El Papa es un hombre de diálogo y Albania ofrece un modelo de diálogo religioso
Lleva en Albania desde 1996, pocos años después de la caída del comunismo y el tímido resurgimiento de la libertad de culto. Instalada en la zona montañosa del noreste, ayuda a los católicos que llegaron desde Turquía, huyendo de la presión turca para convertirse al islamismo, aunque tuvieron que pagar un precio muy alto: abocados a la pobreza y los trabajos menos agradecidos y duros como la paupérrima agricultura de montaña. Después de 18 años allí, sor Cristiana ama a Albania como si fuera su patria, una patria que ha experimentado el sufrimiento y que ahora comienza a vislumbrar las mejoras educativas, materiales y sociales
¿Qué servicio lleva a cabo su congregación?
Al vivir en una zona desfavorecida y con una Iglesia marcada por la falta de sacerdotes, desde el principio, nuestra comunidad de Franciscanas Misioneras del Sagrado Corazón, se ha dedicado a la catequesis pastoral, las visitas familiares, reuniones con los jóvenes y actividades con los niños. Además, hacemos celebraciones de la Palabra y atendemos a los pobres y enfermos desde todos los ámbitos: material y espiritual. Actualmente tenemos dos comunidades, y seguimos sirviendo a las comunidades más desfavorecidas, que han abandonado las montañas por no tener con qué vivir allí. Aunque nuestro carisma privilegia la educación de los niños desfavorecidos, llevamos a cabo también actividades de apoyo a la mujer, que sigue siendo uno de los segmentos más frágiles y menos considerados de la sociedad.
¿Cómo es la Iglesia que va a encontrar el Papa en este viaje?
Es, sobretodo, la Iglesia que ha resurgido de la persecución, y ha resurgido con la sangre de 40 mártires a los que ojalá podamos venerar pronto como santos. En estos 24 años desde la caída del comunismo la Iglesia ha ido resucitando lentamente de entre los escombros, gracias a la ayuda de los misioneros enviados tras la llamada de Juan Pablo II en 1993.
Esos misioneros respondieron generosamente a la llamada y, con su trabajo, han mejorado el país de norte a sur, centrándose sobre todo en las áreas de tradición católica, pero ayudando también a ortodoxos y musulmanes.
A los jesuitas, por ejemplo, se les confió el cuidado y la formación de nuevos sacerdotes en el Seminario Interdiocesano de Shkodra, del que salió el primer ordenado en el año 2000. Pero son pocas las vocaciones para satisfacer el enorme trabajo que hay por delante.
Es una iglesia pobre, pero muy joven y activa, que vive en armonía con las otras religiones: musulmana y ortodoxa. Es una iglesia abierta y acogedora, una iglesia que conoce su propia identidad de mártir y trata de mantener su memoria instando a los jóvenes a no traicionar su glorioso pasado y construir un futuro que fortalezca y dé a conocer el Reino de Dios.
¿Qué significa esta visita del Papa en Albania?
Como señaló el propio Papa cuando anunció que vendría a Albania, su visita ante todo fortalece nuestra fe y da consuelo espiritual a los muchos fieles que han sufrido terriblemente. Significa, además, fortalecer la lealtad al Evangelio, al testimonio de fe sincero y fructífero.
En esta tierra conviven en armonía tres religiones, gracias al compromiso y esfuerzo de los líderes de todas ellas, que mantienen relaciones de paz, un diálogo continuo y que afrontan de manera conjunta los diversos problemas de la sociedad, en alerta ante cualquier forma de extremismo o fanatismo que pueda surgir. El Papa es un hombre de diálogo y Albania, en este sentido, ofrece un modelo de diálogo religioso. Seguramente, el Papa promoverá lo que encuentre en Albania como un valor importante para el futuro de Europa.
¿Cuáles son los desafíos que afrontan en Albania la Iglesia y los católicos?
A la caída del régimen comunista y la recuperación de la libertad de pensamiento y religión han seguido cambios drásticos en todas las esferas de la vida, favorecidos también por la emigración. De manera brusca, los albaneses se chocaron con nuevos modelos y estilos de vida. Estos cambios originaron, en muchos casos, el rechazo a la propia realidad y la importación del consumismo y el hedonismo, que desembocó en desesperación y frustración social. Albania se enfrenta todavía a todos estos retos y sus consecuencias: la desigualdad social, la discriminación entre clases sociales, la falta de empleos, la corrupción, el debilitamiento de los valores familiares, el descenso de la natalidad… La Iglesia trata de paliar esos efectos proclamando la importancia de la familia, de los lazos familiares como institución fuerte, referencia moral y espiritual.
¿Sigue existiendo persecución religiosa en Albania?
Aunque existen algunas formas de discriminación entre creyentes de diferentes religiones o entre personas con ideologías políticas distintas, no se puede hablar de persecución en Albania ahora mismo.
¿Se producen conversiones?
Con enorme alegría puedo responder que sí, pero hay que explicar el contexto. En Albania, el hecho de pertenecer a una fe era un símbolo de identidad social. A nuestra llegada nos encontramos un pueblo que había mantenido sus tradiciones de fe, pero a menudo no sabía nada de su religión porque no se le había explicado la doctrina.
De esta forma, no ha sido extraño que un musulmán, por ejemplo, entrara en contacto con la Iglesia Católica en el colegio o en el trabajo y, al conocer esa nueva fe, sintiera el deseo de unirse a ella. Es el caso, por ejemplo, de una joven de 17 años llamada Elizabeta e hija de padre musulmán y madre católica.
Hace dos años, y a través de la escuela, comenzó a conocer de cerca de los católicos y surgió en ella el deseo de conocer la fe de su madre. Comenzó a asistir a la iglesia y se unió al coro acompañando con el violín. Después de escuchar a los sacerdotes, de rezar y de encontrar en la Iglesia paz y serenidad, sintió el deseo de prepararse para el bautizada.
C. S. A. / R. C.-M.