En Madrid también se llora a Nelson Mandela - Alfa y Omega

El filósofo francés Gilles Lipovetsky usa la imagen del desierto para referirse a la historia de barbarie y destrucción que marcó el pasado siglo XX. La lucha ideológica, el afán de dominación y la voluntad de exterminio son algunos de los fenómenos que dieron contenido a esos desiertos de los que, sin embargo, jamás desapareció del todo la pregunta por el más allá. Y si eso fue posible es porque, en el dramatismo de la historia del siglo XX, hubo seres humanos capaces de dejarse interpelar por el Más Allá, por el bien, por el mal, por Dios y por el sentido de la vida. ¿No es esto lo que refleja la historia personal de Nelson Mandela?

En un mundo marcado por el odio racial y la lucha encarnizada entre el marxismo y el liberalismo, Nelson Mandela aprendió a vivir, pensar y actuar, libre de los apriorismos a los que nos condena el pensamiento ideológico. Hacerlo así no era fácil en un mundo marcado por la confrontación política, económica y militar que caracterizó la lucha de bloques durante los años de la Guerra Fría. Merece la pena recordar las enseñanzas que, sobre esta cuestión, nos dejó Juan Pablo II en la encíclica Sollicitudo rei socialis (en los puntos 10, 20-24, 36).

La Sudáfrica en la que Mandela comenzó a forjar su liderazgo no sólo fue el símbolo de la exclusión racial convertida en régimen político, sino que fue también un bastión anticomunista en un mundo que transitaba desde el viejo colonialismo a la independencia. En un momento de su historia, Nelson Mandela creyó en la lucha armada como instrumento de liberación. Pagó por ello durante 27 años. Sin embargo, su gran mérito no fue vivir privado de libertad durante más de dos décadas, sino ser capaz de recorrer el camino que va desde los errores y los pecados personales hasta la libertad interior. Cuando Nelson Mandela alcanzó la libertad gracias a la decisión del Presidente sudafricano Willem de Klerck, el líder negro demostró a Sudáfrica, al continente africano y a todo el mundo, que la benevolencia es un principio político eficaz.

Frente a las tesis dominantes de la real politik, Mandela demostró que la reconciliación era el único modo de superar la lucha amigo-enemigo que el apartheid había consagrado. De este modo, Mandela contribuyó a superar el pecado que estaba en la raíz de esa estructura política racista y excluyente que pervivió durante medio siglo de Historia.

Son muchos los que sostienen que la fe cristiana animó el camino de Mandela hasta el punto de convertirle en un hombre para los demás. Lo que está claro es que Mandela alentó el perdón que conduce a la reconciliación. Y algo así no puede ni doler, como tampoco escandalizar. Algo así debe ser celebrado, acogido y bendecido. Y así se ha hecho en la basílica de San Francisco el Grande, de Madrid, en una celebración ecuménica e interreligiosa presidida por el cardenal arzobispo de esa archidiócesis, don Antonio María Rouco Varela, a instancias de la Embajada de la República de Sudáfrica en España.