El Papa visita el cementerio romano de los no nacidos
En la Misa por la conmemoración de los Fieles Difuntos, el Papa ha preferido no pronunciar homilía
El Papa ha presidido la conmemoración de los fieles difuntos en el cementerio Laurentino de Roma. Ya había visitado este camposanto hace algunos años en esta misma jornada.
La peculiaridad de este cementerio es el Jardín de los Ángeles, la zona done están enterrados los bebés que no llegaron a nacer. Bajo un espléndido sol romano, Francisco ha recorrido este lugar en solitario un poco antes de comenzar la Misa y ha depositado un ramo de flores.
A continuación, se ha dirigido al altar habilitado entre las tumbas de este cementerio que es el tercero más grande de la Ciudad Eterna. Ha presidido la Misa en presencia de las autoridades de la ciudad, de familiares de difuntos enterrados en el cementerio, trabajadores y fieles que han acudido al camposanto. Francisco ha optado por no pronunciar homilía en esta jornada, aunque sí ha rezado un responso por los difuntos al final de la ceremonia.
«Escucha la oración que te dirigimos por todos nuestros seres queridos que han dejado este mundo. Abre los brazos de tu misericordia y recíbelos en la gloriosa asamblea de la santa Jerusalén. Consuela a quienes están en el dolor de la separación, con la certeza de que los muertos viven en Ti y que también los cuerpos, confiados a la tierra, participarán un día de la victoria pascual de tu Hijo», ha dicho antes de pronunciar la bendición final.
Con la visita al cementerio Laurentino, el Papa ha roto con la costumbre de los últimos años de acudir a los cementerios de guerra que se conservan en distintos puntos de la geografía italiana.
El año pasado acudió al camposanto donde reposan los restos de los soldados de la Commonwealth que lucharon contra los nazis en la campaña italiana. En estas mismas fechas también visitó el cementerio de los soldados franceses caídos en Italia y el cementerio militar de Nettuno, con soldados americanos muertos en Italia durante la II Guerra Mundial. En aquellas ocasiones, Francisco en sus homilías había puesto de manifiesto la inutilidad de la guerra.