El Verdi más literario - Alfa y Omega

El Verdi más literario

Javier Alonso Sandoica

Concede un par de entrevistas en España y Ricardo Mutti se convierte en portada de todas las páginas culturales. Ha venido a Madrid para dirigir el Don Pasquale, de Donizetti, en el Real y no se ha mordido la lengua: «Vivimos tiempos en los que la superficialidad y la imagen han devorado la reflexión». Y añade el maestro que la reflexión falta tanto en el artista como en el hombre de la calle, y no le falta razón. Por cierto, que nadie ha sabido dirigir a Verdi como Mutti, y que me perdonen los puristas. Mutti comprende al autor de Aída hasta en los pequeños matices, como si de ellos hubieran hablado durante tardes muy especiadas de discusiones. Ambos son acérrimos enamorados de la ópera italiana, en la que brilla la melodía, la canción y la voz humana, frente al rigor contrapuntístico de los alemanes, cuyos trabajos son acciones con tiralíneas, casi construcciones. Digo esto porque, al estar metidos en pleno año del bicentenario Verdi/Wagner, y para comprender mejor la relación entre ambos, aprovecho para sugerir la lectura de una obra maravillosa de Franz Werfel, La novela de la ópera. Werfel no es desconocido para el lector español. Escribió La canción de Bernardette, la historia de las apariciones de la Virgen de Lourdes, que fuera llevada con gran éxito al cine. De este trabajo dijo el escritor: «En nuestros días, un canto épico sólo puede tener forma novelada. La canción de Bernardette es novela, pero de ningún modo ficción».

En La novela de la ópera (Espasa), Werfel nos propone un encuentro imaginario entre Verdi y Wagner en Venecia durante el período de sequedad del italiano, cuando estuvo más de diez años sin componer. Tras escribir su Réquiem, que dedicara a su admirado Manzoni, entró en la angostura de la sequedad y anduvo sin saber qué hacer. El Réquiem fue una pieza dramática más que religiosa. Cuando el Papa Pío X publicó el Motu proprio Tra le sollecitudini, que establecía las condiciones de la música eclesiástica, excluyó muchas misas del XIX, entre ellas la pieza de Verdi. Y es que el músico la había concebido como una partitura sin asomo de propuesta religiosa. Dice el biógrafo George Martin: «Aquí no hay un súbito paso a un alegre Amén, no existe la visión de un Dios bondadoso o la promesa de la intercesión, sólo una permanente incertidumbre. Tal es, dice Verdi, el destino del hombre en la vida». Y tras el Réquiem, el silencio.

El trabajo ficcionado de Werfel se lee con sumo gusto, ya que su autor fue un gran aficionado a la música. Recodemos que fue esposo de Alma, la mujer de Gustav Mahler, a la muerte del compositor.