El santo cura de Ars: ¿torpe o… disléxico? - Alfa y Omega

Se ha escrito mucho sobre el santo cura de Ars, pero no sobre el o los motivos que dieron origen a las enormes dificultades que Juan María Vianney tuvo que afrontar para llegar a ser sacerdote. Y que solo gracias a su perseverancia, al apoyo incondicional del padre Balley, su mentor, y a la gracia de Dios logró superar para alcanzar tan ansiada meta: el sacerdocio, que abrió la puerta a todo lo que ahora sabemos de él.

Para llegar a ser un sencillo sacerdote, Juan María Vianney se vio obligado a sortear muchas dificultades: adversidades derivadas de un tiempo en el que la creencia religiosa era mal vista y estaba perseguida por el Estado; una escolarización tardía y una enseñanza en una lengua que no era la suya, el latín, durante su preparación para el seminario y después de entrar en él en 1813. En este largo aprendizaje era habitual que sus compañeros se burlasen de él por sus dificultades para comprender y, por tanto, responder a las preguntas que le hacían, sobre todo cuando era en latín. Como apenas lo comprendía, permanecía en silencio y cuando se expresaba lo hacía con balbuceos.

Ya en el seminario mayor de Lyon, donde las clases se impartían en latín, lo consideran «demasiado lento» y con «una terrible falta de memoria». Esto le lleva a decir de sí mismo: «No consigo grabar nada en esta mala cabeza mía». Tanto es así que el rector le plantea: «“Juan Bautista [sic] los profesores no creen que usted esté hecho para la sagrada ordenación del sacerdocio. Algunos incluso le consideran un burro que no sabe nada de teología. ¿Cómo podríamos aprobarle para la recepción del sacramento del sacerdocio?”. La respuesta de Vianney se hizo famosa: “Monseñor, Sansón mató a mil filisteos con la quijada de un burro. ¿Qué cree que haría Dios con un burro entero?”».

Es por ello que a él y a otros seis alumnos con dificultades para el latín se les termina haciendo un grupo aparte y se les enseña en francés. En contraste con el concepto académico que parece que se tenía de Juan María, uno de sus biógrafos lo describe como «un joven inteligente, astuto y extraordinariamente intuitivo, dado a la más elevada meditación espiritual y dotado de una imaginación generosa y ardiente».

Finalmente, para lograr el tan ansiado orden sacerdotal, y gracias al padre Balley, le permiten examinarse en francés fuera del seminario. Eso le posibilita demostrar todo su gran conocimiento teológico y su elevada preparación. Logró ser ordenado sacerdote menos de dos años después de su ingreso en el seminario, ya con 29 años. Comentar que en un estudio grafológico realizado a una de sus cartas, escrita ya en su madurez sacerdotal, se mencionan las «faltas de ortografía» con las que aún escribe nuestro santo.

Ahora, con el paso del tiempo, podemos concluir que todas esas dificultades que hemos mencionado bien podrían corresponder a una dislexia. ¿Qué es la dislexia? Una dificultad específica del aprendizaje que se presenta al afectarse zonas del cerebro que participan en el proceso del lenguaje. Esto hace complejo asociar un sonido, un fonema o una sílaba, con un grafema. El estudio se ralentiza, ya que pequeños cambios en los sonidos que la persona disléxica debe interpretar suponen algo diferente que debe ser nuevamente descifrado. Se trata, en definitiva, de una pérdida de información, que conlleva una desorientación en ese momento.

Hay pues dificultades naturales en reconocer las palabras oídas que deben, forzosamente, asociarse a una imagen. En cualquier lectura, para reconocer el significado o el sentido de lo que lee, cada letra, verbo o sustantivo, un disléxico debe vincularlo a una imagen para en su conjunto formar una unidad. De ahí que los idiomas ajenos al materno sean muy difíciles de aprender; y mucho más cuando no existe concordancia entre la palabra escrita y su pronunciación.

La atención que hay que prestar a la información que se recibe, sobre todo cuando es verbal, es mucho mayor que para una persona no disléxica, por lo que al cabo de un rato el disléxico que atiende en una clase o en una charla pierde con facilidad el sentido de lo que se le quiere transmitir y termina desentendiéndose de la información. Por eso los niños disléxicos tienen dificultades para seguir al profesor en clase, para expresarse verbalmente… En definitiva para el aprendizaje a través de un código escrito, donde al disléxico le cuesta mucho visualizar la imagen de lo que se le quiere enseñar. De ahí la dificultad para asimilar el contenido de muchas materias impartidas.

Sin embargo, nada impidió que san Juan Maria Vianney ejerciera en una muy pobre parroquia con gran inteligencia espiritual y capacidad para reconducir las almas de los feligreses del lugar, y de otros muchos fuera de su rectorado, que lo buscaban para asesorarse y limpiar su alma de todas aquellas manchas que pesaban sobre ellos. Esa capacidad para ver, para entender, para aconsejar a la persona desde el sacerdocio de una parroquia, ha sido reconocido en la persona de Juan María Vianney, párroco de Ars.

Vianney nació en 1786. Cuando inició su escolarización, nada se sabía de lo que ahora conocemos como dislexia. La andadura hacia su conocimiento y reconocimiento comenzó un siglo más tarde, en 1877, cuando se identificó la dificultad de una persona para ver las palabras, para expresarlas verbalmente. Todavía, a día de hoy, continuamos estudiando esta particularidad en el aprendizaje que parece afectar a entre un 5 % y un 17 % de la población; y que en ocasiones resulta tan difícil de identificar hasta por el propio profesorado.

Juan Santos Suárez
Médico de cuidados paliativos