El despojo de los despojados - Alfa y Omega

Desde el 7 de octubre del año pasado la humanidad es testigo de la más cruenta guerra contra sí misma en la región de Palestina. Sin estar de acuerdo con la causa que en esta ocasión desató la guerra, es decir, el ataque y secuestro de Hamás a población civil, tampoco aprobamos la reacción del Gobierno de Israel y de parte de la comunidad internacional para favorecer los ataques irracionales que día a día presenciamos.

Las imágenes que nos llegan a través de los diversos medios digitales de los ataques que vive la población gazatí son verdaderamente inhumanos, absurdos y obscenos. Cala en lo profundo del corazón y la conciencia el dolor que grita el pueblo que está siendo masacrado, despojado y aniquilado en los campos de refugiados donde ya habían sido mucho tiempo atrás protegidos de otras persecuciones que les forzaron a huir.

Los testimonios de niños, niñas y adolescentes que se quedan en la orfandad, las mujeres y los hombres que lloran la pérdida de sus seres queridos, el grito incansable de los médicos… historias, vidas que no han sido indiferentes para nuestra Iglesia aquí, que desde el primer momento de los atentados salió a la calle y, en un acto de fe y también de contraposición, ha realizado una oración interreligiosa con musulmanes, ortodoxos y católicos. Nos unimos para, además de pedir al Dios de la misericordia por la paz, por el cese de la violencia y por el restablecimiento de la vida y la concordia entre las naciones, también para testimoniar que la fraternidad y sororidad entre los pueblos más allá de sus religiones, es posible.

Porque la guerra no está a miles de kilómetros de distancia; está aquí, es nuestra humanidad que está siendo despojada de lo más valioso que tiene, su dignidad y el derecho a vivir, a alimentarse, a la salud, a la educación y sobre todo del derecho a ser niño y niña. Por ello, hoy no podemos callar y cerrar los ojos.

Nuestra reflexión al inicio de este 2024 y en unidad desde la Iglesia aquí es por los que están siendo despojados sin que hasta el momento nada pare este infierno. Desde aquí la Iglesia pide que calle el zumbido de las armas y se escuche la algarabía de la vida, porque eso significará que ha llegado la paz y el derecho a vivir con dignidad.