El monje y la psicoanalista
Confieso que entré en este libro con prevención, porque pensé que me iba a topar con el consabido género de autoayuda y autocontemplación: mírate a ti mismo y encontrarás el yo que llevas dentro. Hay muchos monjes que venden su Ferrari y dioses que vuelven en una Harley para recordarte que no hay un más allá, sino un acá en el que te tienes que gestionar la propia vida con la máxima economía de medios. Pero El monje y las psicoanalista, escrito por Marie Balmary y editado por Fragmenta, es todo lo contrario: un flujo de conversaciones entre un monje católico y una psicoanalista judía y no creyente, a propósito de una apuesta seria por creer en Dios. Lo más hermoso del recorrido por su lectura es la sinceridad de la mujer, una agnóstica que quiere respuestas para cambiar su vida. «Le diré algo muy importante, Simon —le dice al monje—: si existe un Dios que guía a los seres, los unos hacia los otros, si existe un Dios en el cielo de nuestras grandes citas, me interesa. A partir de este lugar, estoy dispuesta a empezarlo todo de nuevo». Simon le habla de Jesucristo, y cómo, en la gran cita de su despedida de este mundo para volver al Padre, deja a los suyos su cuerpo y su sangre: «Pidió a sus amigos que le cedieran un lugar en ellos».
Esa historia de amistad entre un Dios trascendente con el hombre conmueve a Ruth, y nos relata las fisuras del psicoanálisis: «Simon había escuchado a algunos psicoanalizados cuya inteligencia se había visto muy intimidada, no por la religión, sino por el mismo psicoanálisis; seres que ahora dudaban de cualquier afirmación y sospechaban de cualquier impulso. Seres perdidos a los que se les había dado como única ley su propio deseo».
Además, hay un repaso furibundo a la Francia contemporánea, que ostenta el récord de medicación psiquiátrica. Dice un matrimonio: «Nosotros, a los niños, no los inscribimos en ningún sitio, para que el día de mañana pudieran escoger; ahora, todos los veinteañeros tienen la misma religión: la ignorancia».
Y sobre la tragedia de la indefinición: «Entre nosotros, si no tienes ninguna convicción en materia de moral y de religión, nadie se siente sorprendido. Una pincelada de derechos humanos, una capa de ideas democráticas, y ya está».
Mucha lucidez en estas apenas 170 páginas en las que el lector también se pone en camino y entra en diálogo.