El primer carmelita descalzo - Alfa y Omega

En los últimos siglos ha ido oscureciéndose la figura de fray Antonio de Jesús, hombre excepcional cuya vida, íntimamente vinculada a la de santa Teresa de Jesús, le llevó a ser el primer carmelita descalzo en Duruelo, confesor de santa Teresa en su lecho de muerte y confesor de san Juan de la Cruz también en su última hora.

Fray Antonio de Jesús nace en Requena en 1510. Entonces ciudad castellana, Requena contaba con un importante convento de carmelitas, el primero que se construyó en España (1332) cuando la orden abandona Palestina. En aquel studium de Teología, estudia hasta los 16 años, de ahí marcha a Salamanca, donde cursa Decretales y se ordena sacerdote con 22 años. Pasa más tarde por distintos conventos, siendo prior de La Moraleja, Requena, Toledo, Ávila y Medina del Campo. Su alto nivel intelectual hace que el Papa Pío V le nombre, en 1572, visitador apostólico de los dominicos, gran reconocimiento, pues los dominicos entonces lo eran todo por su estrecha vinculación a la Inquisición. A Salamanca regresará entre 1552 y 1557 para, tras el Concilio de Trento (1545-1563), actualizar sus conocimientos, y saldrá de allí como presbítero teólogo y calificado como «elocuente orador».

Pero entre 1566 y 1567 la madre Teresa de Jesús y fray Antonio entablan estrecha relación. Tan estrecha que la santa cita a fray Antonio 20 veces en Las Fundaciones y 52 en sus cartas. Más tarde, ya como prior de Medina del Campo, la Santa le habla un día de su intención de reformar el Carmelo masculino, creando una orden de carmelitas descalzos, y él se ofrece de inmediato pidiéndole ser «el primero». Santa Teresa duda por la edad —57 años— de fray Antonio en esos momentos. Más tarde conoce a fray Juan de Santo Matía, quien luego será Juan de la Cruz. Y en ese instante comprende que dispone de las personas necesarias para fundar el primer convento de varones descalzos, sometidos a una nueva Regla que le permita pasar de los carmelitas del paño a los del sayal.

La Santa exclama: «Como ya tuve estas dos voluntades ya me pareció que no me faltaba nada». Y añade irónicamente: tengo «frayle y medio», en alusión a la pequeña estatura de fray Juan y a la enorme, para la época, de fray Antonio.

Con ambos funda Duruelo, primer convento de carmelitas descalzos. Y ambos, junto a fray José de Cristo, comenzaron a vivir el 28 de noviembre de 1568, según la Regla Primitiva. Se ha discutido mucho sobre si el primer descalzo fue san Juan o fray Antonio. Pero si acudimos a los «dichos» o declaraciones de los frailes y monjas carmelitas de la época que testificaron para la beatificación de la madre Teresa de Jesús, todos, sin excepción, califican a fray Antonio como el «primer descalzo». Más tarde, el propio fray Antonio llevaría el convento a Mancera. Fray Antonio acompaña a santa Teresa en muchas de sus fundaciones, trata de ser provincial en el Capítulo de Alcalá de 1581, pero no lo logra, ya que sale elegido el padre Gracián, y contribuye en buena medida con su ciencia —era «hombre de gobierno, docto y culto»— a la elaboración de las nuevas Constituciones de la orden que se aprueban ese año. Más tarde acompaña a la Santa en su último viaje a Alba de Tormes, donde muere santa Teresa en 1582. Fray Antonio le asiste y le administra allí los últimos sacramentos.

A partir de ahí su vida cambia, pasa a ser prior de Los Remedios de Sevilla, acompaña al padre Gracián a fundar en Lisboa en 1584, en cuyo viaje es atacado por un oso que le muerde la pierna, lo que le dañará para el resto de su vida. Funda los conventos de Vélez-Málaga –del que será prior– y el del Desierto de las Nieves, y es nombrado vicario provincial de Portugal y provincial de Andalucía. Y en 1591 es llamado desde el convento de Úbeda, donde se encuentra san Juan de la Cruz, para que le asista en sus últimas horas. Permanece con él en aquellos duros momentos. Años después, en 1601, muere en Vélez-Málaga, con 91 años, tras 81 de religión, de los que pasó 47 en la Descalcez.

Mucho quiso santa Teresa a fray Antonio, como lo demuestra la carta que dirige a Felipe II en 1577 para que liberen a fray Antonio, detenido por las guerras fratricidas entre descalzos y calzados, donde le califica de «bendito viejo»…, «el primero de todos».

Aquel siglo XVI no fue nada fácil para la Iglesia. El cristianismo vivía amenazado por el turco al sur y por la reforma luterana al norte. En la contrarreforma, santa Teresa, san Juan y fray Antonio desempeñaron un papel singular. Es cierto que el de los dos santos se ha engrandecido con el tiempo y simultáneamente la vida y el papel de fray Antonio se ha ido agrisallando. No es justo y con mi último libro pretendo devolver al personaje la importancia que tuvo en el siglo.

Jaime Lamo de Espinosa
Catedrático Emérito de la UPM. Autor de Fray Antonio de Jesús (Heredia) (Monte Carmelo)