El Papa comparte sus recuerdos más personales de la pandemia - Alfa y Omega

El Papa comparte sus recuerdos más personales de la pandemia

La dificultad de las audiencias sin fieles, sus sentimientos durante la oración en la plaza de San Pedro o el agradecimiento a los obispos españoles por el funeral por las víctimas son algunas de las vivencias que Francisco desgrana en una entrevista a Carmen Magallón y reproducida por Il mio Papa España

Redacción
Foto: AF / Yara Nardi.

El Papa Francisco ha alabado que en España se celebrara un funeral por todas las víctimas de la COVID-19. En una entrevista concedida a Carmen Magallón y reproducida íntegramente por la revista Il mio Papa España sobre la pandemia y la reconstrucción social tras estas crisis, el Santo Padre recuerda «el dolor, la impotencia, a veces el mismo modo inhumano en que muchos tuvieron que enfrentar la muerte», sin plazas en los hospitales y sin compañía. Y sin que, además, sus familiares pudieran despedirse de ellos después en un funeral o un entierro abierto a todos.

«¿Cómo se afronta ese duelo? Solamente intentando ser cercanos. Hay momentos en la vida en los cuales las palabras no sirven, las palabras parecen estar de más; más aún, hacen darlo. Es el momento del silencio, de la cercanía y de hacer lo posible para estar juntos». Es ahí donde reconoce que «me gustó en España la iniciativa de la Conferencia Episcopal Española de celebrar un funeral por las víctimas. Necesitamos como comunidad y como sociedad llorar juntos por nuestros seres queridos y unirnos en el dolor y en la oración común».

¿Cómo se vive la cultura del encuentro detrás de una mascarilla?
Me gusta pensar que las medidas de prevención que se proponen —como el distanciamiento social— son precisamente medidas para crear una cultura del encuentro, porque nos hacen desarrollar una sociedad donde sea necesario cuidar al otro, hacernos cargo de su salud y bienestar. La cultura del encuentro exige el cuidado del otro y especialmente del otro más vulnerable que no podría tener los mismos recursos para su atención que los demás. Somos capaces de encontrarnos cuando creemos que las personas con las que compartimos la vida en la ciudad son también responsabilidad nuestra y eso nos hace estar alertas para crear un clima saludable. En relación con el uso de mascarilla me gusta presentarlo a los chicos con humor. Los ojos hablan, y con humor les explico que estamos jugando a los bandoleros, estamos jugando a los disfrazados y esto nos hace reír a todos detrás de las mascarillas y se encuentran. El encuentro se da enseguida. Es verdad que la luminosidad de un rostro queda tapada por una mascarilla, pero la palabra cálida, el sentido del humor, la cercanía humana, eso no hay mascarilla que lo tape. Eso siempre permanece.

Sí reconoce el Pontífice que le resultó difícil celebrar las audiencias generales sin fieles. «Era como estar hablando a fantasmas. Yo buscaba pensar en rostros concretos de las personas con las que me comunicaba o de las situaciones que me compartían». Además, desde el principio «sentí la necesidad después del ángelus de subir al otro piso, a la ventana, a bendecir la ciudad. La plaza estaba vacía, las calles estaban vacías, mucho silencio; sin embargo allí estaba el pueblo de Roma, mi pueblo que tenía que bendecir en este momento de dolor».

Foto: Archimadrid / Ignacio Arregui.

¿Qué sintió en su corazón el 27 de marzo durante la oración en la Plaza de San Pedro?
El 27 de marzo, fue una cosa que no estaba planeada, me la sugirieron. Y me pareció que la tenía que hacer. No pensé mucho, dejé todo en manos del maestro de ceremonias. Pero cuando llegué y tuve que subir esa escalera, con miedo a resbalar y caer, había como una protección interior que [me decía que] no me tenía que cuidar de esas cosas. Mi corazón estaba en todo el Pueblo de Dios que sufría, en una humanidad que tenía que soportar esta pandemia y que, por otro lado, que tuviera el coraje de caminar. Subí las escaleras rezando, recé todo el tiempo, y me fui rezando.

Con todo, el Santo Padre tiene otros muchos recuerdos de esas semanas. Menciona a los sanitarios que hicieron posible que los moribundos pudieran despedirse de sus seres queridos al menos por videoconferencia. O a los «muchos jóvenes» que «se dedicaron a cuidar ancianos». Esto le causó una especial alegría, «porque así se instaura el diálogo» entre generaciones que le resulta tan querido, y con el que «seremos capaces de dar el salto profético que hoy se nos pide».

