El pasado mes de marzo ha sido un tiempo fuerte en nuestro seminario. Hemos vivido la Cuaresma como un tiempo de gracia y conversión, preparándonos para celebrar el gozo y la alegría de la Pascua. Pero también ha sido el mes de nuestro santo patrón, san José, y el Día del Seminario en este año tan especial, dedicado al padre de Jesús y esposo de María, y en el que se nos invitaba a mirarle para aprender a responder al Señor y descubrir que «toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio. También en el sacerdocio y la vida consagrada se requiere este tipo de madurez. Cuando una vocación no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose solo en la lógica del sacrificio, corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración» (Patris corde, 7).
Y hemos podido vivir de cerca la visita del Papa Francisco a Irak, una visita apostólica realmente conmovedora y edificante. En el encuentro que tuvo con los obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas, en la catedral de Nuestra Señora de la Salvación de Bagdad, les decía: «Que vuestro testimonio, madurado en la adversidad y fortalecido por la sangre de los mártires, sea una luz que resplandezca en Irak y más allá, para anunciar la grandeza del Señor y hacer exultar el espíritu de este pueblo en Dios nuestro Salvador».
Parte de esa luz ha llegado hasta nosotros. La limosna cuaresmal de nuestro seminario, fruto de la oración y del ayuno, se ha destinado al único seminario en ese país, el de San Pedro del patriarcado caldeo en Erbil. Hemos podido entrar en relación con aquel seminario hermano compartiendo sus vidas y la acción de Dios de un modo muy edificante para nuestros jóvenes en formación. Hemos compartido un encuentro telemático con el nuncio en Chile, Alberto Ortega, formado en esta casa y gran conocedor de Oriente Medio, que nos hizo más presente la realidad de la Iglesia en Irak y nos estimuló a seguir respondiendo con generosidad al Señor y colaborando con nuestra oración y ayuda para que otras iglesias particulares puedan seguir siendo luz en medio del mundo.
¡Gracias, Iglesia en Irak, porque vuestro testimonio y entrega son un estímulo en nuestra respuesta al Señor, aquí y ahora!