Giovanni Maria Vian: «Luciani trató de parar el carro a tradicionalistas y progresistas»
El historiador valora que el nuevo beato Juan Pablo I «fue un cristiano de los pies a la cabeza» y, aunque reconoce su «aislamiento», descarta su asesinato
Coincidiendo con la beatificación de Juan Pablo I llega a las librerías El Papa sin corona (BAC), coordinado por el director emérito de L’Osservatore Romano e historiador Giovanni Maria Vian. Además de descartar definitivamente su asesinato cuando apenas llevaba 33 días en la sede de Pedro, el libro aborda la vida de Albino Luciani, su estilo y su presencia en la literatura y el cine.
Junto a su introducción, la obra incluye otros cinco escritos, y entre los autores está el escritor español Juan Manuel de Prada.
Sí, Prada investiga la presencia de Luciani y de muchos Papas imaginarios en un siglo largo de literatura, desde el Adriano VII de Frederick Rolfe, publicado en 1904, hasta el Pontífice argentino dibujado por Leonardo Castellani en 1964, para llegar al Papa Ignacio imaginado en 2020 por Lucetta Scaraffia en La donna cardinale (La mujer cardenal). Lo mismo hace Emilio Ranzato en el cine, desde Francis Ford Coppola hasta Paolo Sorrentino, con sus logrados Pío XIII, Francisco II y Juan Pablo III. La francesa Sylvie Barnay muestra cómo la imagen de la maternidad de Dios, de la cual habló el Pontífice el 10 de septiembre de 1978, viene de la tradición. Y otros dos historiadores, Gianpaolo Romanato y Roberto Pertici, explican perfectamente las raíces vénetas de Luciani y su esmero para la comunicación.
¿Cómo le marca el Véneto?
Le marca muchísimo, primero porque casi no sale de allí en toda su vida. Hace sólo unos viajes a África, Francia y Brasil, de donde en 1975 vuelve tocado por una trombosis en el ojo derecho, señal indudable de su mala salud. Recibe una formación tradicional muy sólida. Viene de una familia humilde, de padre migrante, y tiene un enorme afecto a la madre, que lo cría. Tiene dos pasiones: la lectura y el catecismo. Pasiones que le acompañarán siempre: como cura, como obispo de Vittorio Veneto, como patriarca de Venecia y como Papa. Fue nombrado obispo en 1958, uno de los primeros de Juan XXIII, que le consagra en San Pedro. Participa en todo el Concilio, que considera una gran escuela. Sin embargo, no reluce y presenta solo una intervención escrita. Nunca fue una figura de primera fila, y no es casual que elija el mismo lema episcopal de san Carlos Borromeo: Humilitas (Humildad). Su actuación fue muy fiel al Concilio, en la línea de Pablo VI, de cumplirlo y aplicarlo, tratando de parar el carro a los tradicionalistas, pero también —y quizá mucho más— a los progresistas, con excesos de dureza, quizá por su timidez, como apuntó el jesuita Bartolomeo Sorge.
Pablo VI lo nombra patriarca de Venecia y lo crea cardenal. De la sede veneciana habían salido Pío X y el mismo Juan XXIII, ¿por qué no entra en muchas quinielas?
Eso se explica por el gran nivel medio del colegio cardenalicio, que contaba con figuras verdaderamente sobresalientes. Como el frente montiniano se dio cuenta del veto de la Curia a Giovanni Benelli, brazo derecho de Pablo VI, entonces candidateó a Luciani, o sea un cardenal residencial, no curial, fiel al Papa Montini, que superó las oposiciones. Pero no se calcularon su aislamiento de la Curia y su desconocimiento de Roma, donde fue poco, solo para su doctorado y para el Concilio. El mismo Papa declaró públicamente que tuvo que estudiar el Anuario Pontificio para intentar entender dónde había caído.
Al elegir su nombre, ¿quiere romper la contraposición entre conservadores y progresistas?
Creo que el nombre venía preparado porque la división entre los seguidores de Juan XXIII y los de Pablo VI era muy fuerte: ya en 1965 Alberto Cavallari hablaba de «parroquias» contrapuestas, de uno y de otro. Este periodista, laico, hizo a Pablo VI la entrevista más bella que nunca se ha hecho a un Papa y conoció en Venecia a Luciani, de quien luego recordaría que habían hablado de la muerte… Y de la muerte Luciani habla en su homilía de Nochevieja de 1977, afirmando que los cristianos tenemos que pensar en la muerte. Cita a Shakespeare, agradece a Dios y dice literalmente: «Prometámosle hacer un buen uso del año 1978, que tal vez nos conceda por entero». Un misterioso presagio.
