, ni esperanza, ni caridad.

El director, Ermanno Olmi, durante el rodaje. Foto: Kash Gabriele Torsello.

A esta crisis eclesial descrita, se añade la crisis personal de Ermanno Olmi, un creyente sincero que, desde hace años, vive como problemática su pertenencia a la dimensión carnal, histórica de la Iglesia. Le parece que la Iglesia se ha esclerotizado, que su vida se ha cristalizado en normas y preceptos que, piensa él, reducen el Evangelio. Por eso, en algunos diálogos, como el referido al celibato, deja entrever una solapada posición crítica. Sin embargo, el afecto a Cristo, que siempre ha declarado públicamente Olmi, también se trasluce en el film, en las sinceras oraciones y monólogos del párroco.

Frente a este inquietante panorama, Olmi propone la caridad como camino: «Cuando la caridad es un riesgo, es el momento de la caridad», afirma con convicción el anciano presbítero. Su acogida de los inmigrantes en el otrora espacio sagrado del templo es una metáfora del establo de Belén. Por eso, el párroco canta el Adeste fideles: su hospitalidad con el diferente, con el paria, el que no tiene nada…, hace que el templo profanado vuelva a ser un lugar habitado por Dios. Olmi dibuja en los africanos una religiosidad mucho más pura e inmediata, una fe en Dios natural y profunda, frente a la duda vieja del europeo descreído que encarna el párroco. Ese cambio radical, epocal, se expresa con la frase que aparece en la pantalla como testamento final del director: «O cambiamos nosotros el curso de la Historia, o la Historia nos cambiará a nosotros».

La película es muy lenta, contemplativa, minimalista, con una unidad radical de espacio y tiempo, pero cargada de metáforas religiosas. En ese sentido, algunos encuadres recuerdan a Dreyer. Película minoritaria, pero excelente para una reflexión típica de cineforum. Lo que está claro es que el pueblo católico es el primer destinatario de esta obra testamentaria del maestro Olmi.

Il villaggio di cartone
Director:

Ermanno Olmi

País:

Italia

Año:

2011

Género:

Drama

Público:

Todos los públicos