El pasado mes de mayo se produjo en el Vaticano un encuentro histórico entre el gran imán de la Universidad de Al-Azhar, Ahmad Al-Tayeb, máxima autoridad del islam suní, y el Papa Francisco. Con un abrazo se reanudaba el diálogo que se interrumpió en 2011, a raíz de unas declaraciones de Benedicto XVI tras un atentado en la catedral copta de Alejandría. Entonces, el Papa alemán habló sobre la responsabilidad de las autoridades locales en la defensa de los cristianos, lo que desde la Universidad de Al Azhar se consideró una «interferencia occidental indebida». El discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona también contribuyó a dificultar el diálogo y el acercamiento entre las dos religiones.
Pero cinco años después de los hechos de Alejandría, la presencia en el Vaticano del gran imán, acompañado de una importante delegación, demuestra que el diálogo se ha reanudado. El gran imán fue recibido y acompañado por el cardenal Jean-Louis Touran, presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, y monseñor Miguel Ángel Ayuso, secretario de este dicasterio. Fue precisamente este último quien preparó el encuentro de los dos altos representantes en el Vaticano en una visita que hizo a Al-Azhar, donde fue recibido por el brazo derecho de Ahmad Al-Tayeb.
Esto demuestra que el diálogo no es fácil. El obispo de Roma ya había expresado el deseo de tener este encuentro. Lo hizo el pasado febrero ante los periodistas que le acompañaban en el avión papal de Ciudad Juárez (México) a Roma. Como dijo el Papa al saludar al gran imán, citando una sentencia repetida en las facultades de comunicación, «el encuentro mismo es el mensaje».
El Papa y el gran imán pusieron en relieve el gran significado que tenía este encuentro en el marco del diálogo entre la Iglesia católica y el islam. Hablaron principalmente «del compromiso común de las autoridades y de los fieles de las grandes religiones con la paz en el mundo, del rechazo de la violencia y el terrorismo, así como de la situación y protección de los cristianos en el contexto de los conflictos y las tensiones en el Oriente próximo», como destacaba el comunicado vaticano.
No hay duda de que este encuentro ha sido importantísimo para reanudar el diálogo entre cristianos y musulmanes y para trabajar por la distensión y la paz en el mundo. Algunas personas han pedido que el próximo Sínodo de los obispos pudiese tratar el problema de la paz y que las grandes religiones se pudieran implicar en este tema. Sería hermoso que así fuese.
Quiero dejar constancia de mi visita, junto con el obispo auxiliar al Centro Cultural Islámico Catalán (CCIC), en el barrio del Clot, y la cordial acogida de la que fuimos objeto. Encuentro semejante en cordialidad y hospitalidad al del Santo Padre con la máxima autoridad del islam suní, Ahmad Muhammad Al-Tayyib. Nos acompañó un buen conocedor y amigo de la religión islámica que aquellos días estaba en Barcelona, monseñor Michael L. Fitzgerald, ex nuncio en Egipto, miembro de los Padres Blancos y colaborador del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso. La amable hospitalidad con que fuimos recibidos nos confirmó en el propósito compartido de mantener unas buenas relaciones, también aquí, entre las dos religiones.
¡Que Dios os bendiga a todos!