¿Hasta cuándo?

Fallos, errores, negligencias, falta de controles, exceso de aforo, improvisación, avaricia, irresponsabilidad… Todas estas palabras, y muchas más, han saltado a las primeras páginas de los periódicos y de los telediarios, tras la muerte, por asfixia, de estas cuatro chicas: Rocío, Cristina y Katia (18 años cada una) y Belén (menor de edad), en el pabellón Madrid Arena, el pasado jueves. ¿Todo lo que se ha dicho después de la tragedia no se sabía y no se podía prever antes de ella? Cualquiera que leyera la publicidad que convocaba a la macrofiesta Halloween y tuviera un mínimo de sentido común podía imaginar lo que podía ocurrir, que por desgracia ha ocurrido. El cardenal Rouco ha hablado de «las vías de la verdadera alegría» (ver página 13 de este mismo número) y comenta: «Dejando a salvo todo lo que contribuya al esclarecimiento legal de las causas que provocaron el dramático suceso, hay que alzar la voz de la conciencia personal y ciudadana que debe preguntarse por las responsabilidades públicas y privadas de todos los que, en los distintos ámbitos de las conductas personales, familiares, sociales, culturales y políticas, a la hora de trazar programas educativos, de crear ambientes para los tiempos libres, de propugnar formas y modos de vivir…». El Consejo de la Juventud de España pide que no se demonice a los jóvenes por su forma de divertirse; muy bien, pero cuando una sociedad está enferma, hay que hacer todo lo posible por encontrar y desarraigar las causas de la enfermedad.