Genios inéditos - Alfa y Omega

Tengo el honor de vivir en contacto directo con personas muy especiales, tan especiales que podríamos considerarlas genios inéditos, ocultos a la vista de las miradas miopes de cuantos no saben ver a las personas más allá de su apariencia frágil, disferente (y no, no es un error).

Las personas con discapacidad son disferentes, como todas las personas, que somos diferentes y eso supone nuestra riqueza. La diversidad nos identifica y nos cualifica. No nos separa ni crea distancias. La diversidad nos iguala, porque todos tenemos algo que aportar a este mundo en el que vivimos; todos, sin exclusión, aunque la «cultura del descarte», como la llama el Papa Francisco, diga otra cosa.

En nuestro centro, Casa Santa Teresa, dependiente de la Congregación de las Hijas de Santa María de la Providencia (Obra Don Guanella), hay una mujer con discapacidad intelectual y del desarrollo en grado severo que tiene la rara habilidad de adivinar el día de la semana en que tuvo lugar un evento, aunque haya sucedido en un pasado muy remoto. ¿Que cómo lo hace? Ni idea. Posiblemente tiene su estrategia personal, que es suya y que hace que acierte siempre –comprobado–. Como decía, son genios anónimos e inéditos. Ojalá dejen de ser anónimos para convertirse solo en genios y que todos podamos reconocer su genialidad tan especial.

Así actúa Dios también. Cuando nos crea acierta siempre, porque no lo hace en serie. Cada vez que construye un molde, como un experimentado alfarero, lo destruye y hace otro nuevo. Por eso todos somos irrepetibles. Lo cual en algunos casos es una ventaja y en la mayoría de los casos una bendición y un privilegio que brota directamente del corazón de Dios, que es un Padre enorme.

Entonces queda aclarado que esa mujer con discapacidad de la que hablaba anteriormente y todas las personas disferentes… no son discapacitadas, sino que tienen una o más discapacidades. ¡Y quién no tiene una o 200 discapacidades! Que levante la mano si se atreve. Algunas se ven más y otras menos, pero haberlas, haylas. En nuestro centro tenemos muchos genios en muchas cosas, y eso lo descubrimos cada día y a cada momento. La pena es que estos genios no pueden patentar sus inventos ni registrar su marca –tienen la mejor marca del mundo, la bondad del corazón–. Menos mal que de patentarla se encarga el mismo Dios.