Cuando Robert Prevost tenía 27 años, y era ya licenciado en Matemáticas y en Teología, la orden de los agustinos le envió a estudiar Derecho Canónico en Roma, donde recibiría la ordenación sacerdotal y el doctorado por la Universidad Pontificia Santo Tomás de Aquino. En esos cinco años observaba, desde fuera, la Curia vaticana y, desde dentro, la universalidad de su orden. Los 22 años de misionero y de obispo en zonas pobres del Perú le dieron el calor humano de América Latina y una segunda nacionalidad, la peruana, que lleva en el corazón. A su vez, los doce años como prior general de los Agustinos (de 2001 a 2013) añadieron incesantes viajes por todo el mundo y una experiencia directa de la universalidad de la Iglesia siendo, al mismo tiempo, «vecino de enfrente» del Vaticano, al estar en la curia generalicia.
Menos conocido es que el Papa Francisco le nombró miembro de la Congregación para el Clero en 2019 y de la Congregación para los Obispos en 2020, con los consiguientes viajes a Roma para asistir a las reuniones ya antes de ser prefecto. Quizá como preparación a responsabilidades mayores, Francisco le hizo miembro de otros siete departamentos: Evangelización, Doctrina de la Fe, Iglesias Orientales, Vida Consagrada, Educación, Textos Legislativos e incluso Estado del Vaticano. Conocer por dentro nueve organismos claves de la Curia le ha permitido alcanzar la velocidad de crucero como Papa desde que salió al balcón con un perfecto discurso programático —paz, amor incondicional de Dios, sinodalidad, diálogo, construir puentes, Iglesia misionera y cercanía a los que sufren— escrito en italiano, al que añadió emocionadas palabras en español para «mi querida diócesis de Chiclayo». En definitiva, León XIV es el Papa insider y, a la vez, el Papa outsider.