El fondo de la crisis - Alfa y Omega

Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura. Esta máxima de Jesucristo no justifica el abandono de las responsabilidades terrenas, como si fueran contrarias al bien de la persona y de la sociedad, o que tuvieran un valor superfluo. Lo que nos dice el Señor es que nada puede realizarse con acierto, de acuerdo con nuestra identidad como criaturas de Dios y con nuestra vocación trascendente, si no tenemos claras la motivación, la finalidad y el estilo de nuestros pensamientos, proyectos y realizaciones. El conocimiento de la propia identidad es necesario a todos, creyentes o no. Éste debe ser el punto de partida de toda forma de actuar. Todos, salvo quienes se dejan llevar por los instintos, las presiones sociales o el capricho momentáneo, tienen un motivo y una intención para hacer lo que se proponen. La diferencia entre quienes siguen la máxima evangélica y los que obedecen a otros principios, o a los impulsos de una inspiración limitada a lo terreno, es clara: el Norte de toda conducta cristiana está en la fidelidad a lo que es propio del hombre y de la mujer, según la voluntad de Dios. Él nos creó a su imagen y semejanza. Ello supone un código de conducta capaz de llevar a las personas a su plenitud, y orientar a la sociedad hacia un desarrollo equilibrado, progresivo y fiel a las más dignas esencias. La crisis material, generalizada en la aldea global, es consecuencia de un desorden interior. La causa última de este desorden es el olvido de Dios y, por tanto, una grave mutilación de la identidad, de las motivaciones y del horizonte de la vida humana. Ello empuja, por la fuerza de las concupiscencias que condicionan el espíritu humano, hacia el egoísmo personal y de grupo, hacia la pretensión de vivir a un ritmo superior a las posibilidades de cada uno, hacia proyectos que desbordan los recursos de las instituciones públicas y de iniciativa social. Simultáneamente, empujando hacia los desmanes, desajustes y empeños carentes de una motivación y unas referencias acordes con la verdad y la justicia, crece la carencia de las virtudes que deben regir la vida personal, familiar, laboral y social, y el olvido del sacrificio o del dominio de las apetencias.