En su elección no hay coronación, como recoge el título del libro…
La vía estaba marcada por Pablo VI, el último Papa coronado, que ofreció la triple tiara a los pobres en 1964.
Desde el principio es consciente de la importancia de los medios de comunicación y usa imágenes sencillas, como su famoso «Dios es Padre, más aún, es madre»…
Sylvie Barnay demuestra de manera muy fina que está afirmación está arraigada en la Biblia; una imagen que desarrollan algunos Padres de la Iglesia y autores medievales, hasta las teologías feministas. Alrededor del año 380 san Gregorio Nacianceno afirma rotundamente que no se debe pensar en un Dios que tenga sexo. Y en 2007 Benedicto XVI, en el primer volumen de su obra sobre Jesús de Nazaret, al comentar el padrenuestro, especifica que «“madre” en la Biblia es una imagen, pero no un título de Dios», o sea una manera de expresarlo. Esa afirmación y la muerte es lo que más ha quedado de Juan Pablo I.
En la beatificación de Juan Pablo I el pasado domingo, 4 de septiembre, el Papa Francisco incidió en que él «encarnó la pobreza del discípulo, que no implica solo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio yo en el centro y buscar la propia gloria». «Siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde», aseveró, evocando esa sonrisa con la que «logró transmitir la bondad del Señor».
Hablando de su muerte, el Vaticano no sale al paso de ciertas informaciones y hay versiones contradictorias de quién encuentra el cuerpo, además de que no se hace autopsia…
La situación era muy difícil, pero la comunicación vaticana fracasó por completo y fue necesaria una intervención externa para aclarar con fundamentos lo sucedido: el libro Como un ladrón en la noche de John Cornwell, unos diez años después, que pinta con todo realismo a la Curia y al mundillo vaticano. Tampoco la autopsia habría bastado, pero por lo menos habría sido un intento. No fue asesinado, pero también es verdad que no se hizo nada para evitar el aislamiento del Papa y su muerte. El mismo Luciani subestimó su enfermedad: en la última cena se sintió mal pero no quiso que se llamara al médico, por no molestarlo, y su secretario se fue fuera esa noche.
En los capítulos de la obra se detallan obras de ficción que han hablado del pontificado, ¿la mejor está por hacer?
Aunque no le gustan a un literato refinado como Prada, me fascinan las novelas sobre el Vaticano de Morris West: por ejemplo, Las sandalias del pescador anuncia 15 años antes de Wojtyła la elección de un papa ucraniano. Pero más clarividente todavía, y ese sí que le aprecia mi amigo Prada, es el impresionante Papa argentino de Leonardo Castellani, escrito 50 años antes de la elección de Bergoglio… Y Emilio Ranzato a propósito sobre las películas que aluden a Luciani —empezando por Muerte en el Vaticano de Marcello Aliprandi— demuestra que representando Juan Pablo I cambia la visión del propio Vaticano en la imaginación popular.
¿Vamos a ver un Pío XIII como el de Sorrentino?
[Se ríe] Pues… un Papa que no habla y por eso atrae…
La beatificación se suma a las canonizaciones de Pío X, Juan XXIII y Juan Pablo II, Pablo VI, y a Pío XII declarado venerable, ¿hemos tenido los mejores Papas de la historia o es un exceso?
Las dos cosas. Es verdad que en el último par de siglos hemos tenido una serie de personajes muy notables en la sede romana. Pero tenían razón en tiempos del Concilio el teólogo Yves Congar, cuando apuntaba el riesgo de que el papado se glorifique a sí mismo, y Pablo VI, cuando señalaba con clarividencia el peligro de instrumentalización de estas canonizaciones. Sin embargo a Juan Pablo I no se le beatifica por Papa, sino que se reconoce que fue un cristiano de los pies a la cabeza.
Más allá del Papa de la sonrisa, ¿en un titular cómo definiría a Juan Pablo I?
Con una frase que acabo de leer en un diario italiano a propósito de nuestro libro y de la beatificación: la aureola puesta al Papa sin corona.
Algo así como el Papa de la puerta de al lado…
De alguna manera sí, porqué la santidad papal tiene que ser santidad personal. Además, Juan Pablo I supo atraer no solo a los fieles católicos, tanto que el laico Le Monde, fascinado, definió su pontificado «el tiempo de una sonrisa».
Giovanni Maria Vian (ed.)
BAC
2022
216
18 €