El gran milagro de la vida - Alfa y Omega

Ante la clausura del XXII Congreso Católicos y Vida Pública resulta inevitable un sentimiento agridulce. Por una parte, se hace difícil aceptar la triste realidad impuesta por la pandemia, contemplar vacía el Aula Magna de la Universidad CEU San Pablo, los pasillos y patios siempre bulliciosos ahora en silencio. Por otra, las nuevas tecnologías han multiplicado el seguimiento hasta por cuatro respecto del año pasado y la presencia en los medios y las redes sociales ha sido mucho más notoria. Una cosa no compensa sentimentalmente la otra, pero es indudable que el congreso ha cumplido sus objetivos en circunstancias muy difíciles.

Esos objetivos están resumidos en su título: ¡El momento de defender la vida! No creo necesario exponer por qué se hace urgente esa defensa en la España actual; todos somos conscientes de la renovada ofensiva política y legislativa contra este superior e incuestionable derecho. En ponencias y talleres se ha clamado la necesidad de reafirmarlo y movilizarnos para su cuidado y defensa. La profesora Patricia Santos lo ha expresado muy bien en el manifiesto final: «Cada vida humana es un don y una tarea. Todas las vidas humanas llegan calladamente, sin pedir permiso, sin excusarse, anhelantes de proseguir su desarrollo completo, de ser conocidas y queridas por sí mismas. No siempre son acogidas de esta manera», asegura. «Cualquier consideración antropológica, política, jurídica o científica que ignore la dimensión trascendente y única de cada vida humana, se equivoca». «Las vidas humanas hoy sufren violencia desde su concepción hasta su momento final. Desde la cultura de la muerte se ataca la vida humana como idea, pero también se la ataca en su realidad, cuestionándola en sus momentos de mayor vulnerabilidad y necesidad», recalca. «No queremos abdicar de nuestro deber de proclamar y defender que todas las vidas importan, que todas son valiosas, que todas merecen respeto, protección y ayuda».

Eutanasia, aborto, cosificación y comercio de embriones, declive de la maternidad, crisis de la familia, catástrofe demográfica… Contra tantos ataques los católicos hemos de ser apasionados descubridores de la belleza, el misterio y el milagro presentes en cada vida humana.