El Papa, en el ángelus: «Sin apertura a las sorpresas de Dios la fe se convierte en una letanía cansada» - Alfa y Omega

El Papa, en el ángelus: «Sin apertura a las sorpresas de Dios la fe se convierte en una letanía cansada»

Francisco ha alertado contra «la comodidad de la costumbre y la dictadura de los prejuicios», y ha animado a «abrirse a la novedad» de Dios y «dejarse sorprender» por Él

Redacción
El Papa saluda desde el balcón del Palacio Apostólico. Foto: Vatican Media.

El Evangelio de este domingo, 4 de julio, habla de la «incredulidad de los paisanos de Jesús» y de cómo ellos lo conocen pero «no lo reconocen». Lo ha destacado el Papa Francisco en el ángelus, desde el balcón del Palacio Apostólico y ante un buen grupo de fieles congregados en la Plaza de San Pedro. Hay diferencia entre conocer y reconocer, ha indicado Francisco, porque el conocer ordinario y superficial «no reconoce la unicidad de la persona». Esto conlleva el riesgo, que «corremos todos», de etiquetarla y encerrarla en «nuestros prejuicios».

Los paisanos de Jesús, ha abundado, «no se han dado nunca cuenta de quién es realmente Jesús», rechazan su novedad. «Cuando prevalece la comodidad de la costumbre y al dictadura de los prejuicios –ha advertido–, es difícil abrirse a la novedad y dejarse sorprender». Porque a veces, ha reconocido, «solo buscamos confirmación de nuestras ideas y nuestros esquemas para no hacer el esfuerzo de cambiar».

«Escuchen bien —ha interpelado—: sin apertura a las sorpresas de Dios, sin asombro, la fe se convierte en una letanía cansada […] en una costumbre social. Un asombro que es inherente al encuentro con Dios. Se debe ir por este camino, ha resuelto el Papa, que «es como el certificado de garantía de que ese encuentro es verdadero, no es costumbre».

El escándalo de un Dios hombre

Tampoco aceptan los paisanos de Jesús «el escándalo de la encarnación». Es un escándalo para ellos, ha afirmado el Pontífice, pensar que «la divinidad se esconde en la humanidad» que Dios habita en la palabra y en los gestos «de un simple hombre». «En realidad es más cómodo un Dios abstracto y distante» que no se entromete en las situaciones del hombre.

«Nos gusta creer en un Dios de efectos especiales» que hace siempre cosas extraordinarias y produce «grandes emociones. Pero Dios se pone a nuestro lado, ha recordado el Papa, «habitando la normalidad de nuestra vida cotidiana».

María, que «acogió el misterio de Dios en la cotidianidad de Nazaret», es a quien encomendarse, ha concluido el Papa, para vivir libres de prejuicios y abiertos al asombro.