En la Sociedad San Vicente de Paúl «quisimos dedicar hasta la sede para ayudar»
La entidad atiende a migrantes en Madrid, enfermos en Ciudad Real o niños con VIH en Trinidad y Tobago; una labor que ha sido premiada ahora por la Fundación Mapfre
A la hora a la que he quedado con Juan Manuel B. Gómez, presidente nacional e internacional de la Sociedad San Vicente de Paúl (SSVP), la sede de la organización se encuentra semivacía. Ni la vicepresidenta ni la directora general se encuentran en sus despachos. «No tengo aquí la agenda, pero creo que están viajando», apunta Gómez, que dirige esta ONG católica —de la familia vicenciana— repartida por 155 territorios de todo el mundo. Él mismo acaba de llegar de Granada y partirá en unos días a Singapur.
Sí encontramos en sus despachos a Teresa García y Begoña González, a las que sorprendemos en mitad de una videollamada con Ciudad Real. «Estamos ultimando detalles para la apertura allí de un programa de acompañamiento a enfermos en hospitales», explican antes de volver a la call. «La dinámica es sencilla. Se firma el convenio de voluntariado con el centro médico en cuestión y ya se les ofrece esta oportunidad a los pacientes», explica el presidente. «Sobre todo, entramos en las habitaciones de gente que está desasistida o no tiene familia. También nos ponemos en la puerta, porque hay mucha gente que no sabe dónde tiene que ir».

Volviendo a la sede de la SSVP, tras la siguiente puerta aparece Juncal Sánchez, responsable de Acción Social y de que la sala que aparece ante nuestros ojos repleta de mesas y sillas se llene de personas los martes y jueves de 10 a 12 horas. «Quisimos aprovechar el espacio y dedicar hasta nuestra sede a ayudar a los demás», señala Juan Manuel Gómez. «Vienen 25 personas, principalmente jóvenes subsaharianos. Nos centramos sobre todo en la alfabetización», apunta Sánchez. También hay un servicio jurídico que los ayuda con el tema de los papeles.
Más allá de la actividad en la sede, la SSVP desarrolla en España 240 proyectos, de los que se benefician 156.000 personas en situación de vulnerabilidad. «Van desde el apoyo escolar a niños y jóvenes en riesgo de exclusión hasta comedores sociales», detalla el responsable. En Madrid, por ejemplo, la entidad gestiona el Centro de Acogida e Integración Santiago de Masarnau, que ofrece alimentación y apoyo a personas sin hogar y migrantes, además de talleres de alfabetización y acompañamiento a pacientes en el Hospital Universitario La Paz.
Fuera de nuestras fronteras, la entidad tiene activas más de 2.500 iniciativas que impactan en la vida de 30 millones de personas. En Australia, por ejemplo, coordina patrullas nocturnas para atender a personas sin hogar. En Estados Unidos, destina cada año 60 millones de dólares a programas de emergencia habitacional para familias en riesgo. También han impulsado programas de apoyo a niños con VIH en Trinidad y Tobago u operaciones quirúrgicas en Egipto.
Toda esta actividad le ha valido el Premio Fundación Mapfre a la Mejor Entidad por su Trayectoria Social, un galardón que Juan Manuel Gómez recogió el miércoles de manos de la reina Sofia. «Fue un honor. Se lo dedico a los voluntarios, sin los cuales esto sería imposible», asegura Gómez, que resume así el trasfondo de su trabajo: «Buscamos el crecimiento personal y espiritual a través del servicio a quienes más lo necesitan».
La trayectoria por la que han sido premiados comenzó en abril de 1833. «Nace de un grupo de siete jóvenes, liderados por Federico Ozanam, que estudiaban en la Sorbona. «Ante las desigualdades en Francia, empezaron a asistir a una serie de charlas». En una de ellas, alguien les achacó que los cristianos «saben mucho, pero no hacen nada». Eso los conmovió y «poco después montaron la sociedad». A España llegó en 1849 gracias a Santiago de Masarnau. «No fue fácil, porque tras la invasión francesa todavía se miraba con recelo lo que venía del país vecino», explica el presidente de la SSVP. Finalmente, lograron abrir la primera conferencia —que es como la SSVP llama a sus delegaciones— junto a la parroquia de San Sebastián, en Madrid, «donde el mes que viene pondremos una placa conmemorativa». Allí desarrollaron una actividad bajo la siguiente premisa de Masarnau: «Si solo nos dedicamos a la ayuda material, la Sociedad San Vicente de Paúl desaparecerá. No ante los ojos de los hombres, pero sí ante los ojos de Dios».