El ejemplo - Alfa y Omega

Envuelta en dos grandes escollos que atoran mi vida y me ciegan casi parcialmente, unido a una amplia vorágine laboral exacerbada por cuestiones papales, últimamente le dedico menos tiempo a la escucha del que quisiera. Al menos a la activa, a la que permea y cambia el corazón y la mirada. La que llama a la acción por envidia o por misericordia. Pero esta semana, en Zaragoza, he tenido la ocasión de recordar que compartir las vivencias del otro crean redes fuertes. De amistad o de actividad. O ambas. Durante las VII Jornadas de Católicos y Vida Pública organizadas por la ACdP en la ciudad aragonesa, en las que tuve la suerte de participar, el panel de experiencias escogidas no dejó indiferente a nadie. «No sabía si venir y escuchar a estas personas me ha llenado el corazón», decía una participante. Nada pasa por casualidad y dos horas de ponencias regadas por un rato de asueto después nos llenaron de Evangelio. Con las Familias para la Acogida de Madrid. Con los voluntarios de la Asociación ¿Hablamos? de Aragón, que median a través de la justicia restaurativa. Con los implicados en instaurar la Economía de Francisco. Con quienes hacen de la Laudato si su forma de vida.