En psiquiatría se llama colonización emocional - Alfa y Omega

En psiquiatría se llama colonización emocional

Es el término que define esa anulación que hace que una mujer pueda durante diez años llamar a la puerta de su violador

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Cada martes, a las 19:50 horas, ella respira hondo, se traga las lágrimas, se estira la falda del hábito —quizá para, objetivamente, eliminar una arruga, aunque subjetivamente busque esconder muy hondo su pureza violada— y se encamina, como un cordero al matadero, por ese pasillo infinito que termina en la puerta del infierno. Lleva así diez años, con sus doce meses, con sus cuatro semanas cada mes, con los 60 minutos repetidos más largos de su vida. Llama a la puerta. Toc. Toc. Es la hora de la supuesta dirección espiritual. Es la hora de que el manipulador le recuerde, sutilmente, que si se opone, o cuestiona lo que allí dentro sucede, entre cuatro paredes mudas que si hablaran removerían 2.000 años de silencio, se está negando a hacer realidad la voluntad de Dios. Ella es una víctima elegida a dedo. El abusador de conciencia, espiritual o sexual —o las tres cosas, en diferentes etapas—que la espera sentado tras la mesa de su despacho, sabe a quién escoger. «Los victimarios se fijan en personas que son psicológicamente débiles o que están pasando por un momento muy delicado en sus vidas», explica en estas páginas la teóloga Cristina Inogés. Es así como comienza la colonización emocional, un término que se utiliza en psiquiatría para definir ese proceso en el que una mujer camina durante diez años por ese tétrico pasillo. Esto invalida de pleno esa teoría que ronda por no pocas mentes que dicen que no sucedería «si la víctima no está de acuerdo con el abusador», máxime si es mayor de edad. Nada más lejos de la realidad. Está anulada. Enajenada. De hecho, en no pocas ocasiones la puerta del despacho se cierra por el cansancio del narcisista, que cambia de presa para satisfacer sus deseos con novedad. Y no siempre la víctima es capaz de descolonizar su alma sin mucho acompañamiento y trabajo de sanación. Es un milagro —como sostiene Inogés— que estas personas no abandonen la Iglesia. «Es algo que debería hacernos pensar».

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