En la acogida a las víctimas de la guerra «está en juego nuestra humanidad»
Antes de despedirse de Armenia, el Papa Francisco ha firmado junto con el patriarca armenio Karekin II una declaración conjunta en la que exigen a «los responsables políticos y de la comunidad internacional asegurar el derecho de todos a vivir en paz y seguridad»
El Papa ya vuela de regreso a Roma, después de su visita apostólica de tres días a Armenia. Como último acto durante su visita, Francisco y el patriarca armenio Karekin II han soltado dos palomas desde el antiguo monasterio de Khor Virap, donde, según la tradición, permaneció encerrado Gregorio I el Iluminador, patrón del país y autor de su cristianización en el año 301 d. C.
El lugar es especialmente significativo ya que se encuentra a poca distancia de la frontera turca y desde él pueden disfrutarse algunas de las mejores vistas del monte Ararat, símbolo de Armenia pero en territorio turco debido a la pérdida territorial que el país ha sufrido a lo largo del tiempo. El gesto, por tanto manifestaba la aspiración de los dos líderes de que llegue pronto la paz entre Armenia y sus países vecinos: Turquía y Azerbaiyán.
La liberación de las palomas tiene además especial significado puesto que, según la riquísima tradición de este país caucásico, fue en el monte Ararat, de cumbres perennemente nevadas, donde encalló el arca de Noé al descender las aguas del Diluvio Universal, y donde regresó una paloma llevando en el pico una rama de olivo.
Declaración conjunta
Antes de ese momento simbólico, ambos líderes han firmado en la sede del patriarcado armenio una declaración común en la que denuncian la «inmensa tragedia» que encarnan las personas que huyen de los conflictos y destacan que, en este contexto, «las minorías étnicas y religiosas son objeto de persecuciones y tratos crueles que son ya una realidad cotidiana».
Ante esta situación, ambos líderes religiosos aseguran que los cristianos «están llamados a promover una unidad visible» dado que, apostillaron, «los mártires pertenecen a todas las Iglesias» y su situación «supera las divisiones históricas de los cristianos». Y añaden que «el respeto por las diferencias religiosas es la condición necesaria para la pacífica convivencia de diversas comunidades étnicas y religiosas».
Hay que hacer más
En este sentido instan a sus fieles a aceptar a las víctimas de la guerra, del terrorismo y a los refugiados y sus familias porque «está en juego el propio sentido de nuestra humanidad, de nuestra solidaridad, compasión y generosidad, que puede ser expresado en un modo más apropiado solamente mediante un inmediato y práctico empleo de recursos».
Los dos líderes religiosos reconocen que «todo esto ya se ha hecho», pero subrayan que «mucho más se exige de parte de los responsables políticos y de la comunidad internacional para asegurar el derecho de todos a vivir en paz y seguridad». También para «apoyar el Estado de derecho, proteger a las minorías religiosas y étnicas y combatir el tráfico y el contrabando de seres humanos».
Denuncia del genocidio de 1915
El documento también se hace eco de cuestiones que afectan especialmente a Armenia. Por ejemplo, expresa el deseo de Francisco y Karekin II de que se llegue a una solución pacífica en el conflicto relacionado con la región de Nagorno Karabaj, que enfrenta a Armenia y a Azerbaiyán.
Armenia y su vecino por el este, Azerbaiyán, están enfrentados desde la década de 1980 a causa de la soberanía de la región del Nagorno Karabaj, integrada en época soviética en territorio azerbaiyano pero poblada mayoritariamente por armenios. El conflicto, en un inestable alto el fuego, volvió a recrudecerse en abril, con varios bombardeos.
También subrayan que la masacre de armenios a manos otomanas en 1915 fue un «genocidio», término que Turquía rechaza férreamente y que ha vuelto a suscitar las críticas de Ankara. La declaración recuerda que ya el Papa san Juan Pablo II calificó estos hechos como «el primer genocidio del siglo XX».
Agencias / Redacción