El presidente del Líbano visita al Papa en un momento de crisis política y división entre los cristianos
En el Líbano, la ley dicta que el presidente y un 50 % de los diputados sean cristianos. La investigadora Amaia Goneaga, experta en el país de los cedros, explica a Alfa y Omega que es un país con más libertad que su entorno, pero que el sistema de cuotas ha paralizado las instituciones y dividido a los cristianos
Aoun, como todos los presidentes del Líbano desde su creación en 1943, es cristiano maronita. Se sigue reservando esta magistratura a los cristianos, mientras que el primer ministro es musulmán suní y el presidente del Parlamento, musulmán chií. Los escaños se distribuyen a un 50 % entre cristianos y musulmanes –antes de la guerra civil libanesa (1975-1990), el reparto era de seis cristianos por cinco musulmanes–. Estas cuotas han de combinarse, además, con los resultados electorales de cada partido.
El primer destino europeo que ha elegido el presidente del Líbano, Michel Aoun, para una visita oficial no es París, como venía siendo tradicional dada la relación histórica entre el Líbano y Francia, sino el Vaticano. El Papa Francisco recibió este jueves a Aoun, que fue nombrado presidente a finales de octubre de 2016, después de más de dos años de vacante presidencial y 45 intentos de investidura fallidos. El nombramiento no ha acabado con la crisis institucional en el país, ya que el debate sobre la reforma de la ley electoral sigue provocando una parálisis política.
¿En qué contexto surge un sistema político tan complejo como el del Líbano?
Hay que remontarse hasta el siglo XIX. O incluso antes, para entender el crisol de religiones que siempre ha sido Oriente Medio. En la actualidad hay 18 confesiones religiosas allí. Durante el Imperio Otomano, las llamadas «gentes del Libro» —religiones monoteístas no musulmanas— tenían un régimen especial: pagaban una serie de impuestos, podían mantener sus instituciones religiosas y tenían potestad para gestionar algunos asuntos, sobre todo en lo relacionado con el Derecho Civil —matrimonios, herencias…—.
¿Qué ocurre tras la caída del Imperio Otomano?
Francia quiere aprovechar su dominio sobre el Levante. Esto se concreta después de la I Guerra Mundial por los acuerdos de Sykes-Picot [el acuerdo del Reino Unido y Francia para repartir sus zonas de influencia en Oriente Medio, N. d. R.]. Durante el dominio francés, las autoridades de este país y las élites cristianas barajaron crear un Estado cristiano en la región. Pero los mismos cristianos entendieron que no era viable. En vistas a la realidad demográfica de la zona y para seguir respetando los derechos de todos, decidieron montar un Estado en función de cuotas confesionales.
¿El sistema consiguió lo que buscaba?
La parte buena es que tienen que estar dialogando continuamente todos con todos. Está lejos de ser una democracia y un sistema ideal, pero sí es verdad que en comparación con los países de alrededor el Líbano ha mantenido unas cuotas de libertad más amplias. Aunque también es verdad que dentro de cada grupo político las estructuras son bastante autoritarias. Con los partidos se establece una relación clientelar: el partido te puede ayudar a tener acceso a atención sanitaria, darte dinero para que tu hijo vaya a un colegio… El sentimiento de deber algo al partido es muy grande.
¿Y ha tenido consecuencias negativas?
…Que hay que negociarlo todo. Está todo muy fraccionado: cada partido, cada fracción, tiene sus cuotas y paralizan lo que les quita influencia. Nadie se puede imponer a nadie y, como también es un sistema muy corrupto, al final se convierte en un mercadeo. Y hay un estancamiento total. Se supone que este mayo va a haber elecciones generales que tendrían que haber tenido lugar en 2011 o 2012. Las últimas fueron en 2009. El Gobierno cayó en 2011, y no se formó otro en año y medio.
¿Todo ello por la composición del sistema político?
La inestabilidad de la región no ha ayudado nada. Ahora habrá elecciones porque a nivel internacional ya hay un consenso más o menos claro de que Al-Asad seguirá en el poder en Siria, y esto le conviene a Hizbulá. También ha ayudado el acercamiento entre Irán y Arabia Saudí, dos países que tienen mucha influencia en el Líbano. Esto ayudó a la elección de presidente hace unos meses [después de dos años de vacío, N. d. R.].
¿Qué perfil político tienen los cristianos?
Los cristianos están divididos en distintos partidos y se enfrentan entre sí, por su afiliación o no a Siria. Pero el ascenso del yihadismo suní tan brutal en los últimos tiempos está empujando a la mayoría de los cristianos hacia Hizbulá. Tienen miedo del yihadismo suní y del salafismo, que es mucho más intolerante con los cristianos y todos los que no sean suníes.
¿Es sostenible a largo plazo esta forma de funcionar, sobre todo teniendo en cuenta el cambio demográfico?
Es un sistema con un equilibrio tan frágil que los analistas están con miedo a que reviente prácticamente desde su creación. Pero ha habido una guerra civil de 15 años y se ha mantenido. El sistema es muy dependiente de los equilibrios demográficos. Y no se ha hecho un censo oficial desde 1932 [cuando los cristianos eran un 51 % y los musulmanes un 49 %]. Todos sabemos que los cristianos son cada vez menos debido sobre todo a la emigración socioeconómica. La comunidad chií tiene cada vez más peso demográfico. De facto, hace años que Hizbulá [la organización político-militar chií, N. d. R.] se impone por encima del resto, y las decisiones a nivel nacional no se toman sin que estén de acuerdo. En zona chií el Estado no se mete para nada. Pero siempre respeta las formas en el proceso político, y creo que se van a mantener por ahora.
¿Y sería aplicable a otros países de la región, tal vez a Irak?
En el Líbano este sistema ha funcionado bastante bien porque es un país muy pequeño con mucho equilibrio entre las distintas partes y una presencia cristiana realmente importante. En Irak se intentó hacer un sistema de cuotas y no salió muy bien, la verdad.