Por todos estos motivos, y gracias a tantos «santos de la puerta de al lado» (algunos, quizá, no creyentes) «me di cuenta de que la humanidad tiene reservas. Y eso es lindo». Como consecuencia, espera que también la salida de la pandemia tenga esta orientación. Conscientes de que de la crisis se sale mejor o peor, pero no igual, cita al teólogo protestante Bonhoeffer, «que dice que el problema no es cómo me las arreglo para salir de este problema, sino cuál será el modo de vida que le dejaremos a la futura generación». Y advierte del riesgo de que, «obsesionados con el ahora», esto se descuide. «Debernos hacernos cargo del futuro, de preparar la tierra para que otros la trabajen».

Por ejemplo, «si rearmamos el sistema económico social como estaba con una pincelada de barniz pero sigue siendo el mismo con sus injusticias… no hemos aprendido nada. La crisis actual nos mostró como la periferia vive muchas veces en el corazón de nuestras ciudades, en nuestros vecinos e inclusive en nuestras familias». Del mismo modo, «la vacuna no puede ser propiedad del país del laboratorio que la encontró o de un grupo de países que se alían para esto; si esto fuera así no habremos aprendido nada de tanto sufrimiento».

«Es doloroso que no se reconozca a los inmigrantes»

Lecciones que no se aplican solo a la post-pandemia sino al cuidado de la creación o la acogida a los inmigrantes. «Si no nos hacemos cargo de ellos perdemos gran parte de la humanidad, de la cultura que ellos representan. Porque no nos olvidemos, los migrantes son también consecuencia de un mundo que se dice más “civilizado” y de una injusta distribución de recursos y posibilidades; basta pensar en las guerras, o de cómo se explotan y se corrompen sin ningún pudor algunas regiones del mundo».

En este sentido, pide «sinceridad y reconocimiento» para no dejarse arrastrar por noticias como cuando un inmigrante viola a una mujer, «como si la violencia que se viven en nuestras ciudades fuera patrimonio» suyo. «Durante la período de confinamiento eran muchos migrantes quienes se exponían trabajando la tierra, manteniendo limpia la ciudad, continuando múltiples servicios. Es doloroso constatar cómo no se los reconoce y valora y se aprovecha un hecho lejano o perdido para desacreditar a tantas personas que con su trabajo sostuvieron a nuestro pueblo».

Las travesuras de santa Teresita

Otros momentos de la entrevista, realizada por la directora de Il mio Papa, Carmen Magallón, son más distendidos, también dentro de lo personal. Como cuando Francisco responde que nunca imaginó que iba a evangelizar en redes «porque les tenía alergia. No daba entrevistas. Les tenía miedo. Y de repente, aquí me tienen. Es el sentido del humor de Dios».

También tiene sentido del humor y «es traviesa» santa Teresita de Jesús, a quien el Papa tiene la costumbre de pedirle favores ante situaciones difíciles, acompañados de una rosa. Recuerda así la promesa de la santa francesa de derramar una lluvia de rosas espirituales desde el cielo. «¡Estoy lleno de rosas blancas! Se las pido y me llegan de los lugares más inauditos. Recuerdo una vez que estaba necesitando que se me hiciera presente», durante la audiencia general vio a una novia con un hermoso ramo de rosas blancas.

«Mientras estaba saludando a los anteriores, le dije a Santa Teresita: “Miré, si me vas a ayudar, quiero ese ramo como signo”. Pasé, saludé ala novia, no me dio el ramo, seguí de largo y pensé: “Se ve que Santa Teresita no me escuchó”. Y tres novias más adelante siento que me llaman desde atrás: “Padre, padre, me olvidé de darle esto”. Y me dio el ramo de rosas blancas. Santa Teresita me cuida mucho».

Ante el quinto centenario de la conversión de san Ignacio de Loyola, que se celebrará en 2021, el Papa explica que lo prepara «con ganas de convertirme un poco».

Usted sabe que los lectores y lectoras de la revista recortan sus fotos para enmarcarlas y ponerlas en sus casas. ¿Qué mensaje les dirigiría?
Yo les diría que son buenos, pero que pongan la foto de Jesús, de la Virgen, de san José, de santa Teresita, o los santos de su devoción, que les van a hacer más milagros que los que yo pueda hacerles, porque yo no hago milagros. Yo sé que la gente me quiere, y quien hace eso lo hace porque me quiere y se lo agradezco. Pero que no se olviden de tener siempre a mano una imagen de la Virgen, una imagen de Jesús, que los ayude en su vida cristiana; y, a su vez, que mirándolas no se olviden de rezar por mí.

Lee la entrevista completa al Papa en Il mio Papa España