Este escritor fue clave en la reconstrucción de Nagasaki pero tuvo detractores por ser cristiano - Alfa y Omega

Este escritor fue clave en la reconstrucción de Nagasaki pero tuvo detractores por ser cristiano

Belén de la Vega, experta en la vida de Takashi Nagai, explica cómo el libro Reflexiones desde Nyokodo (Encuentro) vincula la fe y la cultura japonesa

Rodrigo Moreno Quicios
Takashi Nagai
Takashi Nagai. Foto: Wikimedia Commons.

Reflexiones desde Nyokodo es un libro con reflexiones del escritor japonés Takashi Nagai, quien se recluyó en su Nyokodo —una humilde cabaña de madera levantada sobre el lugar que su casa ocupaba antes del estallido de la bomba atómica en Nagasaki—. Gravemente enfermo y en duelo tras el fallecimiento de su mujer y muchos amigos a raíz del bombardeo, pasaría allí sus últimos años. Esta obra, presentada el 27 de mayo por Ediciones Encuentro, supone un punto de encuentro entre el cristianismo y la cultura japonesa. Belén de la Vega, historiadora y traductora del libro, explica por qué.

¿Cómo conectó Takashi Nagai el cristianismo con la cultura japonesa?
Él tenía una sensibilidad muy atractiva y muy grande por la belleza, por el arte y la naturaleza. Es propia del Japón y su religiosidad tradicional, que el sintoísmo, y que es una religiosidad atea porque no tiene propiamente un dios sino que es la naturaleza la divinidad y el lugar donde habitan los otros dioses.

Takashi fue educado en esa religiosidad. Era un japonés muy auténtico, con el sentido de honrar a los padres y ser una persona responsable por el bien de los demás, que está muy dentro de la sociedad tradicional japonesa.

¿Cómo se produjo su conversión?
Siendo joven había abrazado el materialismo. Los primeros meses estudiando Medicina, al ver los cuerpos muertos dijo: «Son una estructura maravillosa, pero son materia». Llegó al cristianismo a raíz de la muerte de su madre y otras experiencias. A raíz de eso, de conocer a una familia católica y haber leído algo sobre Pasteur —que era científico y cristiano—, ya sabía cómo conjuntar ambas cosas. Entonces decidió ir a conocer a unos cristianos para ver si realmente esa hipótesis podía dar respuesta a esas inquietudes que empezaban a despertarse en él.

Fue a Nagasaki, a una familia a pedirles alojamiento cuando estaba en 3º de Medicina. Conoció la vida cristiana y era gente muy humilde la que vivía en ese barrio. Veía sin embargo que vivían con mucha alegría y él no, le faltaba esa alegría.

¿Qué le llamó la atención de ellos?
Le sorprendieron muchas cosas de los cristianos, también después al estar un año en el frente porque tuvo que ir a la guerra de Manchuria. Todo lo que tenía dentro le despertó una inquietud muy fuerte. Se dio cuenta a través de un catecismo que le mandó su mujer de que el cristianismo le ofrecía cosas y al volver de la guerra pidió el bautismo.

Él tenía ese bagaje cultural y sensibilidad de todo lo japonés y se abrió por completo a la fe cristiana. Fue una revolución para él. El hecho de conocer a un Dios que ama a cada persona de manera personal, no un ser que se diluye en el todo de la persona, es muy valioso. Entonces recibió el bautismo y el Espíritu Santo. Se entregó a su profesión médica con un deseo grande de servir a todos los hombres.

¿Qué supuso para él la pérdida de tanta gente ante la bomba atómica?
Cuando estalló la bomba, se quedó alucinado ante su potencia destructiva. Antes hubo muchos bombardeos, pero estaba acostumbrado porque había participado en dos guerras.

Esa destrucción era una cosa que no había visto, se quedó horrorizado al ver la destrucción material brutal que se produjo en un segundo y una cantidad de muertes de manera horrible que no había visto antes.

Antes de estallar la bomba, ya estaba enfermo de leucemia y los médicos le habían dado tres años de vida. Pero en el ataque se lanzó de cabeza a atender a las víctimas sin reparar en que él mismo estaba enfermo herido por la explosión.

No solo eso, tuvo la inquietud científica de decirse: «¿Qué ha producido esta explosión?», «¿quiénes son los científicos en este campo?», «¿cuáles son los países con la capacidad industrial suficiente para producir un artefacto de este tipo?». Se preocupó por el aspecto material de lo que ha sucedido.

¿Cómo fue el después de la bomba?
Cuando pasaron dos o tres meses, le encargaron en el funeral por las víctimas hacer una especie de necrologio. Pensando un poco sobre eso, se dio cuenta de que habían sucedido una serie de hechos que podían parecer casualidades. Había leído que la bomba había caído justo en el medio del barrio cristiano de Urakami y lo que dijo en ese funeral fue que todas las personas que habían muerto fueron elegidas como víctimas para detener la guerra.

Estaba muy preocupado por la guerra. Japón estaba absolutamente empobrecido y no tenía ninguna posibilidad de ganar. Dijo que todas las personas habían sido un sacrificio necesario para que acabara la guerra, Hiroshima y Nagasaki fueron el último acto bélico de la Segunda Guerra Mundial.

