Fundación Amigos de los Mayores: una medicina contra la soledad
Norma Lombarte tiene 84 años, mira con la ternura de quien ha vencido a la soledad y vive en Madrid. Hace años, la pérdida de su hija rompió en mil pedazos su frágil corazón. Tanto, que apenas le quedaban fuerzas para mantenerse en pie. Sin embargo, un día, cuando estaba en el hospital, una doctora que conocía todas las acepciones del verbo sufrir, le derivó a la trabajadora social. Ésta, le habló de una fundación dedicada a luchar contra la soledad no deseada y el aislamiento de las personas mayores a través del voluntariado. Se llamaba Amigos de los Mayores, y su quehacer no encontraba palabras con que describir su misión.
Aquella promesa de entonces, hoy es una realidad, hecha vida por medio de una labor –totalmente desinteresada y sin ningún ánimo de lucro– que aúna, en la actualidad y solo en Madrid, a más de 600 personas atendidas por 600 voluntarios que ofrecen su compañía, amistad y apoyo afectivo. «Desgraciadamente, tras la muerte de mi hija, me tuvieron que apoyar mucho», cuenta Norma, tan delicada en sus pasos como en sus palabras. «Y me comentaron que existía esta fundación. Acepté la invitación y, en muy poco tiempo, vinieron a casa a visitarme con un voluntario, y así nos conocimos».
600 voluntarios para 600 personas mayores
El Instituto Nacional de Estadística acaba de hacer públicas las cifras de su Encuesta Continua de Hogares 2016, donde confirma el aumento de situaciones de soledad no deseada en España –especialmente entre el segmento de la población que más crece, el de las personas mayores–. Así, el 60 % de estas personas que viven solas han expresado ese amargo sentir de aislamiento.
En un solo año, el número de personas mayores que viven solas ha crecido un 4 %, en casi 80.000 personas, según el INE. Conscientes de esta realidad, la fundación Amigos de los Mayores busca fórmulas para gestionar esta problemática y, así, prevenir sus perjuicios en la salud y la calidad de vida. Por ello, elaboran programas de acompañamiento muy variados y flexibles. Trabajan en colaboración con los servicios sociales, y siempre priorizan la calidad y la satisfacción de la persona mayor y dela voluntaria. Para ello, conocen antes personalmente a cada una de ellas y buscan la máxima afinidad con quien le vaya a acompañar. «Cuando nos separamos porque algún voluntario se tiene que ir, lloramos muchísimo, aunque seguimos llamándonos…», confiesa Norma, cuando le pregunto por los voluntarios que han acompañado su caminar. «La primera voluntaria que tuve era maravillosa, como la que tuve después, y como el que tengo ahora, que se llama Alberto». Apenas es necesario preguntarle por su nuevo voluntario para que se le inunden las pupilas de emoción: «Alberto es el no va más. Nos conocíamos de vista, de ir a los eventos y demás. Pero tenerle ahora… Alberto me aporta alegría, simpatía, cariño, comprensión, ayuda espiritual y moral». En general, continúa, «todos los voluntarios son estupendos, de corazón, y hacen una labor muy especial. No te dejan sola en ningún momento y, verdaderamente, son una maravilla».
Las mujeres: las principales perjudicadas
Al hilo de los datos, descubrimos que, de las 4.638.300 personas que viven solas, casi 2.000.000 tiene 65 o más años. Así, en comparación con los datos de 2015, en un solo año ha crecido más de un 4 % el número de personas mayores solas (casi 80.000). Y son las mujeres, como Norma, las principales perjudicadas por esta soledad: 1.367.400 del total, un 70 %.
Por esta razón resulta esencial el saber acompañar; un acompañamiento regular que llevan a cabo en el domicilio de la persona mayor o en residencias (al menos dos horas semanales), de manera puntual (personas que solo piden ser acompañadas para visitas al médico, trámites administrativos, etc.) o dentro del programa Grandes Vecinos, dirigido a crear una red de apoyo vecinal alrededor de aquella persona mayor que, sin sufrir aún una situación de soledad o aislamiento, en breve puede padecerla.
Luchar contra la soledad
Tal y como constatamos a diario, la soledad no deseada puede afectar a la salud y la calidad de vida de las personas mayores, siendo factor de riesgo de la pérdida de capacidad cognitiva, depresión, enfermedades cardiovasculares, mortalidad, etc. A veces, la soledad también mata el corazón, ¿verdad? Trato de preguntarle a Norma. «Bueno, el corazón y otras cosas, hijo. Ya lo creo que sí». Pero es posible salir adelante… «Así es, llega un momento en que asimilas lo que tienes y sigues adelante. Tengo otros tres hijos y nietos que me hacen feliz, y yo soy bastante abierta y activa –siempre lo he sido– y eso también ayuda».
Norma cojea visiblemente. Sin embargo, su alegría no deja paso a sus grietas. «A principio de año tuve una caída que me ha jorobado un poquito; en lo físico, me refiero, porque mentalmente estoy maravillosa. Los mareos, únicamente, pero yo estoy muy bien». Y, en su caminar, no pasa desapercibida en ninguno de los sitios que deja a su paso: «Yo soy muy querida. Desde que me casé en 1959, vivo en el mismo sitio y tengo muchísima gente que me quiere». Detalle que, yendo a su lado, salta a la vista. «No puedo salir a la calle sin que me pregunten, y tengo gente buenísima a mi alrededor y de todas las clases».
Dejarse alegrar el corazón
La finalidad del voluntariado de acompañamiento se resume en revertir esa situación de riesgo para la salud, además de reforzar la autoestima y las capacidades de la persona mayor, aparte de la satisfacción personal que recibe la persona que realiza el voluntariado. Y la mirada de Norma refleja, de principio a fin, este impagable servicio: «Yo animo a todas las personas mayores que se encuentran solas a dejarse alegrar el corazón por esta fundación». O, al menos, que lo prueben, ¿no? «Claro, y si no encuentran su sitio allí, que lo dejen; aunque estoy segura de que, una vez que vayan, les va a dar tanta alegría que se querrán quedar».
Un trabajo, sin duda, en positivo y en lucha contra los estereotipos sobre la edad, huyendo de la infantilización y el paternalismo hacia las personas mayores, que llevan muchas veces a restarles derechos y a tomar decisiones por ellas: un trato que merma sus capacidades, su autoestima y, a su vez, su calidad de vida. Un trato que, como confiesa Norma, sobrepasa, incluso, las razones: «Yo perdí a mi hija y tengo tres hijos todavía, pero me atrevo a decirte que te tratan casi mejor que tus propios hijos… Con eso te digo todo». ¿De verdad? «Sí, y si quieres decirlo, dilo, porque te lo digo de corazón».
Sólo la voluntad, sólo el amor
Por supuesto, ser voluntario o beneficiario no cuesta nada. Sólo la voluntad, sólo el amor. Y si el tiempo es la razón para no dejarse acariciar por esta realidad, se puede colaborar haciéndose socio o realizando donaciones. Además, otra fuente de actividades es la colaboración con empresas, a través del voluntariado corporativo. Si estás interesado o conoces a alguien que lo necesite, no lo dudes y ponte en contacto con ellos: www.amigosdelosmayores.org / 91 359 93 05. ¿Por qué no? Hoy son Norma, Juan, Isabel, Paco, Milagros o Manuel; mañana, puedes ser tú.