Fuenteovejuna. Ensayo desde la violencia. Gritando «basta» con el cuerpo - Alfa y Omega

Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.

Cuando las voces se acallan con los cuentos, como en el poema de León Felipe, hay que gritar con el cuerpo. Cuando la injusticia se instala y las gargantas se secan hay que gritar con el cuerpo. Cuando el debate se convierte en barahúnda, hay que gritar con el cuerpo.

Y eso es exactamente lo que hacen los integrantes de Alma Viva Teatro, capitaneados por César Barló: Gritar con el cuerpo. Ofrecernos el que quizá sea el grito más desgarrador de toda la historia del teatro español, el de Laurencia violada y humillada por el cruel poderoso: “¿Vosotros sois hombres nobles? / ¿Vosotros padres y deudos? / ¿Vosotros, que no os se rompen / las entrañas de dolor, / de verme en tantos dolores?”. Y lanzarnos ese grito a los espectadores que abarrotamos la sala de La Puerta Estrecha. Y enfrentarnos a nuestros silencios cómplices ante tantas Laurencias mancilladas. Y gritar no solo con los versos de Lope, sino con el cuerpo. Con el cuerpo de cinco actores que convierten en movimiento y respiración el clásico del Fénix de los Ingenios.

La propuesta es valiente. Cinco cuerpos en movimiento continuo, contándonos con el verso, sí, pero también con el gesto, el sudor y el músculo la historia del pueblo que se rebela ante la violación de Laurencia perpetrada por el Comendador Fernán Gómez. El montaje incorpora además textos actuales en los que, en la mejor tradición del teatro clásico, el actor interpela al público, convirtiendo el texto de Lope de Vega en una reflexión sobre la violencia y el poder.

Pero toda la función se sustenta en unas magníficas interpretaciones de toda la compañía (Juan Carlos Arráez, Alberto Gómez, Beatriz Llorente, Luna Paredes y Sergio Torres). Pese a lo arriesgado y exigente de la propuesta, ésta no se lleva a cabo con menoscabo de la verdad de las interpretaciones. Los actores encaran con sinceridad y plena entrega a sus personajes.

La apuesta por lo físico, por el movimiento, por la corporeidad resulta exitosa. Aunque es cierto que como toda apuesta radical, está obligada a pagar algún peaje. El continuo movimiento de cinco actores sobre las tablas, estén o no implicados directamente en la escena, resta algo de foco a la acción principal. Y el movimiento continuo una vez interiorizado puede llegar a ser algo parecido al reposo, dada su monotonía. A veces, la mejor manera de gritar con el gesto es la quietud y el grito más desgarrador el que se logra con el silencio. Por eso las escenas finales en el que el movimiento se atempera alrededor de Laurencia, adquieren una mayor relevancia y hondura.

El verso llega al espectador de manera clara y honda. No hay una gran preocupación por la ortodoxia en el recitado (no necesariamente los actores alargan la pausa versal tras los agudos, por ejemplo). Pero no es ese el objetivo del montaje, ni su preocupación. Sino lanzar un grito corpóreo al espectador, convertir la sala en un ágora en la que nos enfrentemos cuerpo a cuerpo con la injusticia, con la indiferencia, con la violencia. Y que podamos gritar, todos a una, como en el poema de Gabriel Celaya:

Soy humilde, soy digno, las dos cosas a la vez.
Soy como el pueblo, invencible.

Fuenteovejuna. Ensayo desde la violencia

★★★☆☆

Teatro:

Teatro de la Puerta Estrecha

Dirección:

Calle del Amparo, 94

Metro:

Lavapiés, Embajadores

OBRA FINALIZADA

Cartel de 'Fuenteovejuna. Ensayo desde la violencia'