Igual que Cristo se ofrece como cordero de sacrificio, los cristianos de Urakami, un distrito cristiano desde hacía muchos siglos, habían sido elegidos como víctimas que se ofrecían para purgar los pecados de todos los japoneses y detener la barbaridad de la guerra. Al escucharlo, mucha gente se enfadó y se largó, pero para él estaba claro porque le parecía evidente que era necesario detener la guerra.

¿Cómo se acabó recluyendo en su cabaña?
Su mujer murió con la bomba, pero los hijos no porque se los había llevado dos días antes. Sabía que iban a caer bombas sobre Nagasaki y se los había llevado a una aldea donde tenía una casita alquilada con la madre de su mujer. Estaba a pocos kilómetros de la ciudad, pero detrás de una colina que los protegió de la fuerza explosiva.

De vez en cuando visitaba el centro y, cuando vio que había hormigas en el desierto atómico, levantó contra una pared una cabaña de madera donde estaba su casa primitiva. Fue una primera edificación temporal, después sus amigos vicencianos le dijeron: “Vamos a construir una casa mejor”. Le construyeron una cabaña de dos metros por dos metros en la que decidió, consciente de que le quedaba poco tiempo de vida, apostar por vivir ahí aposta en la pobreza elegida. Ahí estaría desde 1948 y moriría en 1951.

¿La gente identificaba su cabaña en medio de la ciudad?
Él era muy conocido porque fue el primero en animar a la gente a que volviera para reconstruir el barrio. Fue el primero que tuvo esperanza y la supo comunicar a mucha gente para que volviera a su casa.

Escribía libros que tuvieron un éxito bestial y de los que se vendían 100.000 copias. Era muy conocido dentro y fuera de Japón. Hay ediciones de sus libros en español del año 1951. Ganaba mucho dinero con sus libros, pero todo lo donaba para reconstruir la ciudad. Ayudó a levantar una escuela, una biblioteca o plantar árboles./p>

¿Qué decían de él?
Era católico y conectaba mucho con los soldados americanos que por tradición eran cristianos. Estados Unidos mandó un montón de ejército para reconstruir la ciudad destruida, en especial Hiroshima y Nagasaki. Animaba a la gente a colaborar en la reconstrucción con los americanos, que se supone que eran los invasores, pero no todo el mundo pensaba así.

En Nagasaki había mucha gente que no era cristiana y pensaba que la bomba había caído en el barrio de Urakami porque los dioses estaban enfadados con ellos. Era su teoría, que había sido un castigo en vez de un ofrecimiento.

Hubo mucha gente a la que no le hizo gracia que lo propusieran para recibir la medalla de ciudadano ilustre de Nagasaki. Dentro del Ayuntamiento había mucha oposición porque era cristiano. Se tuvieron que rendir ante la evidencia de que era un hombre que había dado la vida por la reconstrucción de la ciudad. Era un pionero de la radiología que se había dejado la vida para luchar contra la tuberculosis. Pero, aunque fue un benefactor, tenía sus detractores.

¿Qué lecciones podemos aprender de él hoy?
En el libro que se presentó la semana pasada escribía sobre cosas que le pasaban. Sus amigos recogieron sus reflexiones en el libro. En él habla de todo, de una hija suya que viene cantando del colegio porque le han dado buenas notas, lo que le contó su esposa antes de morir, si has pagado el recibo de la luz, cómo transmitir a un hijo la fe o qué hacer si suspende. Son temas muy variados, como cuando fue curado por un milagro de la Virgen de Lourdes.

Habla mucho de la paz, por la que estaba muy preocupado. Se dio cuenta de que, años después de la guerra, la gente le iba perdiendo el miedo y estaban otra vez los países metiéndose en conflictos. Así que sostenía una petición de paz súper actual.

No basta con hacer eslóganes por la paz, uno mismo tiene que estar dispuesto a ofrecer un sacrificio, el cambio de uno mismo para que viva su vida en paz. Si uno no tiene paz en su vida, es imposible que haya paz a nivel mundial.

Eso es muy verdadero y muy pertinente ahora que hay conflictos a una escala muy grande en todo el mundo. Uno puede hacer mucho por la paz desde su entorno más inmediato. Es una cosa en la que hace mucho hincapié.

También es un ejemplo de superación.
Siempre había sido una persona tremendamente trabajadora porque tenía la conciencia de que había recibido un don de Dios y tenía que entregarlo. Y cuando estaba enfermo, en los años finales de su vida, decía que siempre tienes alguna parte del cuerpo que funciona y que, mientras funcione, tienes que seguir trabajando. No puedes dejar que la vida se te vaya entre las manos. Como le funcionaban la cabeza y las manos, pudo seguir escribiendo.

Era un hombre muy responsable con el trabajo, toda su vida había afrontado adversidades y estuvo varias veces a punto de morir. Estuvo muy enfermo y, en vez de venirse abajo, quedarse parado y hecho polvo, se decía “voy para allá”.