El Vaticano colaborará para preservar el patrimonio armenio en Nagorno

El Vaticano colaborará para preservar el patrimonio armenio en Nagorno Karabaj

«Hay propuestas concretas» para que la Iglesia apoye la paz en Nagorno, afirma el nuncio en Armenia un año después del alto el fuego

María Martínez López
Catedral del Santo Salvador, en Shushi, destruida el 13 de octubre. Ahora la ciudad está bajo control azerí. Foto: AFP / Aris Messinis

Un año después del alto el fuego que el otoño pasado puso fin a 44 días de guerra entre Armenia y Azerbaiyán por la región de Nagorno Karabaj, «aún se tienen que resolver muchas cuestiones», afirma en entrevista a Alfa y Omega José A. Bettencourt, nuncio apostólico en Armenia y Georgia. Algunas de ellas son «la delimitación de las fronteras, el regreso de los prisioneros de guerra o cómo se implementará el alto el fuego». Harout Chirinian, de la Federación Armenia Europea para la Justicia y la Democracia, denuncia que aunque «Armenia liberó a todos los prisioneros», el Gobierno de Azerbaiyán aún retiene a más de 150 «ilegalmente» sin respetar la Convención de Ginebra «para negociar» con ventaja y lograr «el control de nuevas áreas armenias cerca de las fronteras». Por ejemplo, cree que esperan a cambio lograr el establecimiento de un corredor entre Nakhichevan y Azerbaiyán, algo que «pondrá las vidas de los armenios en el sur del país en más peligro».

El Gobierno de Ereván recuerda que el presidente azerí, Ilham Aliyev, ha afirmado varias veces que su objetivo es tomar la capital armenia, Ereván. De momento, se han producido incursiones en su territorio, como la de mayo en Syuni, la de julio en Yeraskh o el bloqueo en agosto de la carretera que une Armenia con Irán, vital para la economía del país. El 16 de septiembre, Armenia denunció a Azerbaiyán ante la Corte Internacional de Justicia por una política estatal de discriminación hacia los armenios. Entre las medidas provisionales que solicitaba incluyó la protección de su patrimonio cultural y religioso en las zonas bajo control azerí. En las zonas de Nagorno bajo su control los aceres «siguen falsificando la historia y destruyendo iglesias como la de Santa María Astvatsatsin en Mekhakavan, que según ha documentado la BBC ha desaparecido completamente, o dañándolas, como la catedral de Shushi», asegura Chirinian. Como las organizaciones internacionales no tienen acceso, «nadie sabe lo que está pasando en templos históricos, pero nos lo podemos imaginar basándonos en cómo el Ejército azerí las atacó durante la guerra». Bakú respondió con una denuncia simétrica una semana después.

La protección del patrimonio de este pueblo –el primero en abrazar el cristianismo– en Nagorno Karabaj es uno de los ámbitos donde más fruto puede dar la estrecha colaboración entre Armenia y la Santa Sede, que el 27 de octubre tuvo un hito con la apertura de una nunciatura en Ereván. El día 13, el presidente Armén Sarkissian visitó el Vaticano y firmó un protocolo de colaboración con el Consejo Pontificio para la Cultura. Este «se ofreció para estudiar, preservar y promover el rico legado de la nación armenia» en este contexto, explica Bettencourt. También colaborará con «una iniciativa de la UNESCO para protegerlo».

Bettencourt (izda.) y Peña Parra, de la Secretaría de Estado del Vaticano, saludan al primer ministro armenio. Foto: Oficina del primer ministro de Armenia

Mientras desde Armenia y su diáspora se acusa a la comunidad internacional de inacción, el Gobierno armenio no ha perdido ocasión de agradecer los llamamientos del Papa a favor de la paz y de buscar el mayor apoyo posible de la Santa Sede. Esta «ha estado atenta a las peticiones que se le han hecho», aunque para atenderlas debe existir acuerdo de todos los implicados, apunta el nuncio. «Hay propuestas concretas que se están manejando con prudencia para obtener los mejores resultados», continúa.

Un «paso muy positivo en el diálogo por la paz» en Nagorno Karabaj fue, también en octubre, el encuentro en Moscú entre el presidente de la Oficina Musulmana del Cáucaso, Shaykh al Islam Allahshukur Pashazade; el catholicós (patriarca) armenio, Karekin II, y el patriarca ortodoxo ruso, Cirilo. En este conflicto, explica Bettencourt, la religión es «parte del rompecabezas» y «debe ser una fuerza para la paz». Espera que se produzcan más iniciativas así. De hecho, «hay canales de comunicación facilitados por las autoridades rusas» en los que la Iglesia católica tomará parte. Cita por ejemplo la visita de esta semana del secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados, Paul R. Gallagher, a Moscú, donde se ha reunido con el ministro de Exteriores y autoridades tanto civiles como eclesiásticas. Con todo, advierte de que «hay que ser realistas; el conflicto es antiguo y complejo» y «se tienen que dar las condiciones adecuadas» para buscar soluciones a sus muchas derivadas.

Solidaridad con la gente

La apertura de la nunciatura jugará un papel clave en este momento. La presencia diplomática y la labor de la Iglesia tanto en Armenia como en Azerbaiyán y en la vecina Georgia «es un importante mensaje», profundiza Bettencourt, para que el resto del mundo «sea sensible y se implique en buscar una forma de diálogo y de paz» en el conflicto de Nagorno Karabaj, que «se ha prolongado demasiado». El Papa Francisco «desea que sus misiones diplomáticas sean un signo concreto de sus llamamientos» a la paz «y de su solidaridad con las necesidades de la gente».

El nuncio pretende seguir de cerca «particularmente» los temas humanitarios y sociales que «están en el corazón del Papa Francisco», como la atención a los desplazados de las ciudades históricas de Shushi, Hadrut y Kervajar y a las familias de soldados fallecidos o heridos en la guerra. «Se ha hecho mucho para ayudar», sobre todo gracias a Cáritas, a las Hermanas Armenias de la Inmaculada Concepción y al ordinariato católico armenio. Pero «las cicatrices son profundas y el sufrimiento es real».

Hasta ahora, el embajador vaticano visitaba Armenia desde Georgia. La nunciatura, ubicada de momento en un sencillo espacio alquilado, estará encabezada por un encargado de negocios. Esta presencia permitirá una gestión más cercana, así como tomar mejor el pulso a la realidad presente del país y al «diálogo en curso». El contacto con las autoridades y la sociedad civil le hacen esperar que sea «un facilitador ecuménico y civil, nacional e internacionalmente». Al tiempo, se podrá planear, en actitud de «escuchar y servir», cómo organizar mejor una presencia diplomática más amplia en el futuro.