Lo que, para la mayoría del mundo, será la fiesta del deporte por excelencia, «puede llegar a ser una vergüenza terrible para la Humanidad». Así se refirió al Mundial de Fútbol de Brasil la Hermana Carmen Sammut, en nombre de la Unión Internacional de Superioras Generales, durante su intervención el martes pasado en el Vaticano para presentar la campaña Jogue a favor da vida. No es nueva la noticia de que, en eventos de tal magnitud, hay un submundo en el que las mujeres víctimas de esclavitud sexual son las protagonistas. Diversión, alcohol y drogas provocan que las mafias aumenten la oferta de mujeres engañadas y esclavizadas, para satisfacer las necesidades sexuales de cientos de usuarios. «La prevención de este tipo de trata de personas implica la reducción de esta demanda de servicios sexuales», añadía la religiosa al presentar la campaña. Por eso, es fundamental el trabajo de sensibilización de la opinión pública, que la red internacional de religiosas contra la trata Talitha Kum ha materializado en este proyecto, de cara al mundial brasileño.
«Este delito está presente en todas partes, porque los beneficios que desprende son enormes», afirmaba la Hermana Sammut. Lo corrobora un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicado también este martes, que revela que las ganancias ilegales procedentes de los 21 millones de personas víctimas del trabajo forzoso generan 150.000 millones de dólares al año. El texto, titulado Ganancias y pobreza: aspectos económicos del trabajo forzoso, señala que dos terceras partes de esta cifra proceden de la explotación sexual. La otra parte, que correspondería a 51.000 millones, se genera a través del trabajo doméstico, la agricultura y otras actividades económicas.