El Papa pide que no normalicemos las esclavitudes modernas - Alfa y Omega

El Papa pide que no normalicemos las esclavitudes modernas

«Cada año, miles de hombres, mujeres y niños son víctimas inocentes de la explotación laboral, sexual y del tráfico de órganos. Deseo renovar mi llamamiento al empeño de todos, con el fin de que esta plaga aberrante, forma de esclavitud moderna, sea aplacada adecuadamente», señaló el Papa Francisco este domingo, 30 de julio, Día Mundial contra la Trata de Personas. Para eso, añadió, no podemos acostumbrarnos a considerar la esclavitud «como una cosa normal»

Redacción

Tras el rezo mariano del Ángelus en la plaza de San Pedro, en el Vaticano, el Papa reiteró su petición de no permanecer indiferentes frente a la realidad de la trata. «Parece que nos hemos acostumbrado a considerarla como una cosa normal. Esto es feo, es cruel, es criminal», explicó el obispo de Roma, e invitó a los miles de peregrinos congregados ante él a rezar a la Virgen María «para que sostenga a las víctimas y convierta los corazones de los traficantes».

Según los últimos datos publicados por la OIT (Organización Internacional del Trabajo), aproximadamente 21 millones de personas en el mundo son víctimas de trata en sus diversas modalidades.

El tesoro escondido y la perla preciosa

Durante el Ángelus, el Papa reflexionó en torno a las parábolas del tesoro escondido y la perla preciosa, donde sus protagonistas deciden «vender todo para obtener aquello que han descubierto». Ambos relatos, recordó el Pontífice, «ponen en evidencia dos características concernientes la posesión de Reino de Dios: la búsqueda y el sacrificio. El Reino de Dios es ofrecido a todos, pero no está puesto a disposición en una bandeja de plata, necesita un dinamismo: se trata de buscar, caminar, ocuparse».

La actitud de la búsqueda «es la condición esencial para encontrar; es necesario que el corazón arda del deseo de alcanzar el bien precioso, es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Es Él el tesoro escondido, es Él la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental, que puede dar un viraje decisivo a nuestra vida, llenándola de significado».

Frente al descubrimiento inesperado, «tanto el campesino come el mercader se dan cuenta que tienen delante una ocasión única que no deben dejarse escapar, por lo tanto, venden todo aquello que poseen. La evaluación del valor inestimable del tesoro, lleva a una decisión que implica también sacrificio, separaciones y renuncias».

El discípulo de Cristo «no es uno que se ha privado de algo esencial, es uno que ha encontrado mucho más: ha encontrado la alegría plena que sólo el Señor puede donar». Alegría, concluyó, que nace «cuando descubrimos la cercanía y la presencia consoladora de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma el corazón y nos abre a las necesidades y a la acogida de los hermanos, especialmente de aquellos más débiles».