El Fuego secreto de J. R. R. Tolkien
El señor de los anillos, de J. R. R. Tolkien, ha sido valorado en varias encuestas como la mejor obra del siglo XX. ¿Qué tiene el escritor inglés para que sus libros, marcados por su profundo catolicismo, sigan emocionando a gente de todo tipo? A esta pregunta responde la exposición El Fuego secreto. Verdad y mito en la obra de Tolkien, dentro de la amplia oferta con que este fin de semana ha llegado, un año más, EncuentroMadrid, la gran cita de primavera del movimiento Comunión y Liberación. El lema del evento, Un imprevisto es la única esperanza, encaja a la perfección en la obra de J. R. R. Tolkien. Él «no hizo teorías –explica don Pablo Pardo, comisario de la exposición–, sino que contó historias. Queremos que cualquiera pueda leer la exposición como una historia», mediante una selección de sus textos
El origen bueno de todo
«Tenía la impresión de haber pasado por una alta ventana que daba a un mundo desaparecido. Brillaba allí una luz para la cual no había palabras en la lengua de los hobbits. Todo lo que veía tenía una hermosa forma, pero todas las formas parecían a la vez claramente delineadas, como si hubiesen sido concebidas y dibujadas por primera vez cuando le descubrieron los ojos, y antiguas como si hubiesen durado siempre. No veía otros colores que los conocidos, amarillo y blanco y azul y verde, pero eran frescos e intensos, como si los percibiera ahora por primera vez y les diera nombres nuevos y maravillosos» (El señor de los anillos).
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El poder del mal
Ilúvatar –el Padre de todo– crea a los Ainur, seres espirituales, y les encarga una Gran Música que dará origen al mundo. «Pero a medida que prosperaba, nació un deseo en el corazón de Melkor: entretejer asuntos de su propia imaginación que no se acordaban con el tema de Ilúvatar, porque intentaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido asignada. Inmediatamente, una discordancia se alzó en torno, y muchos de los que estaban cerca se desalentaron, se les confundió el pensamiento, y la música vaciló» (El Silmarillion).
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Destino y libertad
«No dejarás de creer en las profecías sólo porque ayudaste a que se cumplieran? No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu beneficio exclusivo. Te considero una gran persona, señor Bolsón, y te aprecio mucho; pero, en última instancia, ¡eres sólo un simple individuo en un Mundo enorme!» (El hobbit)
• «Tanta belleza, contemplada desde aquella tierra desolada e inhóspita, le llegó al corazón, y la esperanza renació en él. Porque frío y nítido como una saeta lo traspasó el pensamiento de que la Sombra era, al fin y al cabo, una cosa pequeña y transitoria, y que había algo que ella nunca alcanzaría: la luz, y una belleza muy alta» (El señor de los anillos).
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Una compañía de amigos
«Amistad –explican los autores– es una compañía guiada hacia el destino. En las obras de Tolkien, la soledad conduce a la desesperación en primer lugar, y a la perdición después. Sin embargo, las hazañas, grandes o pequeñas, siempre se alcanzan gracias a estar acompañados».
• «–Por favor, Sam –dijo Frodo–, ¡no me pongas obstáculos! […] he de partir en seguida. No hay otro modo. –Sí, ya lo sé –dijo Sam–. Pero no solo. Voy yo también, o ninguno de los dos. Antes desfondaré todas las barcas. Frodo rió con ganas. Sentía en el corazón un calor y una alegría repentinos» (El señor de los anillos).
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La vida, aventura inesperada
«El océano embravecido de los ejércitos de Mordor inundaba las colinas. (…) De pronto, como despertado por una visión súbita, Gandalf se estremeció; y volviendo la cabeza miró hacia el norte, donde el cielo estaba pálido y luminoso. Entonces levantó las manos y gritó con una voz poderosa que resonó por encima del estrépito: ¡Llegan las Águilas!» (El señor de los anillos).
• «Acuñé el término eucatástrofe: el súbito giro feliz en una historia que lo atraviesa a uno con tal alegría, que le hace saltar las lágrimas… Y llegué a la conclusión de que produce su peculiar efecto porque es un súbito atisbo de la Verdad. Así es como las cosas realmente funcionan en el Gran Mundo para el cual está hecha nuestra naturaleza» (Carta a su hijo Christopher).
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Creados para la eternidad
«Los hijos de los Hombres mueren en verdad, y abandonan el mundo; por lo que se los llama los Huéspedes o los Forasteros. La Muerte es su destino, el don de Ilúvatar, que hasta los mismos Poderes envidiarán con el paso del Tiempo. Pero Melkor ha arrojado su sombra sobre ella, y la ha confundido con las tinieblas, y ha hecho brotar el mal del bien, y el miedo de la esperanza» (El Silmarillion).
• «Con tristeza hemos de separarnos, mas no con desesperación. ¡Mira! No estamos sujetos para siempre a los confines del mundo, y del otro lado hay algo más que recuerdos. ¡Adiós!» (El señor de los anillos).
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El Fuego secreto
«Cómo es posible –preguntan los organizadores de la exposición– que miles de páginas de literatura fantástica hablen de verdades profundas y universales? Es posible porque su obra es un don, está traspasada por un Misterio, por un Fuego secreto que supera al propio autor y que sólo puede ser dado por Otro». Después de su muerte –escribe Tolkien en Hoja, de Niggle–, el pintor Niggle vio que, «ante él, se encontraba el Árbol, su Árbol, ya terminado, si tal cosa puede afirmarse de un árbol que está vivo, cuyas hojas nacen y cuyas ramas crecen y se mecen en aquel aire que Niggle tantas veces había imaginado y que tantas veces había intentado en vano captar. Miró el Árbol, lentamente levantó y extendió los brazos… –Es un don, dijo».