El modo de orar de los primeros cristianos: «Nos va la vida en saber hacer oración mental» - Alfa y Omega

El modo de orar de los primeros cristianos: «Nos va la vida en saber hacer oración mental»

«La oración es más importante que cualquier otra cosa que tengamos que hacer hoy», dice Francisco José Crespo, autor de La oración mental, donde explica cómo tener una relación «muy muy personal» con Dios «y hablar con Él cara a cara»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
«Orar no es ponerse como un loro a recitar oraciones, sino dialogar con Dios de tú a tú», dice Francisco José Crespo. Foto: Cathopic.

Sus vídeos acumulan miles de visualizaciones en YouTube, con numerosos comentarios y dudas a las que responde con prontitud. Francisco José Crespo, ingeniero de Caminos y numerario del Opus Dei, es el autor del libro La oración mental, en el que expone un particular método de oración para hablar con Dios y escuchar de Él sus inspiraciones concretas para nuestra vida. «Yo no lo llamaría método, sino que es el modo de orar que han seguido muchos santos a lo largo de la historia», dice.

¿De dónde procede este interés tuyo por la oración mental?
Yo he hecho oración prácticamente toda mi vida desde que tenía 19 años. Sobre todo, devoraba mucha lectura espiritual, pero dice santa Teresa de Jesús que es un error pasarse toda la vida así, simplemente leyendo libros. Nos va la vida en saber hacer oración mental, hay una gran diferencia con otros modos de orar. La oración mental es oír a Dios, algo muy por encima de leer o escuchar meditaciones, que también hay que hacerlo. Cuando me adentré en este camino vi que todo me iba mucho mejor, y quise profundizar. En realidad no es un método de oración, sino la manera en que rezaban los primeros cristianos desde el principio, y luego muchos santos.

¿Cómo comienza este modo de orar?
Consta de cuatro puntos que explico en mi blog. El primero es recoger nuestra mente. No se trata de no tener distracciones, sino de atenuar pasiones, según aprendió a hacer santa Teresa de Jesús, algo que cuenta en su Libro de la Vida. Supone calmar tristezas, alegrías, anhelos y temores. Esto ya lo hacían los primeros cristianos y aparece en los Hechos de los Apóstoles cuando Pedro sube a lo alto de una casa para estar a solas con Dios, y allí recibe una visión interior que luego impulsó la evangelización.

¿Qué viene después?
El recogimiento de la voluntad. Para que al rezar no saquemos conclusiones de nuestra cosecha, tienes que predisponerte a obedecer a Dios en todo aquello que te vaya a decir. Si no estamos dispuestos a obedecerle, Él se calla. Sabes que estás dispuesto cuando te colocas en la peor de las hipótesis posibles: ¿estarías dispuesto a hacer lo que no te gusta solo si Dios lo quiere? Porque uno a veces va a la oración con la idea de que Dios haga nuestra voluntad…

¿El tercer punto?
Escribir, porque la escritura actúa aquí como un campo de fuerza que evita que nos distraigamos o rompamos el recogimiento. En esto recuerdo cómo santo Tomas de Aquino decía que el diablo no puede llegar al intelecto y la voluntad. Escribes y preguntas a Dios. No te enrolles, ve directo, funciona en base a pregunta y respuesta. A Dios le gusta este modo de orar. Y lo que venga de Dios lo escribes en primera persona, en su boca. Cuando ya estás recogido, simplemente ponte a escribir y puedes estar seguro de que lo que te venga a la mente es de Dios. Pero tienes que estar recogido y estar dispuesto a hacer la voluntad de Dios, recuerdo. Los primeros cristianos se fiaban de su mente en el momento de orar.

¿Y ya está?
La última condición es confiar completamente en que eso que has escrito es de Dios. En el 100 % de las veces, si cumples las condiciones de certeza, te habla Dios y solo te habla Dios. No te hablas tú mismo. No debe importar que te parezca tuyo, porque es de Dios. Él utiliza nuestro intelecto y nuestro amor —nuestra voluntad—­, porque es su modo normal de comunicarse con nosotros, más que usando imágenes o luces extraordinarias.

¿Qué feed back te ha llegado después de esta propuesta?
Conozco un montón de casos en los que la gente que se ha puesto a hacer oración mental, iniciando un diálogo con Dios, ha alcanzado de Él la respuesta que necesitaban para sus vidas. Esto no es para expertos. En más de 40 años tratando familias, aún no he visto ningún matrimonio que practique la oración mental bien hecha y diariamente y no tenga una unión robusta. Es algo que deberíamos hacer todos. Y es alta oración. En nuestro día no puede faltar un momento de hablar con Jesucristo y escucharle: este es el primer mandamiento.

Cuéntanos algún caso…
De seis matrimonios que estaban separados, cinco de ellos han vuelto desde que uno de los cónyuges empezó a practicar la oración mental. Es como una puerta que le abres a Jesucristo para que entre en tu vida.

Un señor que rezaba el Rosario e iba a Misa todos los días llevaba tres años sin trabajo, y a las pocas horas de empezar a hacer oración mental le llamaron de dos empresas para darle dos buenos encargos.

Y hay muchos más. Decía el Cura de Ars que «todos los males de la tierra vienen de que no oramos, o de que oramos mal». Fíjate, pone ambas cosas al mismo nivel: no rezar, o rezar mal. Entonces hay que rezar, y hay que rezar bien. Orar no es ponerse como un loro a recitar oraciones, sino dialogar con Dios de tú a tú.

¿Y la Misa?
Es importantísima y crucial, claro, pero puedes ir a Misa todos los días y que tu vida sea un desastre. Conozco casos así… Orar no es hacer una tabla de gimnasia: te sientas, te pones de pie, te arrodillas, consumes el Santísimo quizá distraído, o sin haberte confesado…

Dios nos ha creado para que tengamos una relación muy muy personal con Él. Moisés hablaba con Dios «cara a cara», dice la Escritura. La cosa cambia completamente cuando tienes una relación así. Hacer oración mental siempre suma. Tienes que perseverar y no dejarla, levantarte 30 minutos antes, y luego escribir y gozar. Dios es capaz de resolverlo absolutamente todo, solo quiere lo mejor para nosotros. La oración es más importante que cualquier otra cosa que tengamos que hacer durante el día de hoy.