El lunes 26 de marzo: Jornada por la Vida. Creemos en el Dios de la vida - Alfa y Omega

El lunes 26 de marzo: Jornada por la Vida. Creemos en el Dios de la vida

Ante los cada vez más frecuentes ataques contra la vida, la Iglesia responde: cada ser humano tiene dignidad y debe ser protegido, porque es amado por Dios. Sobre esta certeza se han cimentado, en los últimos años, un número cada vez mayor de iniciativas que han plasmado, con hechos, el magisterio de la Iglesia

María Martínez López
Vigilia en la catedral de Alcalá de Henares, en 2010. Foto: José Ramón González Uclés.

«La Iglesia se siente interpelada en esta Jornada por la Vida, porque se sabe profundamente implicada en el destino de los hombres de nuestro tiempo». Lo escriben los obispos de la Subcomisión episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida en su nota con motivo de la Jornada por la Vida. Esta jornada —que este año se celebra el día 26, al ser el 25 domingo— está cada vez más implantada en la Iglesia española, aunque es una iniciativa joven: se celebró por primera vez en 2008, tras la decisión de la Conferencia Episcopal de separarla de la Jornada de Familia y Vida de diciembre.

Es un ejemplo de cómo, en las últimas décadas, ha sido cada vez mayor la presencia de esta cuestión, tanto en el magisterio de la Iglesia —con un hito clave en la encíclica Evangelium vitae, del beato Juan Pablo II, en 1995— como en su actividad. Pero no se trata de una novedad. «La Iglesia siempre ha defendido con mucha fuerza el valor de la vida, como un don de Dios —explica don César Alzola, delegado de Familia y Vida de la diócesis de Alcalá—. Pero antes, el respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural era algo aceptado por todos. Eso ha cambiado, y se considera que la vida sólo tiene valor en la medida que tiene calidad. La Iglesia responde a esa realidad». Y lo hace dando testimonio de la fe: «Nosotros creemos en el Dios de la vida, que ha dado la vida por nosotros. Cada persona tiene dignidad por ser amada por Cristo desde el instante de la concepción», no por la calidad de su vida.

Vigilia por la Vida, en la cripta de la catedral de Palencia, en 2009.

La oración… y los frutos

Para la Iglesia, la clave es la oración. Por eso, en muchas diócesis la Jornada por la Vida se celebra con una vigilia. Pero en Alcalá, manteniendo la oración en el centro, querían hacer más, para «ir concienciando a toda la sociedad, dentro y fuera de la Iglesia», sobre la importancia de esta batalla. Por eso, organizan toda una Semana por la Vida, que este año cumple su décima edición. Desde el pasado sábado y hasta el domingo, se celebran un cinefórum, Horas Santas, un Rosario y una marcha silenciosa por la vida, la Vigilia, presidida por monseñor Reig Plá —obispo de la diócesis y responsable de esta área en la Conferencia Episcopal—, una conferencia sobre las consecuencias del aborto, y un baile benéfico. Esta idea ha gustado, y en Palencia preparan una similar para el año que viene.

Palencia, además, destaca porque su Centro de Orientación Familiar fue pionero en traer a España el proyecto estadounidense Viñedo de Raquel, que busca la sanación psíquica y espiritual tras un aborto. Fue iniciado por la asociación Sacerdotes por la vida, y tanto el proyecto como la asociación son ejemplo de las distintas iniciativas en defensa de la vida que están surgiendo en el seno de la Iglesia en todo el mundo. Existe ya, incluso, una congregación religiosa con este carisma, las Hermanas de la Vida. Y es previsible que el Espíritu siga inspirando carismas similares. «Lo bueno —subraya don Carlos— es que nosotros sabemos que Cristo ya ha ganado la batalla. Estamos seguros de que la vida va a triunfar. Habrá mártires, pero Cristo ya ha vencido a la muerte, y la cultura de la muerte no tiene nada que hacer».

Parroquias por la vida

Una mujer que se plantea abortar puede encontrar en cualquier parroquia a alguien que la escuche y no sólo la asesore para salvar a su hijo, sino que le muestre el amor de Dios en ese momento difícil. Pero hay algunas comunidades especialmente llamadas a implicarse, bien porque su feligresía es más vulnerable, como la inmigrante, o por estar cerca de un centro abortista. Éste es el caso de la madrileña parroquia de San Germán, cercana al negocio Dátor. «Hace cinco años asumimos el compromiso de orar por la vida —explica el padre Enrique González, su párroco—, y desde entonces han ido surgiendo más iniciativas». La más conocida es, en torno a la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, el rezo ininterrumpido de esta oración alrededor de la manzana del abortorio. Además, ha surgido un grupo específico de oración y formación, Misión por la vida.

Con la plegaria, «vamos tejiendo una tela de araña invisible que en varios casos ha impedido que las chicas entraran» en el negocio abortista. De hecho, «algunas han terminado aquí», hablando con los sacerdotes. Ellos saben que deben mostrarles «una empatía muy grande con su sufrimiento», y hacerles ver que Dios no las abandona. Estas mujeres han seguido en contacto con la parroquia, y han bautizado en ella a sus hijos. También han tenido la alegría de que se bautizara allí, junto con su bebé, una mujer asistida por la Fundación Madrina, con la que colaboran. El padre Enrique espera que, dentro de un tiempo, «todas las parroquias tengan un ministerio dedicado a la vida, igual que tienen Cáritas. Las heridas del aborto sólo se curan en la Iglesia, la comunidad parroquial es donde se puede dar acogida a todas esas madres. Ése es el verdadero reto».