El Papa revive el horror de la Gestapo y el KGB en el Museo de la Ocupación de Vilnius
Asesinaron a 195.000 judíos y deportaron a 120.000 lituanos a Siberia
Visto desde fuera, el Museo de la Ocupación de Vilnius tiene aspecto de palacio, pero al bajar al sótano el Papa Francisco se ha encontrado este domingo con el escenario de un horror sin límites. En una sucesiva alternancia de asesinos el NKVD (1940-41), la Gestapo (1941-44) y después el KGB utilizaron este palacio como jefatura, calabozos, cámaras de tortura y de ejecución.
La ocupación nazi trajo consigo el asesinato de 195.000 judíos, el 95 por ciento de los que vivían en Lituania y que suponían en Vilnius –«la Jerusalén del Norte», con sus 115 sinagogas– la mitad de la población.
La segunda ocupación soviética a partir de 1944 fue absolutamente despiadada: 180.000 lituanos terminaron en campos de concentración, mientras que otros 120.000 fueron deportados a Siberia y a varios «gulag» de Asia central. Entre ellos había familias enteras, incluidos 12.000 niños, de los cuales 5.000 fallecieron en el destierro.
En su segunda jornada en Lituania, el Papa ha visitado, al regreso de Kaunas, el Monumento a las Víctimas del Gueto de Vilnius, llamado entonces «Gueto número 1», que encerraba a quienes podían trabajar, mientras el «Gueto número 2» era la cárcel de ancianos, mujeres y niños, convertida poco a poco en campo de exterminio por hambre.
El 23 de septiembre de 1943, los alemanes emprendieron la destrucción definitiva del gueto, y la fecha se conserva como jornada de la memoria del Genocidio judío en un país que enseña la historia del Holocausto en las escuelas, ha compensado a los supervivientes y ha impuesto «tolerancia cero» frente a los delitos de antisemitismo.
Los nazis convirtieron Vilnius en un escenario de muerte. De los 208.000 judíos de Lituania sobrevivieron solo 12.000. Los alemanes asesinaron a 55.000 en el gueto de Vilnius y a otros 60.000 a unos kilómetros de allí, en el bosque de Paneriai.
Acompañado de la presidenta de Lituania, Delia Grybauskaité, el Papa ha depositado una corona de flores ante el sobrio monumento de granito a las víctimas y ha rezado, sobrecogido y en silencio, durante tres minutos.
Por la mañana, durante la misa en Kaunas, Francisco había recordado que «hace 75 años, Lituania presenciaba la destrucción definitiva del gueto de Vilnius; así culminaba el aniquilamiento de miles de judíos, iniciado dos años antes».
Y urgía a «detectar a tiempo cualquier rebrote de esta perniciosa actitud, cualquier aire que enrarezca el corazón de las generaciones que no vivieron aquello, y que pueden dejarse llevar por esos cantos de sirena».
La presidenta Delia Grybauskaité, antigua comisaria europea de finanzas, ha acompañado también al Papa al Museo de la Ocupación, donde Francisco ha visitado la celda 9 y la celda 11, donde permanecieron encerrados y fueron torturados centenares de sacerdotes y algunos obispos como Vincentas Borisevicius, fusilado en 1946, y Teofilius Matulionis, asesinado en 1962 mediante inyección letal por una agente del KGB disfrazada de enfermera, cuando Juan XXIII le invitó a participar en el Concilio Vaticano II.
Ante la antigua jefatura del KGB esperaban al Papa un grupo supervivientes de encarcelamiento y torturas, la mayoría octogenarios o nonagenarios. Por dentro, el edificio es un lugar inhóspito y macabro ya en los pasillos, y todavía mas en las celdas, que permiten imaginar el horror del pasado.
El Papa ha encendido una vela y ha rezado en silencio un buen rato en memoria de los miles de personas torturadas y ejecutadas en este lugar donde los signos de la violencia acumulada eran tan visibles que algunas celdas suman hasta 18 capas de pintura.
Un anciano obispo jesuita, superviviente de la persecución, le ha acompañado en la visita a las celdas y a la sala de ejecuciones, donde ha rezado en silencio. En ese lugar mataban algunos días a más de cuarenta personas. Todo el recorrido era sobrecogedor.
Recuerda a las personas que sacrificaron sus vidas
El Papa ha recordado en el libro de firmas del museo a las personas que «sacrificaron sus vidas por la libertad y la justicia», y reflejado su oración «a Dios Todopoderoso para que conceda los dones de la reconciliación y la paz al pueblo lituano».
Poco después, en su breve plegaria ante el monumento a los caídos bajo la ocupación soviética, Francisco ha recordado con voz temblorosa «los padecimientos de tantos hijos de este pueblo» a manos del «afán prepotente de quienes pretendían controlarlo todo» y de la «ambición desenfrenada que endurece y ciega el corazón».
No mencionaba por su nombre a ningún país sino a tipos de malicia que pueden darse en cualquier nación donde los extremistas siembren el mal. En su oración ha pedido «no acomodarnos a las modas de turno, a los slogans simplificadores ni a los intentos de reducir y privar de dignidad a ninguna persona».
Y ha concluido pidiendo al Señor «que Lituania sea faro de esperanza. Que promueva esfuerzos creativos en defensa de los derechos de los mas indefensos y vulnerables. Y que sea maestra en cómo reconciliar y armonizar la diversidad»”. Al terminar se quedó rezando en silencio durante un largo rato, como si no quisiera marcharse. A poca distancia, los supervivientes de ese lugar de crueldad, todos ellos con cabellos muy blancos, le miraban conmovidos, algunos llorando también en silencio.
El Papa viaja mañana lunes a Lituania y el martes a Estonia, última etapa de su visita a los tres países bálticos.
Juan Vicente Boo / ABC. Vilnius