«Esta ciudad necesita matrimonios que vivan de cara a Dios»
El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, presidió este domingo en la catedral de la Almudena la celebración de las Bodas de Oro y Plata matrimoniales de cerca de cien parejas, a las que recordó las tres características del matrimonio cristiano: «Pone en el centro a Cristo; alienta la fe; y se abre al proyecto de Dios manifestándolo en medio de este mundo».
Monseñor Osoro aseguró que «la familia es como un gran edificio que siempre está en construcción», y advirtió de que hoy hay «muchos que intentan ponerle otros fundamentos a este edificio». Ante esto, la Iglesia propone el matrimonio como «corazón de la familia», pues «el matrimonio está siempre y desde siempre en el proyecto de Dios y constituye la base de la familia». «En el matrimonio se realiza el proceso de humanización del mundo, de todas las personas, de toda la sociedad, y es previo a todas las demás organizaciones sociales», destacó.
«Las mejores cosas las he aprendido en mi casa»
Hablando desde su propia experiencia, monseñor Osoro afirmó que «las mejores cosas de mi vida no las he aprendido en ninguna de las universidades en las que haya estado antes o después de ser sacerdote; las aprendí en mi casa, con mis padres y con mis hermanos: aprender a amar, a querer, a salir, a olvidarse de uno mismo, a poner en el centro a Dios y a dejarle organizar mi vida. Las primera palabras que yo escuché sobre el Señor y su Santísima Madre fueron de mis padres», contó.
El arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española explicó que al «volver a poner a Cristo en el centro del matrimonio y la familia», también en el cuidado de los hijos, se crea una cultura que propicia «el cuidado por los débiles y los últimos». «¡Hay que luchar contra la cultura de la exclusión y la marginación, que también excluye a Dios!», aseguró el arzobispo matritense, quien también advirtió a las familias cristianas ante «el desafío del secularismo, que pretende encerrar la fe y a la Iglesia en la esfera de lo privado y de la intimidad». «¡No! ¿Cómo voy a meter dentro lo que me llena el corazón y me desborda? La fe tengo que hacerla presente en el mundo ; y con el matrimonio pasa lo mismo: tengo que hacerlo presente en medio de la sociedad», destacó.
Testimonio en el día a día
Monseñor Osoro alertó de un segundo desafío que tienen hoy las familias cristianas: el de seguir a quienes proponen «estilos de vida contrarios a la naturaleza y a la dignidad del ser humano». «No nos dejemos engañar: el matrimonio aumenta su fe siguiendo el camino de Cristo, no otros caminos», destacó el arzobispo, que pidió a los matrimonios hacer presente su fe «con obras: al final del día, os perdonáis; también los hijos piden perdón; alimentáis la vida con la gracia de Dios, el sacramento de la Eucaristía, y la Palabra de Dios…». Porque si las familias católicas ponen en el centro a Cristo en su día a día, «habrá mucha gente que reconozca en vosotros la belleza del matrimonio cristiano».
«Esta gran ciudad necesita, en todos los edificios, matrimonios vivos: que viven de cara a Dios, que ponen en el centro a Cristo, cuya fe notan quienes viven junto a ellos, que alimentan su fe, que celebran la Eucaristía dominical, que escuchan la Palabra de Dios, que rezan en su casa, que no se conforman con tener cuadros en las paredes sino también signos evidentes de que en esa casa vive un grupo que cree en nuestro Señor Jesucristo y se quiere abrazar a Dios», concluyó monseñor Osoro.